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Niko miro con ojos llameantes de ámbar como Renata lo obedecía rápidamente, despojándose de su ropa y tendiéndose sobre el piso de césped sombreando del refugio, sus muslos dejándose abrir, presentándose a él sin una pizca de inhibición.

“Oh, sí,” Niko gruño. “Eso es mucho mejor.”

El era desenfrenado por la necesidad de ella. Arrancándose su propia ropa y dejándola a un lado, se subió sobre sus caderas y la monto. Su polla empujó hacia afuera, pataleando mientras ella lo acariciaba torturándolo, una rendija de luz – se filtraba, el sostuvo sus ardiente mirada mientras llevo su muñeca hasta su boca y mordió su propia carne.

“Déjame probarte de nuevo,” dijo ella. Subiendo hasta encontrar su vena mientras él llevaba sus perforaciones a su boca. Gotas carmesí salpicaron hasta caer sobre sus pechos, tan vivido contra su cremosa piel. Ella gimió, cerrando sus ojos mientras lo succionaba, saboreándolo.

Niko la miraba beber, mirando su cuerpo empezar a retorcerse por la excitación. Con su mano libre, él la acarició, incapaz de resistir pasar sus dedos por la sangre que habia derramado sobre ella. La perspectiva de su sangre marcando su piel era tan erótica como nada que hubiera visto. Su toque atrevido más abajo, ene l centro fundido de ella estaba tan listo para él. Sus brazos sujetaron su muñeca, sosteniéndolo contra ella mientras el primer orgasmo se disparo a través de ella.

Niko gruño de pura adoración masculina mientras alimentaba a su hembra de su cuerpo y la sentía a ella clamar para tenerlo. El la dejo beber durante varios minutos, hasta su cuerpo estaba ardiendo de nuevo debajo de él.

El también estaba ardiendo.

Cuidosamente el tomo su muñeca de su boca y cerro las perforaciones con una pasada de su boca. Renata todavía estaba arqueándose y retorciéndose, todavía gimiendo por él, mientras él se preparaba sobre ella y se sumergía en casa, sus uñas sus se cernía sobre sus hombros en un dolor delicioso.

Nikolai le hizo el amor tan despacio como pudo – tan despacio como la fiebre de su cuerpo se lo permitía. Ella se corrió de nuevo, fijándose alrededor de él y retorciéndose de una furiosa liberación de él también. Difícilmente reduciendo la embestida. Todavía estaba duro dentro de ella, todavía hambriento por esta mujer… su mujer.

Con una mano temblorosa, Nikolai suavizo los pinchazos oscuros ya cerrados de un lado de la hermosa garganta de Renata. “Estas segura?” él le pregunto, su voz apenas reconocible para el mismo, estaba tan seca y desesperada. “Renata… Quiero que estés segura.”

“Si,” ella se arqueo hasta confírmalo con su empuje, su constante mirada suplicante. “Si.”

Con un gruñido salvaje enroscándose en su garganta, Nikolai desnudo sus colmillos y descendió sobre ella.

El dulce sabor de la sangre de Renata surgiendo en su boca lo nielo totalmente como patada rotunda en el estomago. Ah, Cristo, ahora lo sabía. Cuantas veces habia especulado el trasero de otros guerreros acerca de estar emparejados y encontrar a una hembra que los haría deslumbrar a cualquier otro? Fácilmente cientos de veces. Miles, probablemente.

Que mierda de desorientado habia estado.

Ahora lo sabía. Renata lo tenía, incluso antes de que el mismo se hubiera dado con su mordedura. Estaba de rodillas ante esta mujer, y con gusto se quedaría allí por el resto de su vida.

Niko bebió aun más, ahogándose en el placer del vínculo que habia forjado a través de la unión de sangre y el ritmo desorbitado de sus cuerpos unidos. Sus dientes que todavía la mantenían debajo de él mientras tomaba su último trago de ella, Nikolai se corrió de nuevo, esta vez mas fuerte, una descarga asombrosa que lo golpeo como un tren de carga. Se aferro a ella, estremeciéndose con intensa satisfacción. Aunque pudiera haber bebido a sorbos de su vena durante toda la noche, Nikolai se obligo alejarse, sellando sus heridas con una tierna barrida de su lengua.

El se quedo mirándola, su iluminada mirada en su piel. “Te amo,” jadeo e, necesitando que lo escuchara y le lo creyera. Quería que ella lo recordara después de esta noche, después de que lograran ubicar a Fabien al norte y Nikolai la explicara por qué habia sentido la necesidad de mentirle hoy. Beso su mentón, su mejilla, su frente. “Te amo. Renata.”

Ella le sonrió soñolientamente. “Mmmm… me gusta realmente como suena eso.”

“Entonces tendré que asegurarme de que lo oigas mucho.”

“De acuerdo.” Murmuro ella, sus dedos jugando con su cabello – empapado de sudor sobre su nuca. “Eso fue increíble, por cierto. Siempre va hacer así de bueno?”

El gimió. “Tengo la sensación de que solo podría mejorar.”

Ella rio, y la vibración hizo despertar de nuevo su sexo. “Si continuas así, voy a tener que volver a entrar y tomar otra ducha.”

Él le dio un movimiento sexi y poderoso a su pelvis, encaminando su erección aun más profunda.

“Oh, puedo continuar. No te preocupes, eso nunca va hacer un problema cundo estés cerca.”

“Mejor deberías tener cuidado, o yo podría obligarte a eso.”

Niko rio entre dientes a pesar de su pesado humor. “Corazón, me puedes obligar de cualquier manera que quieras.”

La beso de nuevo, y gruño de placer cuando ella envolvió sus piernas alrededor de él y lo hizo rodar en su espalda para comenzar una lenta, y tortuosa embestida.

CAPÍTULO VEINTISIETE

Traducido por Sheilita Belikov

Hubo una época en que Andreas Reichen con casi trescientos años de andar en esta Tierra cuando la muerte había llovido sobre él como un diluvio. En otro tiempo, cuando una disparatada, ola brutal de masacre había visitado de otra manera su dominio pacifico.

En aquel entonces, en el verano húmedo de 1809, había sido una manada de vampiros Renegados que habían forzado su entrada a este mismo Darkhaven violando y matando a varios de sus familiares. El ataque había sido una cosa al azar, la mansión y sus residentes sólo tuvieron la mala suerte de estar en el camino de una pandilla de Renegados adictos a la sangre. Habían maltratado su entrada mas allá de las puertas sin protección y ventanas, alimentándose y matando a demasiados inocentes… a pesar de todo hubo sobrevivientes. Los Renegados habían dado rienda suelta a su horror y pasado como la peste que eran, finalmente fueron cazados y destruidos por un miembro de la Orden que había venido a ayudar a Reichen.

La matanza en ese entonces había sido insoportable, pero no había sidocompleta.

Lo que enfrento Reichen a su regreso a casa esta noche había sido un ataque calculado. No una entrada de fuerza bruta, sino traición. Un enemigo bienvenido dentro como un amigo. Y la masacre que había ocurrido aquíen esta ocasión-probablemente en las primeras horas de la mañana, justo antes de la salida del sol-había sido una aniquilación total.

Nadie se había salvado.

Ni siquiera el alma más joven en la residencia.

Con un terrible silencio que impregnaba el aire como una enfermedad, Reichen caminó a través de la sangre y la destrucción como uno de los mismos muertos. Sus pasos siguieron la pista de manchas pegajosas escarlatas en el mármol del vestíbulo y la sala, más allá de su joven sobrino, que había estado tan contento de nombrar a Reichen padrino de su hijo recién nacido hace apenas unas semanas. El nuevo padre pelirrojo tendido en la puerta había sido el primero en morir, Reichen adivinó, incapaz de mirar la cara sin vida que miraba sin ver la escalera llena de balas que conduce a los dormitorios de los Darkhaven en los pisos superiores.

Más muerte esperaba en el pasillo fuera de la biblioteca, donde otrosmachos habían sido cortados a medio paso. Aún más vidas extinguidas cerca de la escalera a la bodega, uno de los primos de Reichen y su Compañera de Raza, ambos muertos mientras trataban de escapar de los disparos.