Ella unió sus tobillos alrededor de su espalda mientras el caía en un ritmo más frenético.
“Más fuerte” susurró ella, queriendo sentir que el machacaba sus miedos, un martillo para aplastar toda su culpabilidad y dolor y vacío. “Oh, Dios, Nikolai… fóllame más fuerte."
Su gruñido de respuesta sonó tan entusiasta como salvaje. Deslizando su brazo por debajo de ella, el la inclino para encontrar sus caricias, conduciéndola con toda la ira que ella tan desesperadamente necesitaba. El barrió de su boca un beso febril, cogiendo su grito mientras su climax rugía sobre ella como una tormenta. Renata tembló y se estremeció, agarrándole mientras el continuaba empujando, cada músculo de su espalda y hombros volviéndose tan fuertes como el granito.
"Ah, Christo," el dijo entre sus dientes y colmillos, sus caderas moviéndose de forma estrepitosa contra su rápido y temerario ritmo, que se sentía tan bien. Tan lleno de vida y alegría.
Su vulgar grito de liberación se hizo eco en la voz de Renata mientras ella volvía de Nuevo, aferrándose a él mientras ella se perdía en este delicioso nuevo sentido de despreocupación.
Ella verdaderamente estaba a la deriva, pero en este momento no sentía miedo. Ella estaba a salvo con este hombre salvaje y temerario-ella verdaderamente creía eso. Ella confiaba en Nikolai con su cuerpo y con su vida. Mientras ella permanecía allí con el en una postura intima, no era tan dificil imaginar que ella podía confiar en el con su corazón también.
Lo que ella podría, de hecho, estarse enamorando de el.
El golpeteo fue insistente- un frenético latido en la solida puerta de roble del Darkhaven de Andreas Reichen en Berlin.
"¡Andreas, por favor! ¿Estás ahí? Es Helene. ¡Debo verte!"
Eran más de las 4 A.M., solo un breve rato antes de que el sol apareciera sobre el horizonte, solo unos pocos rezagados en la casa permanecían despiertos. El resto de familiares de Reichen-cerca de una docena de ellos, jovenes hombres de la raza y parejas con niños pequeños, algunos de ellos recien nacidos- ya habían comenzado a irse a la cama durante el día.
"¿Andreas? ¿Alguien?" Otra serie golpes llenos de pánico, seguidos por un grito aterrado. "¡Hola! Alguien, por favor… ¡Déjenme entrar!"
Dentro de la mansión, un hombre de la raza salió de la cocina donde el había estado calentando un vaso de leche para su compañera de raza que le esperaba en la planta de arriba en la enfermería, donde estaba atendiendo a su exigente bebé. El conocía a la mujer humana que estaba en la puerta. La mayoría del Darkhaven la conocían, y Andreas había dejado claro que Helene era siempre bienvenida en su casa. Que ella había llegado sin avisar a horas tardías, y mientras Andreas estaba lejos en negocios privados durante dos noches, era raro. Incluso más raro era el hecho de que la típica ejecutiva bajo control estaba tan obviamente asustada.
Inundada de preocupación por lo que podia haber ocurrido a la compañera humana de Andreas, el hombre del Darkhaven dejó la taza de leche y corrió por el suelo de mármol del vestíbulo, su ropa de baño volando detrás de el como una vela. "Voy," el gritó, alzando su voz para ser oído por el golpe incesante y las súplicas llorosas de Helene de ayuda al otro lado de la puerta. Sus dedos volaron sobre el teclado del sistema de seguridad de la mansión. “¡Un momento!” Estaré ahí, Helene. Todo va a estar bien”.
Cuando la luz electrónica parpadeó para indicar que los sensors estaban deshabilitados, el quitó los cerrojos y abrió la puerta.
"¡Oh, gracias a Dios!" Helene corrió hacia el, su maquillaje movido, manchas negras moviéndose por sus mejillas. Ella estaba pálida y temblorosa, sus habítuales ojos astutos parecían de alguna manera vacíos mientras ella hacía una rápida búsqueda visual del vestíbulo.
"Andreas…¿dónde está el?"
"Se fue a Hamburgo por negocios hasta mañana por la noche. Pero tu eres bienvenida aquí." El retrocedió para dejarla espacio y que entrara en la mansión. "Entra, Helene. Andreas no querría que te rechazaramos."
"No," dijo ella de alguna manera débil. "Sé que el nunca me rechazaría."
Entró al vestíbulo y pareció instantáneamente más calmada.
"Ellos sabían que el nunca me rechazaría…"
Fue en ese momento cuando el joven Darkhaven se dio cuenta de que Helene no estaba sola. Detrás de ella, apresurándose ahora antes de que el pudiera hacer algo como dar la voz de alarma, había un equipo de agentes de la ley pesadamente armados vestidos de cabeza a pies de negro.
He agitó alrededor su cabeza para mirar a Helene incrédulo. Con complete horror.
"¿Por qué?" preguntó el, pero la respuesta estaba en sus ojos vacíos.
Alguien había conseguido controlarla. Alguien muy poderoso.
Alguien que había convertido a Helene en un Subordinado.
El pensamiento se registró antes de que el primer disparo le golpeara. El oyó cargadores siendo disparados, oyó los gritos de su familia mientras el Darkhaven despertaba con terror.
Pero entonces otra bala golpeó su cráneo, y su mundo y todo en el se volvió silencioso y negro.
CAPÍTULO VEINTICINCO
Traducido por Chiamara
Nikolai se sentó dentro a la sombra del refugio de vid y observó como un único haz de luz a través de las hojas iluminaba el cabello oscuro de Renata mientras dormía. La luz ultravioleta es tóxica para los de su especie después de media hora de exposición continua, pero no resistía el deseo de dejar aquel pequeño agujero entre la vegetación, y dejar fuera al terco rayo.
En cambio, por los pasados minutos, había estado sentado junto a Renata observando, admirando, demasiado intrigado, como la luz empapaba su cabello de éban, la infusión de hilos de seda con una docena de tonos diferentes, cobre, bronce y Borgoña.
¿Qué diablos le pasaba?
Estaba sentado, mirando su cabello, por el amor de Dios. No solo mirándolo, sino mirándolo con total fascinación. Para Niko, eso indicaba uno de dos hechos preocupantes: o bien debía considerar muy seriamente tomar cursos con Vidal Sassoon*, o el estaba completamente perdido por esta mujer.
Lejos como el pasado, para siempre, arruinado por ningún otro más que él.
En algún lugar, de alguna manera, se había dejado enamorar de ella.
Lo que explicaba por qué no podía mantener sus manos y otras partes, lejos de ella. También explicaba por qué había pasado toda la noche – con excepción de su viaje rápido al refugio antes del amanecer – tumbado junto a Renata, sosteniéndola en sus brazos. Y si necesitaba una explicación del por qué su pecho se había sentido tan constreñido y pesado cuando rompió a llorar ayer por la noche, o por qué se había sentido obligado a compartir con ella su sentimiento de culpa por la pérdida de Dimitri hace tantos años, se suponía que el estar enamorado de ella lo explicaba.
Por mucho que tratara de convencerla de que estaba a salvo con él, Nikolai se sentía a salvo con ella también. Confiaba en ella plenamente. Mataría por protegerla, moriría por ella, sin dudar ni un segundo si llegara a ello. Tal vez ella no ha sido parte de su vida por mucho tiempo, pero él no se imaginaba no teniéndola.
“Oh! Mierda.”
Realmente se había enamorado de Renata.
“Jodidamente brillante,” murmuró, hizo una mueca cuando ella se agito por el sonido de su voz.
Ella abrió los ojos, sonrió cuando lo vio sentado ahí. “Hola!”
“Buenos días,” dijo, casualmente alcanzando un rama de vid para cerrarla y dejar fuera el último rayo de sol.
Encontró su estiramiento, gatuno aun más fascinante que su pelo. Estaba usando la camisa de algodón tipo Oxford que le había llevado la noche anterior, la mitad de los botones esparcidos por el piso del refugio. La gran camisa estaba abierta a la mitad hacia abajo al frente, apenas cubriendo su desnudez. Ninguna queja por él.
“Cómo te sientes?”