“Hace dos años estaba segura que los vampiros no existían realmente. Sergei Yakut me hizo cambiar de opinión. El me demostró que no solo existen los vampiros, sino que son más temibles y peligrosos que cualquier cosa que yo hubiera visto en libros o películas. Ahora me estás diciendo que hay aún algo peor que él allí afuera?”
“No estoy tratando de asustarte, Renata. Solo creo que deberías saber los hechos. Todos ellos, Estoy confiando en ti con eso.”
“Por qué?”
“Porque quiero que entiendas,” el dijo, las palabras demasiado gentiles.
Como si se estuviera disculpando con ella de alguna forma.
Renata levantó la barbilla, una frialdad parecía haberse establecido en su pecho. “Quieres que entienda… qué? Que la vida de una niña desaparecida no significa nada en comparación con esto?”
Maldijo por lo bajo entre dientes. “No, Renata-”
“Está bien. Ahora lo entiendo, Nikolai.” No podía mantener la amargura de su voz, ni siquiera cuando estaba luchando por absorber todas las cosas sorprendentes que acababa de oir. “Hey, no es gran cosa. Después de todo, tu nunca has estado de acuerdo conmigo para nada y estoy acostumbrada a ser defraudada. ¿La vida apesta, verdad? Es bueno saber dónde estamos ambos antes de dejar las cosas ir más lejos.”
“Qué está pasando aquí, Renata?” Miró hacia ella, con una mirada muy penetrante, como si pudiera ver a través de ella. “¿Es esto realmente sobre Mira? O estas molesta por lo que ha pasado entre nosotros?”
Nosotros. La palabra clavada en su cerebro como un objeto extraño. Se sentía tan desconocido, tan peligroso. Demasiado íntimo. Nunca había habido un “nosotros” para Renata. Siempre había dependido solamente de ella, sin pedir nada a nadie. Era más seguro de esa forma. Más seguro ahora también.
Había roto su propia regla cuando había ido tras Nikolai para pedirle ayuda al buscar a Mira. Mira a lo que la había llevado: una herida de bala infectada, tiempo crucial perdido, y ni un paso cerca de encontrar a Mira. De hecho, ahora esa palabra estaba ciertamente fuera de su complicidad en la fuga de Nikolai de la custodia de Fabien, ella se quedó con muy pocas esperanzas de acercarse a los vampiros que la tenían. Si Mira estaba en peligro antes, Renata tal vez había hecho las cosas peor para la niña.
“Tengo que salir de aquí,” dijo inexpresiva. “Ya he perdido mucho tiempo. No podría soportar si algo le pasa a esa niña por mi culpa.”
Preocupación y frustración la hizo levantarse de la cama. Se puso de pie- demasiado rápido.
Antes de que se pudiera alejar dos pasos de Nikolai, sus rodillas flagearon. Su visión se oscureció por un segundo y de repente se estaba hundiendo hacia adelante. Sintió unos brazos fuerte sosteniéndola, la voz tranquila de Nikolai junto a su oído mientras la cogía y la levantaba sobre la cama.
“Deja de pelar, Renata,” dijo él, mientras salía de su debilidad y parpadeaba. Posicionado sobre ella, recorrió con la punta de sus dedos a lo largo del lado de su cara. Tan tierno, relajado. “No necesitas correr. No necesitas pelear… no conmigo. Estas a salvo conmigo, Renata.”
Quería cerrar sus ojos y encerrar sus gentiles palabras. Estaba tan asustada de creerle, de confiar. Y se sentía tan culpable de aceptar su comodidad sabiendo que una niña podría estar sufriendo, probablemente llorando por ella en la oscuridad y preguntándose por qué Renta había roto su promesa.
“Mira es todo lo que me importa,” susurró. “Necesito saber que ella esta a salvo, y que siempre lo estará.”
Nikolai dio un asentimiento solemne. “Se lo mucho que ella significa para ti. Y se lo difícil que es para ti el pedir ayuda a alguien. Jesucristo, Renata… conscientemente arriesgaste tu vida para sacarme del instalación de encarcelamiento. Nunca seré capaz de pagarte lo que hiciste.”
Volvió la cabeza sobre la almohada, incapaz de soportar su penetrante mirada. “No te preocupes, no me estás obligado a nada conmigo. No me debes nada, Nikolai.”
Dedos calientes se deslizaron a lo largo de su mandíbula. El tomó su barbilla en la palma de su mano y gentilmente guió su cara de nuevo a él. “Te debo mi vida. De donde vengo, eso no es una cosa pequeña.
La respiración de Renata se detuvo mientras lo miraba a los ojos. Se odiaba por la esperanza que encendía su corazón, la esperanza de que ella no estaba realmente sola en estos momentos. Esperanza de que este guerrero le aseguraría que todo saldría bien, y que no importaba que monstruo tuviera a Mira, la encontrarían, y que ella estaría bien.
“No dejare que le paso algo a Mira,” el dijo, forzándola a que sostuviera su mirada. “Tienes mi palabra en eso. No voy a dejar que nada te pase a ti tampoco, por lo cual voy a buscarte atención médica en cuanto oscurezca.”
“Qué?” Ella trató de levantarse e hizo una mueca por la punzada de dolor. “Estaré bien. No necesito un doctor-”
“No estás bien, Renata. Te pones peor cada hora.” Su expresión era grave mientras veía la herida punzante en su hombro y de regreso a sus ojos. “No puedes continuar así.”
“Sobreviviré,” insistió. “No me daré por vencida ahora, cuando la vida de Mira esta en juego.”
“¿Tu vida también está en juego. Entiendes?” Sacudió su cabeza y murmuró algo oscuro y desagradable por lo bajo. “Podrías morir si esa herido no es tratada. No dejaré que eso suceda, eso significa que tienes una cita con la sala de emergencia más cercana esta noche.”
“Qué hay de la sangre?” Ella vio como cada musculo en el cuerpo de Nikolai se tensaba en el momento en que las palabras dejaron sus labios.
“Que pasa con eso?” el preguntó, su voz neutra, ilegible.
“Me preguntaste si alguna vez había tomado la sangre de Sergei. Estaría sanada ahora si lo hubiera hecho.”
Levantó los hombros en gesto vago, pero la tensión en su gran cuerpo permanecía. Cuando levantó su mirada hacia ella, había destellos de fuego color ámbar en el azul invernal de su iris. Sus pupilas se estrecharon cuando él la miró.
“¿Estaría curada ahora si el me hubiera dado de su sangre, Nikolai?”
“¿Me estás pidiendo eso?”
“¿Si lo estuviera, me la darías?”
Él exhalo entrecortadamente, y cuando sus labios se separaron para tomar otro aliento, Renata vió las puntas filosas de sus colmillos. “No es una pregunta sencilla como tal vez piensas,” replicó, un tono áspero en su voz. “Estarías ligada a mí. De la misma manera que Yakut estaba ligado a ti a través de tu sangre, tu estarás ligada a mí. Me sentirás en tu sangre. Serás consciente de mi siempre, y no puede ser deshecho, Renata – no inclusive si bebes de la vena de otro macho de Raza. Nuestro lazos estarán por encima de cualquier otro. No puede ser destruido, no hasta que uno de los dos este muerto.”
Esto no era una cosa pequeña; ella entendía eso. Diablos, ella difícilmente creía que pudiera estar considerando todo eso. Pero muy adentro, loca como pudiera estar, confiaba en Nikolai. Y realmente no le importaba el costo para ella. “¿Si hacemos esto, seré capaz de salir caminado esta noche y buscar a Mira?”
Su mandíbula se apretó lo suficiente para que un musculo de su mejilla quedara tirante. El la miró, sus rasgos más salvajes por el momento. Poco a poco, el azul de sus ojos fue envuelto por el resplandor del fuego.
Cuando parecía que no le iba a contestar, Renata extendió su mano y la puso firmemente sobre su brazo. “¿Tu sangre me sanaría, Nikolai?”
“Si,” dijo él, la palabra sono atrapada en su garganta.
“Entonces quiero hacerlo.”
Mientras le sostenía la mirada en un silencio intenso, pensó en todas las veces en las que Sergei Yakut se había alimentado de sus venas, cuan degradada y usada se sentía… se revolvía por la idea de que había alimentado a algo tan cruel, un ser monstruoso. Nunca había considerado el tomar alguna parte adentro de ella, ni siquiera cuando se hubiera tratado de su propia sobrevivencia. Eso hubiera matado una pieza de su alma al poner por su voluntad su boca en el cuerpo de Yakut. Para beber de él? Ni siquiera estaba segura que su amor por Mira pudiera superar algo tan vil como eso.