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Niko asintió con gravedad. “Pero había alguien más que estaba en desacuerdo con el edicto de que los Antiguos deberían ser destruidos: Dragos. La Orden ha descubierto pruebas que demuestran que en vez de eliminar a la criatura que lo engendró, Dragos le ayudó a ocultarse. El hizo un santuario para la criatura en una zona remota de las Montañas Bohemias”.

“¿Y la Orden sabe si esto es verdad?”

"Encontramos la cámara y vimos la cripta. Desafortunadamente, estaba vacía cuando llegamos allí”.

Yakut gruñó, considerando aquello. “¿Y qué hay sobre Dragos?”

“El fue asesinado en la Vieja Guerra- pero sus descendientes viven. Así como su traición. Creemos que fue el hijo de Dragos quien localizó la cámara antes que nosotros y liberó al Antiguo de su sueño. También sospechamos que el hijo de Dragos es el único que está detrás de los recientes asesinatos entre los Gen Uno de la nación”.

“¿Y qué gana con eso?” preguntó Yakut, con los brazos cruzados sobre su pecho.

“Eso es lo que tratamos de descubrir. Tenemos unidades de inteligencia sobre él, pero no es suficiente. Ha desaparecido de la nada y va a ser muy difícil hacerle salir. Pero lo conseguiremos. Mientras tanto, no podemos permitirnos dejarle hacer avanzar con el plan que tenga en mente. Eso es por lo que la Orden está tendiéndote la mano a ti y el resto de los Gen Uno. Cualquier cosa que pudieras oír, cualquier cosa que hayas visto…”

“Hay un testigo” dijo Yakut, interrumpiendo a Niko con la abrupta entrada. “Una chica joven, un miembro de mi servicio. Ella estaba allí. Ella vio al individuo que me atacó la semana pasada. De hecho, ella asustó al bastardo lo suficiente para que yo pudiera escapar.”

La cabeza de Nikolai estaba dando vueltas con las inesperadas noticias. El dudaba mucho que una niña pudiera asustar a un hábil y experimentado asesino, pero estaba lo suficientemente interesado para escuchar más. “Necesito hablar con esa chica”.

Yakut asintió vagamente, los labios apretados mientras alzaba la vista al oscuro cielo que había sobre su cabeza. “Amanecerá en pocas horas. Puedes esperar a que pase la luz del día en mi casa. Hacer tus preguntas, hacer tu trabajo para la Orden. Entonces, mañana por la noche, te irás.”

En la medida en que la cooperación continuara, no era mucho. Pero era más de lo que había tenido incluso hace unos pocos minutes desde el gallito vampiro Gen Uno.

“Está bien” contestó Niko, mientras se acercaba a Sergei Yakut y caminaba con él hacia el sedan negro que les esperaba parado en el bordillo.

CAPÍTULO CUATRO

Traducido por Aletse

Renata no tenia ni idea de lo que el desconocido rubio podía haber dicho para persuadir a Sergei Yakut para que lo invitara a su refugio que se encontraba en su recinto privado al norte de la ciudad.

En los años desde que Renata se había introducido en la vida como miembro de la guardia personal de Yakut, nadie fuera de ese pequeño circulo de funcionarios vampiros y del detalle de su guardia privada había sido permitido alguna vez en las tierras del bosque aislado que estaba rodeado por unas verjas.

Sospechoso por naturaleza y solitario, cruel hasta el punto de la tiranía, el mundo de Sergei Yakut era uno de control y desconfianza. Que Dios los ayudara si alguien lo cruzara de cualquier forma, ya que cuando el puño de su rabia golpeaba, este caía lanzándose como un yunque. Sergei Yakut tenía pocos amigos e incluso menos enemigos, ninguno parecía sobrevivir mucho al filo de su sombra.

Renata había llegado a conocer al macho que ella protegía bastante bien, para saber que él no era exactamente susceptible a la idea de la compañía no invitada, pero él hecho de que no hubiese asesinado a este intruso- este guerrero- como se había referido a él allá atrás en el callejón, para otorgarle al menos un pequeño grado de respeto. Si no era por el guerrero en si mismo, entonces era por el grupo al que él pertenecía, -la Orden.

Cuando ella traslado el Mercedes blindado que conducía hasta la entrada de la áspera casa principal construida en madera que estaba al final del largo pasaje, Renata no pudo resistir echar una mirada por el espejo retrovisor a los dos vampiros que se encontraban sentados en silencio en los asientos traseros.

Los ojos azul claro se encontraron con la mirada fija que estaba en el espejo. El no parpadeo, ni siquiera cuando la segunda mirada se extendió más allá de la curiosidad de aquel simple desafío. El estaba lejos de estar enojado, su ego sin duda todavía golpeado por el hecho de que ella lo hubiese engañado en el callejón y conducido a una trampa. Renata fingió ignorarlo cortésmente cuando ella rompió la pesada conexión de su fija mirada y condujo el coche hasta detenerse delante de las puertas.

Uno de los machos de la Raza que estaba de guardia en la entrada bajo las amplias escaleras para abrir la puerta trasera de la berlina. Detrás de él, a unos pasos estaba otro guardia, este tenía un par de galgos rusos- perros lobos- que libero. Sus dientes inmediatamente fuero al descubierto gruñendo, los perros guardianes emitían grandes ladridos y gruñían como unos salvajes hasta el momento en que Sergei Yakut salió del coche. Los animales estaban tan bien entrenados así como el resto del personal del vampiro: una mirada de su maestro y ellos se callaron automáticamente, un silencio sumiso, con sus grandes cabezas sosteniéndose hacia abajo cuando él y él guerrero entraban en la casa.

El guardia que estaba de pie cerca del coche cerro la puerta trasera que había quedado abierta y le disparo una mirada interrogativa a Renata a través del cristal tintado de la ventana.

¿Quién demonios es ese? Era la pregunta evidente que su rostro expresaba pero antes de que él pudiera solicitarle que bajara su ventanilla para poder interrogarla, ella puso en marcha la berlina, dejando atrás solo un simple rastro de humo.

A medida de que ella alejaba el coche del camino de grava y lo llevaba alrededor del garaje que estaba en la parte posterior de la puerta de entrada, el dolor y la tensión que ella había estado sintiendo antes comenzó nuevamente a arrastrase a través de su cuerpo. Ella estaba cansada completamente de la confrontación de esta noche, sus miembros y mente igualmente cansados y doloridos. Todo lo que ella deseaba era su cama y un largo y caliente baño en la tina. A ella realmente no le importaba lo que ocurriera primero.

Renata tenia su propia habitación pequeña en la casa, un lujo que Yakut no les brindaba a ninguno de los machos que le servían. Incluso Alexei dormía con los otros guardias en cuartos comunes, durmiendo sobre jergones de piel extendidos en el sueño, como si fueran una guarnición venida directamente de la edad media. La habitación de Renata era solo ligeramente mejor que eso: un estrecho espacio lo suficientemente grande solo para la cama, la mesita de noche y el baúl que contenía su pobre ropa. Un cuarto de baño acondicionado con una bañera con patas se encontraba en el pasillo y lo compartía con la única otra mujer a cargo de Sergei Yakut.

Las comodidades eran rusticas, en el mejor de los casos, como era el resto de los centenares tablones del recinto, y el mobiliario era también escaso. Por no mencionar un poco repugnante.

A pesar de que Yakut, una vez le comento de que él y su familia solo habían estado viviendo allí por la ultima década, el antiguo pabellón de caza estaba lleno de lo que parecía ser el valor de medio siglo de pieles de animales, y para completar el juego, cornamentas empalmadas. Ella asumía que la decoración de taxidermia, había pertenecido al propietario anterior, pero a Yakut no parecía importarle compartir su casa con toda esa morbosidad. De hecho, parecía que él disfrutaba del carácter primitivo del lugar. Renata sabía que él vampiro siberiano era mas viejo de lo que aparentaba ser, mucho, mucho mas viejo, como aquellos de su Estirpe con frecuencia era. Pero no hacia falta ser un genio para imaginarlo arropado con pieles y mas pieles, y armaduras de acero y hierro, causando sangrientos estragos en indefensas aldeas de las regiones remotas del norte de Rusia. El tiempo no había suavizado ninguno de sus bordes, y Renata podía testificar de primera mano la naturaleza letal de Yakut.