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“Maldita sea,” murmuro ella bajo su respiración, cerrando sus ojos y posando su frente en el volante.

Esto no estaba bien. Ella no debería estar aquí. No ahora, después de todo este tiempo. No con los problemas que estaba enfrentando. Y definitivamente no con el problema que estaba llevando actualmente en la parte trasera del camión.

No, tenía que lidiar con esto por su propia cuenta. Encender el motor, girar el volante del camión, y tomar sus posibilidades en la calle. Demonios, ella no era una extraña en eso. Pero Nikolai estaba en mal estado, y ella no estaba exactamente en la cima de su juego tampoco. No sabía cuánto tiempo más podría conducir antes-

“Buenas,” la amistosa, e inconfundible acento de Texas llego directamente al lado de ella, de la ventana de al lado del conductor abierta. Ella no lo vio acercarse, pero ahora no habia forma de evitarlo. “Puedo ayudarte… con… algo?”

La voz de Jack se apago mientras Renata levantaba su cabeza y giraba para enfrentarlo. Estaba un poco más canoso de lo que recordaba, su casi rapado, corte estilo – militar lo hacían parecer más delgado, sus mejillas y quijada un poco mas redondas que la última vez que lo habia visto. Pero aun era un oso jovial de hombre, con más de seis pies de alto y constituido como un tanque a pesar del hecho de que estaba llegando fácilmente a los setenta.

Renata esperaba que su sonrisa pareciera mejor que la mueca de dolor que fue. “Hola, Jack.”

El la miro fijamente – boquiabierto, en realidad. “Bueno, malditamente sorprendido,” dijo, lentamente sacudiendo su cabeza. “Ha pasado mucho tiempo, Renata. Esperaba que hubieras encontrado una buena vida en alguna parte… Cuando dejaste de venir hace un par de años, me preocupaba que tal vez-” se detuvo de completar el pensamiento, dándole a cambio una gran y vieja sonrisa. “Bueno, demonios, no importa por lo que me preocupaba porque estás aquí.”

“No puedo quedarme,” le espeto, sus dedos agarrando la llave en el encendido, dispuesta a darle un giro. “No debería de haber venido,”

Jack frunció el ceño. “Dos años después de la última vez que te vi, te apareces como caída del cielo solo para decirme que no puedes quedarte?”

“Lo siento,” murmuro ella. “Me tengo que ir.”

El puso las manos en la ventana abierta del camión, como si quisiera físicamente retenerla allí. Ella miro el bronceado, degradado en las manos que habían ayudado a salir a tantos jóvenes de problemas en las calles de Montreal – las mismas manos que habían servido a su país de origen en la guerra hace cuatro décadas pasadas, y que ahora cuidaban y protegía aquel enrejado de rosas rojas como si fueran más valiosos para el que el oro.

“Que está pasando, Renata? Sabes que puedes hablar conmigo, que puedes confiar en mí. Estas bien?”

“Si,” Dijo. “Sí, estoy bien, en serio. Solo pasaba.”

La mirada en sus ojos le dijo que él no le creía ni por un segundo. “Alguien mas esta en problemas?”

Ella sacudió du cabeza. “Por qué piensas eso?”

“Porque esa es la única manera en que venias aquí antes. Nunca por ti, sin importar que tal mal personalmente hubieras necesitado una mano.”

“Esto es diferente. No es algo en lo que deberías estar involucrado.” Ella encendió el motor. “Por favor, Jack… Solo olvídate de que incluso me viste esta noche, de acuerdo? Lo siento. Me tengo que ir.”

Apenas agarro la palanca de cambios para poner el camión en marcha la fuerte mano de Jack vino a descansar sobre su hombro. No fue un apretón fuerte, pero incluso la más pequeña presión sobre su herida la hizo prácticamente saltar fuera de su piel. Contuvo el aliento mientras el dolor se lanzo a través de ella.

“Estas herida,” dijo él, aquellas cejas canosas y pobladas se unieron de una.

“No es nada.”

“Nada, mi culo.” Abrió la puerta y se subió adelante para tener una mejor vista de ella. Cuando vio la sangre, murmuro una fuerte maldición. “Que paso? Te apuñalaron? Algunos pandilleros trataron de tumbarte por tu camión o tu carga? Jesús, esto parece una herida de bala, y ha estado sangrando por algún tiempo, ahora-”

“Estoy bien,” insistió ella. “No es mi camión, y nada de esto es lo crees.”

“Entonces podrías decirme todo esto mientras te llevo al hospital.” El se adentro aun mas en la cabina, gesticulando para que ella le hiciera sitio. “Muévete, yo conduciré.”

“Jack,” puso su brazo sobre su grueso, antebrazo de cuero. “No puedo ir al hospital, o a la policía. No estoy sola aquí. Hay alguien en la parte de atrás del camión y el también está en malas condiciones. No puedo dejarlo.”

El la miro fijamente, incierto. “Has hecho algo en contra de la ley, Renata?”

Exhalo su risa débil, llena de cosas que ella no podía decir. Cosas que él no podría saber y segura como el infierno que no creería si le contara. “Desearía que fuera solo ley con la que tuviera que lidiar. Estoy en peligro, Jack. No puedo decirte más que eso. No quiero que te involucres.”

“Necesitas ayuda. Esa es toda la información que necesito.” Su rostro estaba serio ahora. Y más allá de las arugas, de su cara delgada, y el pelo canoso, vio un destello del Marino inquebrantable que habia sido todos aquellos años. “Ven adentro y conseguiré que tu y ti amigo descansen en algún lugar por un rato. Conseguiré algo para tu hombro también. Vamos, adelante, hay mucho espacio en la casa. Déjeme ayudarte – por una vez, Renata, deja que alguien te ayude.”

Ella quería eso tan malditamente, en lugar de enterrar en lo profundo de su interior ese dolor. Pero llevar a Nikolai a un lugar público era un riesgo demasiado grande, para él y para cualquiera que pudiera verlo. “Tienes algún otro lugar en vez de la casa? Un lugar tranquilo, con menos personas adentro y afuera. No tiene que ser muy grande.”

“Hay un pequeño apartamento en el garaje de atrás. He estado usándolo para guardar todo en su mayoría desde que Anna se ha ido, pero eres bienvenida.” Jack salió del camión y le ofreció su mano para ayudarla a bajar. “Vamos a llevarte a ti y a tu amigo adentro para así poder echar un vistazo a la herida.”

Renata bajo del asiento a el pavimento. Y en cuanto a mover a Nikolai? Estaba segura de que todavía estaba durmiendo bajo efectos del tranquilizante, que ayudaba a ocultar lo que realmente era, pero no habia manera de que pudiera esperar que Jack no encontrara en lo más mínimo inusual el desnudo, ensangrentado y golpeado, macho inconsciente. “Mi, um, amigo está realmente muy enfermo. Está en muy malas condiciones, y no creo que sea capaz de caminar por su propia cuenta.”

“He cargado más que un hombre de la selva en mi espalda,” dijo Jack. “Mis hombros pueden ser un poco debiluchos ahora, pero son lo bastante anchos. Tendré cuidado de él.”

Mientras caminaban juntos a la parte de atrás, Renata agrego, “Hay una cosa más, Jack. El camión, necesita desaparecer. No importa en donde, pero cuanto antes mejor.”

El dio una breve inclinación de cabeza. “Considéralo hecho.”

CAPÍTULO DIECISIETE

Traducido por Ale

Como Nikolai se despertó, se preguntó por qué no había muerto. Se sentía como el infierno, lento para abrir los ojos en la oscuridad, sus músculos lentos mientras hacia un inventario de su estado actual. Él recordó la sangre y la agonía, la detención y la tortura en las manos de un bastardo llamado Fabien. Él recordó correr o, más bien, alguien corriendo mientras luchaba, y tropezó por mantenerse erguido.

El recordó la oscuridad a su alrededor, el frío metal debajo de él, la batería golpeando sin descanso en su cabeza. Y él recordaba claramente una pistola que se apuntaba en su dirección. Una pistola que se marcho de su propio orden.

Renata.

Ella era la que sostenía el arma de fuego. Dirigiéndolo hacia él para evitar que un monstruo como el la atacara. ¿Pero Por qué no lo mató, como ella había querido? Por lo demás, ¿pero en primer lugar por qué había venido ella a buscarlo en la instalación de contención? ¿No se dio cuenta que el podría haberla matado sin interrupción estando a solas con el?