Pero Nikolai no era un monstruo. Era honorable y justo. Era tierno y protector, un hombre que se sentía más y más un compañero para ella en este viaje incierto. Era su mejor aliado ahora mismo. Su más grande esperanza para recuperar a Mira.
Y más profundamente aún, en un lugar como toda mujer, con necesidades y deseos que ella apenas se atrevía a examinar muy de cerca, anhelaba el saborear a Nikolai. Lo anhelaba más de lo que tenía derecho.
“¿Estas segura, Renata?”
“Si me das tu sangre, entonces si,” dijo. “Quiero tomarla.”
En un largo silencio que siguió, Nikolai se echó hacia atrás de ella en la cama. Ella vio como se desabrochaba la gran camisa, esperando por ella con incertidumbre- su aprensión- empeorando. Eso no pasó. Mientas Nikolai se quitaba la camisa y se sentaba delante de ella- con el torso desnudo, sus dermoglifos pulsando, cada arco y curva saturados con variedad de sombras en colores rojo oscuro, no se sentía inquieta para nada. Cuando se arrastró hacia ella y levantó su brazo derecho a su boca, mostrando los enormes colmillos, entonces los hundió en su muñeca, no sentía ni siquiera un poco de temor.
Y cuando, en ese momento, puso sus puntos sangrantes justo a sus labios y le dijo que bebiera, no tenía ninguna inclinación por rechazarlo.
La primer probada de la sangre de Nikolai en su lengua fue un shock.
Ella esperaba ser arrastrada por el amargo sabor cobre, pero en su lugar probó especias y un poder que se esparció a través de ella como electricidad líquida. Podía sentir su sangre bajando por su garganta, por cada fibra de su cuerpo. Luz se filtraba en sus miembros desde adentro, y el dolor de su hombro herido se redujo cuando obtenía mas de Nikolai sanando sus fuerzas desde adentro.
“Eso es,” él murmuro, sus dedos acariciando su cabello húmedo quitándolo de su mejilla. “Ah, Cristo, eso es, Renata… bebe hasta que sientas que es suficiente.”
Succionó fuerte y largo de su vena, con un instinto que nunca había sabido que tenía. Se sentía bien el beber de Nikolai así. Se sentía más que bien… se sentía increíble. Mientras más tomaba de él, más viva se sentía. Cada terminación nerviosa parpadeó como si un interruptor hubiera sido puesto en su centro.
Y mientras el continuaba acariciándola, alimentándola y sanándola, Renata comenzó a sentir una nueva sensación de calor creciendo rápidamente en su interior. Gimió, arrastrada por una ola de lava fundida que atravesaba sobre ella. Se retorcía, y sabía sin ningún error lo que esto era… deseo. Un deseo que había estado tratando de negar desde que conoció a Nikolai, y que ahora aumentaba queriendo consumirla.
No podía resistirse para succionar más fuerte.
Necesitaba más de él.
Necesitaba todo de él, y lo necesitaba ahora.
CAPÍTULO VEINTIUNO
Traducido por Lizeth
Nikolai se apoyo sobre el borde de la cama, tanteando su mano libre sobre la sabana y manteniéndola allí como una línea atada mientras Renata continuaba alimentándose.
Ella bebió de él como hacia todo lo demás: con intrépida fuerza y feroz convención. Sin ninguna ansiedad cercana en sus ojos verdes – claros, ni la incertidumbre en su firme agarre de su brazo. Y cada tirón de su boca en su vena abierta, cada conveniente, barrida succionada de su lengua a través de su piel, forzándolo aun más que cualquier cosa que alguna vez haya sentido antes.
De todas las cosas que ella puso en su mente, Renata era una fuerza a tener en cuenta. Ella era diferente de cualquier mujer que Niko hubiera conocido – en muchos sentidos, tanto una guerrera como cualquier macho de Raza que habían servido junto a él en la Orden. Ella tenía el corazón de un guerrero y el honor de un guerrero, y una determinación inquebrantable que exigía su total respeto. Renata habia salvado su vida, y por eso el le debía. Pero infierno santo… lo que estaba pasando entre ellos aquí no tenía nada que ver con el deber u obligación.
El estaba empezando a preocuparse por ella – más de lo que cómodamente quería admitir, incluso a sí mismo.
El la quería también. Cristo, era totalmente cierto, su necesidad se hizo aun peor por la erótica succión de su boca mientras permanecía en su vena, su esbelto cuerpo ondulándose en reacción ardiente a su sangre de otro mundo, alimentando sus células inexpertas.
Renata gimió, un ronroneo profundo de excitación mientras ella se movía más cerca hacia él en el colchón, cada movimiento de roce de su cuerpo aflojaba la toalla que la cubría. Ella no parecía notarlo, o preocuparse en absoluto por que la mirada ámbar de Nikolai estaba viajando detalladamente por la casi desnudez suya. Su herida de hombro se veía mucho mejor ya. La hinchazón y el enrojecimiento se desvanecían, y el color demasiado – pálido del resto de su piel parecía más saludable por minuto. Renata estaba cada vez más fuerte, más vibrante y exigente, una fiebre siendo sustituida por otra.
Probablemente el debería haberle dicho que aparte de su nutrición y propiedades curativas, la sangre de Raza era también un potente afrodisiaco. Supuso que podría manejar cualquier cosa que pudiera pasar, pero maldición… nada podría haberlo preparado para la respuesta ardiente de Renata.
Avanzando lentamente contra el ahora, todavía succionando de él, se acerco con una mano y libero su puño apretado en la enredada sabana. Dirigió sus dedos bajo los pliegues de la toalla de baño hacia sus pechos. El no podía resistirse a pasar la yema de sus dedos sobre uno de los firmes pezones, y luego el otro. Su respiración se acéreselo mientras el acariciaba su calurosa, y tierna piel, la fuerte vibración del latido de su corazón contra su mano mientas impacientemente ella lo dirigía a bajar… sobre el suave y llano de su abdomen a la sedosa coyuntura de sus muslos.
Ella estaba mojada y caliente, la hendidura de su sexo como el satín caliente, y mojado mientras el deslizaba un dedo a lo largo de su centro. Ella apretó sus piernas a su alrededor, manteniéndolo allí como si él tuviera algún pensamiento del todo para salir. Tomo otra succión de su muñeca, el tirón tan profundo que él lo sintió todo el camino hasta sus pelotas. Apretando sus ojos hasta cerrarlos, dejo caer su cabeza hacia atrás y silbo un lento y mudo gemido, los tendones en su cuello se tensaron como cables. Su polla estaba solida como una – roca y aclamando completa atención entre sus piernas. Otro minuto de este tormento y el iba a correrse allí mismo en sus pantalones deportivos prestados.
“Ah, carajo!” gruño él, alejando su mano de la dulce tentación de su excitado cuerpo. Lentamente bajo su barbilla para mirarla. Cuando sus parpados se levantaron, el calor de sus iris transformados bañaba a Renata en un ardiente – resplandor brillante. Estaba gloriosamente desnuda, sentada delante de él como una oscura diosa, sus labios sujetos a su muñeca, sus ojos claros oscureciéndose mientras ella lo miraba fijamente, sin vergüenza.
“No más,” murmuro él, su voz ronca, las palabras espesas por la presencia de sus colmillos. Le faltaba la respiración, cada terminación nerviosa electrizada. “Tenemos que parar… Jesucist… Será mejor que paremos ahora.”
Ella gimió en señal de protesta, pero muy suavemente, Nikolai retiro su muñeca del agarre y del sustento de Renata y llevo sus dos pinchazos a sus labios. Una pasada de su lengua por las heridas y las selló.
Con los ojos ensimismados y hambrientos, ella lo vio lamer el lugar donde su boca habia estado, su propia lengua salió precipitadamente para lamer sus labios. “Que me está pasando?” pregunto ella, pasando las manos sobre sus pechos, su columna vertebral estirándose y arqueándose con gracia felina. “Que me… Hiciste? Dios mío…me estoy quemando.”