"¿Quién es él siguiente?" preguntó él, con un pie plantado en el centro de la columna vertebral de Lex mientras que él con tranquilidad balanceaba las pistolas de los otros dos guardias de Renata. "¿Qué, no hay ninguno interesado de ahora?"
"¡Maten a este hijo de puta!" rugió Lex, retorciéndose como un insecto atrapado bajo el marco del talón pesado que lo aprisionaba dominándolo. Con su mejilla aplastada contra el pavimento, sus colmillos emergiendo por la rabia, Lex lanzó una mirada en destellante sobre Renata y sus hombres. "¡Vuélenle la cabeza lejos, maldita sea!"
Antes de que la orden estuviese totalmente fuera de la boca de Alexis, tiraron del él sobre sus pies. Gritó cuando su peso cayo sobre su tobillo lesionado, pero fue la presencia repentina de su propia pistola que lo acariciaba detrás de la oreja lo que realmente hizo a sus ojos color ámbar volverse locos con pánico. Su captor, por el contrario, estaba tan tranquilo y calmado, como podía ser.
¡Oh, dulce Madre María!
¿Simplemente con quien demonios estaban tratando ellos?
"Ustedes lo han escuchado," dijo el captor de Lex. Su voz era baja y tranquila, sin apuros, y con la mirada fija que penetraba hasta en la oscuridad. Él clavo fijamente sus ojos en Renata. "Vengan adelante, si alguno de ustedes es lo suficientemente hombre. Por otra parte, si ustedes no prefieren ver que su cerebro se salpique todo sobre esta pared del edificio, entonces les sugiero que dejen caer sus armas. Abajo en el pavimento, de forma tranquila y fácil".
Al lado junto a ella en el callejón, Renata registro los gruñidos bajos y jadeos de los machos de Raza transformados. Individualmente, ninguno de los vampiros era físicamente mucho más fuerte que ella; como un equipo, ellos podrían ser más fuertes que el atacante de Lex, aunque ninguno de ellos pareciera dispuesto a averiguarlo. Un suave chasquido de metal semejante al de un arma fue colocado con cuidado sobre el pavimento. Esto dejaba, pues solo un guardia de seguridad con ella. Un segundo más tarde, él entregó su arma también. Ambos vampiros se retiraron un par de pasos lentamente, rindiéndose en el silencio cauteloso.
Y ahora, Renata se quedaba sola frente a esta amenaza inesperada.
Él le dedico una media sonrisa por el reconocimiento, enseñando los dientes y las puntas sus colmillos emergentes. Él se encontraba furioso; esos alargados colmillos era prueba fehaciente de ello. Como lo era la luz ambarina que comenzaba a rellenar sus ojos, cuando también ellos comenzaban a transformarse con sus característicos rasgos de la raza. Su sonrisa se ensanchó, haciendo aparecer unos hoyuelos dobles debajo de sus pómulos afilados como una navaja. "Parece que depende de ti y de mí, cariño. Yo no voy a solicitarlo más cortésmente por mucho más tiempo que me hagas esperar. Pon tu maldita arma bajo el suelo o tendrás residuos él."
Renata rápidamente consideró sus opciones – las pocas que ella tenía en ese momento. Su cuerpo todavía seguía estando tan crudo como un nervio expuesto, las réplicas de su esfuerzo mental todavía la estaban maltratando a ella, golpeándola hacia abajo. Ella podría intentar otro asalto a su mente, pero ella sabía que estaba operando y actuando sobre los humos. Incluso si ella lo golpeara con todo lo que ella tenia, no sería capaz de incapacitarlo otra vez, y una vez que ella estuviera agotada por ese asalto, ella no seria de alguna utilidad para nadie.
Su otra única opción era un riesgo de igual magnitud. Normalmente ella era un águila disparando, con reflejos rápidos y precisos de un francotirador, pero no podía contar con ninguna de sus habilidades cuando ella necesitaba la mayor parte de su atención sólo para mover sus miembros y comandar sus dedos para trabajar. No importaba lo que ella hiciera, ahora mismo consideraba las probabilidades escasas para que Alexei pudiera salir de esto en una sola pieza. Demonios, las posibilidades de ella o de alguien más que no se alejara de esta situación eran de verse nulas.
Este macho de la raza sostenía todas las cartas, y la mirada en sus ojos cuando él la observaba, esperaba por ella para decidir su futuro, pareciendo decir que él estaba muy cómodo en su posición de poder. Él tenia a Renata, a Lex, y al resto de ellos justo donde él los quería.
Pero ella estaría condenada si ella se rindiera sin luchar.
Renata inhalo para reunir su determinación, entonces ella atrajo su arma alrededor y la nivelo en torno al pecho de él. Sus brazos gritaron por el esfuerzo que esto llevó a cabo para hacerlo y mantenerla estable, pero ella absorbió el dolor, y lo empujó a un lado.
Ella tiro del seguro del arma. "Suéltalo a él. Ahora".
El cañón de arma de Lex se mantuvo atrancado hacia arriba apretado detrás de la oreja. "¿Tu no crees que realidad estemos negociando aquí, verdad? Tira. Tu. Arma". Renata tenía un tiro limpio, pero él también. Y él tenía la ventaja añadida de la velocidad sobrehumana. Él podía ser capaz de esquivar su disparo ya que fácilmente lo vería aproximarse. Había una fracción de segundo de retraso entre las rondas del cargador, incluso en su mejor momento. Esto significaba una gran oportunidad para él para abrir fuego, así, si él decidía pegarle un tiro a Lex antes o después de que él la sacara. En otro segundo, todos ellos podían estar comiendo de plomo. Este hombre era de la Raza, con su acelerado metabolismo y su poder de curación, él mantenía una oportunidad decente de sobrevivir llegando los disparos, ¿pero ella? Ella observaba e iba a una muerte segura.
"¿Tu tienes un problema conmigo en concreto, o es a él al que tu realmente quieres ver muerto esta noche? Tal vez sólo odias a cualquier cosa que tenga una polla. ¿Es eso?"
Aunque él mantuvo su objetivo cerrado, su tono era ligero, como si él estuviera jugando sólo con ella. No la estaba tomando en serio en absoluto. Su tono era arrogante. Ella no le respondió, simplemente jalo el gatillo de la pistola hacia atrás y apoyó su dedo índice ligeramente en el gatillo.
"Déjalo ir. No queremos ningún problema de contigo".
"Demasiado tarde para eso, ¿no te parece? Todo lo que tu observas es un problema ahora".
Renata no se inmutó. Ella ni siquiera se atrevió a parpadear por miedo a que este hombre lo pudiese tomar como una debilidad y se decidiera a actuar.
Lex temblaba ahora, el sudor corría por su rostro. "Renata", dijo él con voz entrecortada, pero si él quería decirle que se retirara o que hiciera su mejor movimiento, ella no estaba segura. “Por el amor de Dios Renata… diablos…"
Ella tenía un objetivo estable en el captor de Alexei, sus codos completamente cerrados, ambas manos agarrando su arma. Una brisa ligera de verano comenzó a levantarse, y la ráfaga suave de aire rastrillo su piel hipersensible, como fragmentos irregulares de cristal. En la distancia ella podía escuchar la música pop y la explosión de fuegos artificiales del final del festival que había ese fin de semana, las silenciosas explosiones que vibraban como truenos en sus huesos doloridos. Él zumbido del tráfico y los frenados en la calle fuera del callejón, los motores de los vehículos que lanzaban una repugnante mezcla de gases del escape, de goma caliente, y la combustión del petróleo.
"¿Cuánto tiempo deseas alargar esto, cariño? Porque tengo que decirte, la paciencia no es una de mis virtudes. "Su tono era casual, pero la amenaza no podía haber sido mas evidente. Él atrajo el gatillo de la pistola de nuevo, preparado para llevar a la noche a su final sangriento. "Dame una buena razón por la que no debería llenar este cerebro de gilipollas con plomo".
"Porque él es mi hijo." La voz masculina más baja vino desde la media cuesta oscura del callejón. Las palabras carecían de emoción, pero inquietaban y eran siniestras en su cadencia y densamente acentuadas con la áspera lima de la fría patria siberiana de Sergei Yakut.