Renata dio un paseo hacia fuera con la pistola tranquilizadora en la mano. El vampiro la vio venir. Antes de que ella pudiera reaccionar, él había sacado su pistola y le disparó un tiro. Renata lo golpeó con una explosión mental, pero no antes de que ella sintiera un golpe de calor que rasgo en su hombro izquierdo. Ella olio la sangre, sintió el chorro caliente que se escapaba por su brazo.
¡Maldita sea!-le habían disparado.
Bien, ahora estaba realmente cabreada. Renata bombardeó al vampiro de nuevo y él se tambaleó en una rodilla, dejando caer su arma. El conductor humano gritó y se lanzó detrás del camión para cubrirse mientras que Renata se adelantó y le disparó al vampiro dos rondas de tranquilizantes. Él se fue abajo con apenas un gemido. Renata caminó alrededor para encontrar al conductor encogido en la llanta.
"¡Oh, Jesús!" Él gritó cuando ella se paró delante de él. Puso sus manos en alto, su cara ceñida de miedo. "¡Oh, Jesús! ¡Por favor no me mate!"
"No lo hare" respondió Renata, y luego le disparó en el muslo con el tranquilizante.
Con ambos hombres en tierra, volvió corriendo para llegar a Nikolai. Ignorando el dolor estridente en su hombro, ella se apresuró en el compartimiento de recepción y lo empujó hacia la parte trasera del camión de abastecimiento, donde estaría a salvo de la luz del día afuera.
"Encontrare algo para resguardarte" le dijo. "Las cosas van a ponerse agitadas ahora."
Ella no le dio la oportunidad de decir nada. Trabajando rápidamente, cerró la puerta y echó la aldaba, sellándolo adentro. Luego, saltó a la cabina desocupada y puso el vehículo en marcha.
Mientras ella estrellaba el camión a través la puerta del compartimiento de recepción y aceleraba la unidad hacia la fuga, tuvo que preguntarse si ella sólo había salvado la vida de Nikolai o condenado la de ambos.
CAPÍTULO DIECISÉIS
Traducido por Lizeth
Su cabeza estaba latiendo como un tambor. El constante, ritmo palpitando llenaba sus oídos, tan ensordecedor que lo arrastraba hasta volver en si después de lo que parecía un sueño sin fin, incierto. Su cuerpo dolía. Estaba tendido en el suelo de algún lugar? Sentía el metal frio debajo de su cuerpo desnudo, el pesado bulto de cartón enviando a clavar cajas en su columna vertebral y hombros. Una delgada capa de plástico lo cubría como un manto provisional.
Intento levantar su cabeza pero apenas tenía la fuerza, su piel se sentía dolorida, pulsando de la cabeza a los pies. Cada centímetro de él se sentía desvaneciendo, extendido firmemente, caliente de fiebre. Su boca estaba seca, su garganta reseca y cruda.
El tenía sed.
Aquella necesidad era en todo lo que podría enfocarse, el único pensamiento coherente nadando a través de su golpeado cráneo.
Sangre.
Cristo, moría de hambre por ello.
Podría saborear el hambre – de negro, consumiendo la locura – en cada aliento bajo que pasaba a través de sus dientes. Sus colmillos llenaron su boca. Sus encías latían donde los enormes caninos descendían, como si sus colmillos hubieran estado allí durante horas. En algún lugar distante, la parte sobria de su lógica noto las falencias en ese cálculo, los colmillos de un vampiro de Raza normalmente salían solo en momentos de mayor respuesta física, ya sea reaccionando por la presa, o la pasión o la pura rabia de animal.
El tambor que seguía golpeando lejanamente en su cabeza solo hacía que el latido de sus colmillos se hiciera más profundo. Fue la palpitación que lo despertó. La palpitación que no lo dejaba dormir ahora. Algo estaba mal con él, pensó, incluso mientras abría levantando sus ardientes ojos y capturo detalles demasiado – vivos, un ámbar – bañaba su entorno.
Un pequeño y limitado espacio. Oscuro. Una caja llena de más cajas.
Y una mujer.
Todo lo demás se desvaneció una vez que su mirada encontró la suya. Vestida en una camisa negra de manga larga y jeans oscuros, ella estaba en posición fetal* (las piernas encogidos sobre el pecho y la cabeza entre las manos) en frente de él, los brazos y piernas envueltas herméticamente en la curva de su torso. La mayor parte de su barbilla – y el largor de su oscuro cabello habia caído sobre el lado de su cara, ocultando sus rasgos.
El la conocía… o sentía que debería.
Una parte menos consiente de él sabía solo que ella era cálida y saludable e indefensa. El aire estaba teñido con el mero rastro de sándalo y lluvia. El olor de su sangre, algún instinto débil despertó para decirle. El sabía instantáneamente quien era ella – con una certeza que parecía grabada en su propia medula. Su boca seca estaba repentinamente húmeda por la anticipación de alimentarse. La necesidad junto con la oportunidad le prestó la fuerza que no tenía hace un momento. Silenciosamente se levanto a si mismo del suelo y se acomodo agachándose.
Sentado sobre sus caderas, inclino su cabeza, mirando dormir a la hembra. Se arrastro más cerca, un lento avanzar depredador que lo llevo encima de ella. El destello ámbar de sus iris la bañaba en una luz dorada mientras el dejaba vagar su mirada hambrienta sobre su cuerpo.
Y ese tamborileo incesante era más fuerte aquí, una vibración tan clara que podría sentirlo en la planta de sus pies descalzos. Golpeándolo en su cabeza, comandando toda su atención. Llevándolo más cerca, y luego más cerca todavía.
Era su pulso, mirándola ahí abajo, podría ver el suave tictac de su palpitar temblando al lado de su cuello. Estable, fuerte.
El mismo punto que él quería coger entre sus colmillos.
Un bajo estruendo – de un gruñido emanando de su propia garganta – se expandió a través de la quietud del lugar.
La mujer se movió debajo de él.
Sus parpados se abrieron de golpe, sobresaltada, luego fueron más amplios. “Nikolai”.
Al principio apenas registro el nombre. La niebla en su mente era tan espesa, su sed tan completa, no sabía nada más que el impulso de alimentarse. Era más que un impulso – era una obligación insaciable. Ciertamente una condenación.
Sed de sangre.
La palabra viajo por su mente sumergida – en hambre como un fantasma. Él lo oyó, lo supo instintivamente para temerlo. Pero entes de que pudiera comprender completamente lo que la palabra significaba, estaba viendo doble, y regresando a las sombras.
“Nikolai,” dijo la mujer de nuevo. “Cuanto hace que has estado despierto?”
Su voz le era familiar de algún modo, un peculiar alivio para él, pero no podía enfocarla realmente. Nada parecía tener sentido para él. Todo lo que tenía sentido era aquel porrazo tentativo de su arteria carota y la completa hambre que lo obligo a extender el brazo y tomar lo que necesitaba.
“Estas a salvo aquí,” le dijo ella. “Estamos en la parte de atrás el camión de suministros que tome de la instalación de contención. Tuve que parar y descansar por un tiempo, pero estoy bien para arrancar ahora. Va a oscurecer pronto. Debemos seguir avanzando antes de que seamos descubiertos.”
Mientras hablaba, imágenes pasaron por su memoria. La instalación de contención. El dolor. La tortura. Las preguntas. Un macho de Raza llamado Fabien. Un macho que él quería matar. Y esta valiente mujer…estaba allí también. Increíblemente, ella lo habia ayudado a escapar.
Renata.
Si. El sabía su nombre después de todo. Pero no sabia porque ella habia venido por él, o porque iba a intentar salvarlo. Tampoco importaba.
Ella habia llegado demasiado tarde.
“Me obligaron,” rugió, su voz sonaba distanciada de su cuerpo. Áspera como la grava. “Demasiada sangre. Me obligaron a beberla…”