Él podría haberla detenido.
Si hubiese querido, él podía haber estado encima de ella mas rápido de lo que podía rastrear, físicamente impidiéndole avanzar otro paso hacia el vehículo. Él podría ponerla en trance con una pasada simple de su mano por el rostro y así obligarla a esperar a que el dolor que probablemente la acabaría completamente no mucho tiempo después de que ellos llegaran al Recinto.
Él podría haber retenido su trasero con alguna diferente manera, pero en cambio él dio vuelta alrededor del lado del conductor de la Humvee negro antes de que ella llegara y le bloqueó la entrada con su cuerpo.
"Voy a manejar", dijo él, sin darle la oportunidad de discutir. "Tu estas pulverizada."
Renata lo miró por un segundo, entonces camino por encima y se subió a el asiento del pasajero.
Ellos encontraron su camino de regreso a la carretera y condujeron la pequeña distancia hacia la propiedad arbolada de Yakut en silencio. Niko apagó las luces mientras se acercaban a un ritmo lento de movimiento. Él estaba a punto de sugerir que deberían ellos salieran afuera y se movieran hacia la casa a pie cuando se dio cuenta que algo estaba fuera de lugar.
"¿Esta siempre así de tranquilo?"
"Nunca", dijo Renata, disparándole una mirada serie. Ella alcanzo detrás de los asientos para tomar algunas de las armas de la Agencia. Ella paso la correa de un fusil automático por su cabeza y luego le entregó a Nikolai uno para sí mismo. "A Lex sólo le habían quedado dos guardias, pero no parece que alguien este por aquí en absoluto."
Y aunque desde esta distancia, Niko detectó el olor de la sangre derramada. Sangre de la Raza, procedentes de más de una fuente.
"Espera aquí mientras voy a echar un vistazo a las cosas".
Ella le dirigió una insubordinada mofa que él podría haber predicho lo que se avecinaba.
Ambos salieron del vehículo y se trasladaron juntos hacia la oscura casa principal. La puerta principal estaba abierta de par en par. Huellas de neumáticos frescos estaban presenten en el camino de grava, anchas, profundas huellas como del tipo que un SUV de gran tamaño dejaría detrás.
Niko tenía la sensación de que la Agencia de Imposición había estado aquí también. La casa estaba completamente en silencio, apestando con el hedor de las recientes muertes de vampiros. Él no tenia la necesidad de encender las luces para ver la carnicería. Su aguda visión se mancho con los dos machos muertos solos en el interior, ambos con tiros a quemarropa en la cabeza de varias rondas.
Él guio a Renata alrededor de los cadáveres, siguiendo a su nariz por la parte posterior de la lugar, a los aposentos privados de Yakut. Él sabía lo que iba a encontrar allí dentro, como bien. Aún así, entró en la habitación y soltó una maldición furiosa.
Lex estaba muerto.
Y con él, su mejor esperanza de localizar a Edgar Fabien esta noche.
CAPÍTULO VEINTICUATRO
Traducido por Laura
La respiración de Renata se paralizó con el sonido de la maldición murmurada de Nikolai. Ella extendió la mano hasta el interruptor de la luz cerca de la puerta abierta del dormitorio de Yakut. Lentamente la encendió.
Ella no pudo hablar mientras miraba el cuerpo sin vida de Lex, sus ojos vacíos y nublados por la muerte, tres grandes agujeros de bala en su cabeza. Ella quiso gritar. Santo cielo, ella quiso caer de rodillas, pasar sus manos por su pelo, y arañar las vigas- no con dolor o estupefacción, sino con completa y concienzuda ira.
Pero sus pulmones estaban angostos en su pecho.
Sus miembros estaban decaídos, brazos y piernas demasiado pesados para moverlos.
Que esperanza había estado ella albergando -tan pequeña como era- que ellos podrían venire aquí y conseguir una sólida correa sobre la ubicación de Mira filtrándose fuera de ella, tan segura como la sangre de Lex que se escurría entre los baldosines del suelo de la habitación de su padre.
"Renata, encontraremos otra manera," dijo Nikolai desde algún lado cerca de ella. El se inclinó sobre el cuerpo y sacó un teléfono móvil del bolsillo del abrigo de Lex, lo abrió y apretó algunas teclas. Contactaré con Gideon y le dire que les persigan. Tenemos que hacer algo con Fabien muy pronto. Le atraparemos, Renata”.
Ella no pudo responder; no tenía palabras. Girándose lentamente, ella caminó fuera de la habitación, apenas consciente de que sus pies se movían. Ella deambuló a través del oscuro edificio, dejando de lado los cuerpos tirados en la gran habitación y en el vestíbulo…insegura de donde dirigirse, todavía inmune cuando se descubrió de pie en el centro de la diminuta habitación donde Mira había dormido.
La pequeña cama estaba justo como ella la había dejado, como si esperaba que su ocupante regresara. Sobre la achaparrada Mesilla de noche, había una flor Silvestre que Mira había recogido a principios de la semana, en una de las raras veces que Sergei Yakut había permitido que la niña se aventurara fuera. La flor de Mira estaba marchita ahora, los frágiles petalos blancos caían sin vida, tallo verde tan mustio como un hilo.
"Oh, mi dulce ratón," Renata susurró en la oscura y vacía habitación. "Lo siento…Lamento no haber estado aquí a tiempo…"
"Renata." Nikolai permanecía de pie fuera de la habitación. "Renata, no te hagas esto a ti misma. No tienes la culpa. Y esto no ha acabado, todavía no”.
Su profunda voz era tranquilizadora, cómoda solo por oírle, y saber que el estaba allí con ella. Ella necesitaba esa tranquilidad, pero porque ella no la merecía, Renata rehusó correr a sus brazos como tan desesperadamente quería hacer. Ella permaneció donde estaba, rigida y sin moverse. Deseando poder dar marcha atrás a todos sus fallos.
Ella no podia atreverse a permaencer en el edificio durante otro minuto. Había demasiados recuerdos oscuros aquí.
Demasiada muerte alrededor de ella.
Renata dejó que la flor muerta cayera fuera de sus dedos y sobre la cama. Ella dio la vuelta alrededor de la puerta. “Tengo que salir de este lugar” murmuró ella, culpabilidad y angustia retorciendose en su pecho. "No puedo…Me estoy asfixiando aquí…no puedo…respirar”.
Ella no esperó a que el contestara- no podia esperar allí, ni un minuto más. Empujandole, corrió fuera de la habitación de Mira. Ella no dejó de correr hasta que sus pies la habían llevado fuera de la parte trasera del edificio principal y dentro del bosque cercano. Y aún así sus pulmones se retorcieron como si fueran aplastados por un torno.
Detrás de su cráneo, ella pudo sentir un dolor de cabeza floreciendo. Su piel no le dolía todavía, pero estaba cansada hasta los huesos y sabía que no pasaría mucho tiempo antes de que el cansancio la noqueara. Al menos su hombro se sentía decente. La herida de disparo todavía estaba allí, aún un profundo latido en sus músculos, pero la sangre de Nikolai había hecho algún tipo de magia en la infección.
Renata se sintió lo suficientemente fuerte cuando echo un vistazo y vio el parquet cerrado -el edificio anexo donde ella y tantos otros habían sido traídos como cebo para el deporte enfermo de sangre de Yakut -ella no pensó dos veces en saltar y tirar el rifle del agente de la ley alrededor de donde había sido movida hasta su espalda. Ella disparó el pesado cerrojo hasta que se rompió y cayó al suelo. Entonces ella abrió la puerta y la dejó suelta con más disparos desde dentro, salpicando el gran redil, las paredes y vigas- todo ello- con un destructor pedrisco de balas.
Ella no soltó el gatillo hasta que el caragdor estuvo vacío y su garganta estaba seca de sus gritos. Sus hombros pesaban, el pecho serrandola como un bramido.
“Debería haber estado aquí” dijo ella, oyendo a Nikolai acercarse a ella por detrás. “Cuando Lex la arrojó sobre Fabien, debería haberle detenido. Debería haber estado allí por Mira. En vez de eso yo estaba en la cama, demasiado débil e…inútil”.