Ella lo miro fijamente. “Que quieres decir, con que ellos te obligaron?”
“Intentaron…llevarme a una sobredosis. De adicción.”
“Adicción a la sangre?”
Hizo un vago asentimiento y tosió, el dolor atormentando su pecho. “Demasiada sangre… Llevándome a una sed de sangre. Me hicieron preguntas… querían que traicionara la Orden. Me negué, así que…ellos me castigaron.”
“Lex dijo que ellos te iban a matar,” murmuro ella. “Nikolai, lo siento.”
Ella levanto su mano como si quisiera tocarlo.
“No,” gruño, cogiéndola por la muñeca. Ella jadeo, tratando de soltarse. El no la dejo ir. Su cálida piel quemaba la yema de sus dedos y las palmas de sus manos, donde fuera que él la tocaba. Podía sentir el movimiento de sus huesos y delgados músculos, el pasar de su sangre mientras corría por las venas de sus brazos.
Sería tan fácil llevar esa muñeca sensible hasta su boca.
Demasiado tentado a fijarla debajo de él y beber el mismo directamente de la condena.
Supo el momento preciso en que ella fue de la sorpresa a la aprehensión. Su pulso se acelero. Su piel se tenso en su agarre.
“Suéltame, Nikolai.”
El espero, la bestia en el preguntándose si empezar en su muñeca o en su cuello. Su boca se hizo agua, sus colmillos ansiando perforar su delicada carne. Y tuvo hambre de ella en otra forma también. No habia ocultado su fuerte necesidad. Sabía que era la sed de sangre la que manejaba, pero eso no lo hacía menos peligroso.
“Suéltame,” dijo ella de nuevo, y cuando el finalmente la soltó, ella se echo hacia atrás, poniendo algo de distancia entre ellos. No habia demasiada distancia adonde ella pudiera ir. Las cajas apiladas la encerraron por detrás, más allá de aquella pared del interior del camión. La manera en que ella se movió, deteniéndose y siendo cuidadosa, hizo que el depredador en el notara que estaba débil.
Estaba ella en alguna clase de dolor? Si era así, sus ojos no lo reflejaron. Su color pálido parecía profundo mientras ella lo miraba fijamente. Desafiante.
Miro hacia abajo y sus salvajes ojos se posaron en el brillante cañón de la pistola.
“Hazlo.” Murmuro él.
Ella sacudió su cabeza. “No quiero hacerte daño. Necesito tu ayuda, Nikolai.”
Demasiado tarde para eso, pensó él. Ella lo habia sacado del purgatorio y de las manos de su captor, pero el ya habia probado el sabor del infierno. La única salida de la adicción era pasar hambre, negarse a tomar un completo sustento. No sabía si era lo suficientemente fuerte para luchar contra su sed.
El no lo seria, en tanto Renata estuviera cerca de él.
“Hazlo… por favor. No sé cuanto más podre aguantar…”
“Niko-”
La bestia en el exploto. Con un rugido, libero sus colmillos y se balanceo sobre ella.
El disparo sonó en aquel instante después, un estruendo aturdidor que finalmente, y por sin, silencio su miseria.
Renata se sentó sobre sus talones, el arma tranquilizante todavía empuñada en sus manos. Su corazón palpitando a toda carrera, parte de su estomago todavía alojado en su garganta después de que Nikolai habia saltado sobre ella con sus enormes colmillos al descubierto. Ahora yacía en una expansión en el suelo, inmóvil excepto por su baja y dificultosa respiración. Aparte de sus marcas superficiales en la piel, con sus ojos cerrados y sus colmillos ocultos detrás de su boca cerrada, no habia manera de decir que él era la misma criatura violenta que podría haber rasgado su yugular.
Mierda.
Que demonios está haciendo ella aquí? Que demonios estaba pensando, aliándose con un vampiro, imaginando que realmente podría ser capaz de confiar en uno de su clase? Ella sabía de primera mano cuan traicioneros eran – como de letales podrían volverse en un instante. Podría haber muerto justo ahora.
Hubo un momento en que ella realmente pensó que lo estaría.
Pero Nikolai habia intentado advertirle. No quería hacerle daño; ella habia visto aquel tormento en sus ojos, lo habia oído en su voz rota en aquel instante antes de que él hubiera saltado sobre ella. El era diferente de los otros como él. Tenía honor, algo que ella habia asumido carecía en la Raza entera. Dado que sus ejemplos estaban limitados a Sergei Yakut, Lex, y aquellos que les sirvieron.
Nikolai no podría haber sabido que su arma no tenía balas, y aun así él la habia obligado a que le disparara. Pidiéndole eso. Ella habia pasado por algunas cosas bastante difíciles en su vida, pero Renata no conocía aquella clase de tormento y sufrimiento. Estaba bastante segura de que esperaba que nunca lo tuviera.
La herida en su hombro quemaba como el infierno. Estaba sangrando de nuevo, peor aún, después de esta confrontación física dura. Al menos la bala habia pasado a través limpiamente. El horrible agujero que le dejo detrás iba a requerir asistencia médica, aunque no veía un hospital en su futuro cercano. También pensó que no era sabio quedarse cerca de Nikolai ahora, especialmente mientras estuviera sangrando y la única cosa que lo mantenía alejado de su arteria carota era aquella sola dosis de sedantes.
El arma tranquilizante estaba vacía.
La noche estaba cayendo, ella estaba con una herida de bala sangrante y la ventaja adicional de su reverberar persistente. Y quedándose en el camión robado era como esconderse con el gran objetivo como blanco sobre sus espaldas.
Necesitaba deshacerse del vehículo. Luego necesitaba encontrar algún lugar seguro donde pudiera coserse bastante bien como para poder seguir adelante. Nikolai era un problema más. No estaba dispuesta a dejarlo, pero él era inútil para ella en su condición actual. Si pudiera logar superar las terribles consecuencias de su tortura, entonces quizá. Y si no…?
Si no, ella acaba de perder el tiempo más valioso que hubiera querido considerar.
Moviéndose cautelosamente, Renata salió por la parte trasera del camión y aseguro las puertas detrás de ella. El sol se habia puesto, y el atardecer se acercaba rápidamente. En la distancia, las luces de Montreal brillaron.
Mira estaba en algún lugar de aquella cuidad.
Desamparada, sola…asustada.
Renata subió al camión y encendió el motor. Condujo de vuelta a la cuidad, sin saber a dónde se estaba dirigiendo hasta que finalmente se encontró en terreno familiar. Nunca pensó que estaría de vuelta.
Ciertamente nunca así.
El barrio de la vieja cuidad no habia cambiado mucho en los años en los que se habia ido. Viviendas apiñadas y modestas casas post – Segunda Guerra Mundial alineadas en la oscura calle. Algunos de los jóvenes saliendo de la tienda abierta las veinticuatro horas echaron un vistazo al camión de suministros médicos mientras Renata pasaba conduciendo.
No reconoció a ninguno de ellos, ni a ninguno de los desapercibidos, ojos adultos – que vagaron desde este tramo de sus casas de concreto. Pero Renata no estaba buscando rostros familiares aquí afuera. Solo habia una persona que ella rogaba estuviera todavía alrededor. Una persona que podría ser de confianza para ayudarla, con pocas preguntas.
Mientras ella pasaba por una casa pequeña amarilla con su enrejado de rosas rosadas floreciendo en el frente, una extraña tensión se enrollo en su pecho. Jack aun estaba aquí, las amadas rosas de Anna, bien cuidadas y floreciendo, era bastante evidente eso. Y también estaba la pequeña señal de herradura que Jack se habia hecho para colgar al lado de la puerta principal, proclamando el alegre lugar de la casa de Anna.
Renata redujo la marcha del camión para parar en la acera y apago el motor, mirando a la mitad de la conservada casa en la que ella habia estado tantas veces pero en realidad nunca habia entrado. Las luces estaban encendidas en el interior, arrojando un acogedor, brillo dorado.
Debería estar cerca la hora de cenar porque a través del gran marco de la ventana de en frente podría ver aquellos dos adolecentes – clientes de Jack, aunque él prefería llamarlos sus “Pequeños”- que estaban poniendo la mesa para la comida de la noche.