Выбрать главу

"Lleva a Mira de vuelta al vehículo" él le dijo otra vez. "Mantengan la cabeza abajo y permanezcan a salvo. Vamos a salir ambos de aquí."

Esperó hasta que Renata salió corriendo, luego corrió hacia la parte trasera de la casa donde sus enemigos habían huido.

La lancha estaba apenas acercándose a la parte posterior del muelle cuando Dragos y los otros se apresuraron a bajar la pendiente para encontrarla. En todo el alrededor de ellos en el bosque y arriba cerca de la casa, los Agentes de Ejecución de Fabien estaban revueltos como hormigas que acababan de recibir un pisotón en su colina. Disparos iluminaban la noche, de manera casual, era imposible decir qué rondas venían de los amistosos y cuales de los evidentes intrusos.

Todo Dragos sabía que él no se plantaría alrededor para dejar a la Orden o a cualquier otra persona derrotarlo.

Cuando él y su grupo comenzaron a acumularse en la lancha, Dragos se puso en el camino de Edgar Fabien.

"No hay lugar a bordo para usted" él dijo al líder Darkhaven de Montreal. "Nos ha puesto en bastante peligro con su idiotez. Quédese aquí."

"Pero… señor, yo-por favor, le puedo asegurar que no lo defraudaréde nuevo."

Dragos sonrió, dejando al descubierto la punta de sus colmillos. "No, no lo harás."

Con eso, él levanto una pistola 9mm y disparó un balazo mortal exactamente entre los ojos pequeños y brillantes de Fabien.

"¡Vámonos!" él ordenó al conductor de la lancha, Edgar Fabien apartado completamente de su mente mientras el motor rugía y la elegante embarcación aceleraba hacia el hidroavión que esperaba en el otro extremo del lago.

Él estaba demasiado jodidamente retrasado.

Niko sacó a un par de agentes en su camino hacia abajo al lago, pero para el momento que él llegó allí, la lancha hacia un golpe de salida-fuera-del-infierno era poco más que una estela revuelca en el agua. Nikolai disparo varios tiros tras ellos, pero sólo estaba perdiendo rondas. El cadáver de Edgar Fabien yacía en el muelle de madera. Dragos y los otros estaban a más de la mitad del lago ahora.

"Maldita sea."

La furia y la determinación lo accionaron, Nikolai empezó a correr a lo largo de la orilla, convocando a la velocidad sobrenatural que todos los de su especie tenían cuando la necesitaban. La lancha era rápida, pero el agua estaba cercada de tierra. En algún punto Dragos y sus compinches tendrían que desembarcar y tomar otro medio de escape. Con algo de suerte, podría alcanzarlos antes de que ellos escaparan totalmente.

No sabía hasta donde había corrido-fácilmente una milla- cuando de repente su pecho se enfrío de espanto.

Renata.

Algo estaba mal. Terriblemente mal. Podía sentir su emocióntranscurriendo a través de él como si fuera suya. Ella, su valiente, imperturbable Renata, estaba en ese momento asustada por la muerte.

Ah, Cristo.

Si algo le sucedía a ella…

No. Ni siquiera podía pensar en ello.

Empujo a un lado todos los pensamientos de Dragos, Nikolai dio la vuelta alrededor y golpeó sus pies a toda marcha, rogando como el infierno que pudiera llegar a tiempo.

Ella absolutamente no había visto el enorme vampiro que venia.

Un minuto ella estaba corriendo precipitadamente en la oscuridad del bosque con Mira sostenida firmemente en sus brazos, y al siguiente se encontró a si misma mirando fijamente el rostro implacable y los despiadados ojos dorados de un inmenso varón de la Raza cuyo torso desnudo, hombros y brazos estaban camuflados por un grueso patrón de dermaglifos.

Él era un Gen Uno; Renata lo supo instintivamente. Su instinto tambiénle dijo que este macho era más letal que la mayoría, extremadamente frío.

Un asesino.

El terror se levantó sobre ella como una marea negra. Ella sabía que si lo bombardeaba, era mejor tener la certeza de que podía matarlo rápidamente, sino ella y Mira ambas estarían muertas en ese mismo instante. Ella no se atrevió a intentarlo cuando podría hacer sufrir a Mira si ella fracasaba.

Madre María, al haber llegado tan lejos-hasta tener finalmente a Mira salvaguardada en sus brazos, a meros pasos lejos de la libertad…

"Por favor" murmuró Renata, desesperada por apelar incluso a su menor indicio de misericordia. "No la niña. Déjela ir… por favor."

Su silencio era inquietante. Mira trató de levantar su cabeza del hombro de Renata, pero Renata aligero suavemente su espalda hacia abajo, no queriendo que ella se asustara por el mensajero de la muerte que sin duda había sido enviado por Edgar Fabien o Dragos mismo.

"Voy a ponerla abajo ahora" Renata dijo, ni siquiera segura de queél comprendía, y mucho menos que se conformaría. "Sólo… déjela ir. Yo soy lo que quiere, no ella. Solo yo."

Los ojos dorados de halcón siguieron todos sus movimientos mientras Renata cuidadosamente desprendió a Mira de su asimiento y lentamente puso los pies de la niña sobre el terreno. Renata se puso entre el asesino y la niña, rogando que su muerte fuera suficiente para satisfacerlo a él y a su amo malvado.

"Rennie, ¿que está pasando?" Mira preguntó desde detrás de sus piernas, sus pequeñas manos agarrando las perneras de los pantalones del uniforme de la Agencia de Ejecución de Renata mientras ella miraba con atención a su alrededor. "¿Quién es ese hombre?"

El vampiro dejó que su mirada glacial viajara hasta la fuente de esa pequeñita voz. Él miró fijamente. Su cabeza rapada ladeándose lentamente hacia un lado. Luego frunció el ceño.

"Usted" dijo con una voz tan profunda que retumbó todo el camino hasta la médula de Renata. Algo oscuro pasando a través de su rostro. "Déjeme verla."

"No" declaró Renata, sosteniendo a Mira detrás de ella y bloqueándolo de ella como un escudo. "Ella es solo una niña. Ella no ha hecho nada en contra de usted o cualquier otra persona. Ella es inocente.”

Él golpeó a Renata con una mirada tan violenta que casi la tiró sobre sus talones. "Déjeme. Ver. Sus. Ojos."

Antes de que pudiera negarse de nuevo, antes de que pudiera pensar en alguna manera de agarrar a Mira y huir tan rápido y tan lejos como pudieran conseguir, Renata sintió a Mira dar un paso fuera de detrás de ella.

“Mira, no-”

Demasiado tarde para detener lo que iba a ocurrir, Renata sólo podía mirar con temor como Mira caminó a la derecha hacia fuera y miró hacia arriba, hacia arriba, a la dura mirada del mortal vampiro Gen Uno.

"Usted" dijo de nuevo, mirando duramente la dulce cara de Mira.

Renata podría decir el momento en que comenzó a ser testigo del regalo de Mira. Sus ojos dorados volviéndose tormentosos, y él miró, absorto, como la niña le mostró ciertos acontecimientos a suceder. Él se acercó -demasiado cerca, hasta donde sus enormes brazos podrían atacar y destrozar a Mira sin un toque de advertencia.

"No lo ha-" ella dijo súbitamente, pero él ya estaba alcanzando a Mira.

"Está bien, Rennie" Mira susurró, de pie ante él tan inocente como un bebé que vaga en la boca del lobo.

Y fue entonces cuando Renata se dio cuenta de que algo extraordinario estaba a punto de suceder.

"Usted me salvó" él susurró, sus enormes manos empequeñecían los pequeños hombros de Mira. El vampiro se dejó caer de rodillas, llevándose a si mismo a su nivel. Cuando habló, esa profunda, voz mortal estaba tranquila con temor y confusión. "Usted me salvó la vida. Yo lo vi, hace un momento en sus ojos. Lo vi esa noche también…"

CAPÍTULO TREINTA Y TRES

Traducido por Aletse

Él corazón de Nikolai se congeló en su pecho, asolado, con un nudo de miedo frio. Con disparos haciendo aún en erupción en la zona, él había logrado regresar a través del bosque, todo el camino hacia el lugar donde su vinculo de sangre le indicaba que encontraría a su aterrorizada compañera.

Renata estaba allí. Estaba de pie en la oscuridad, iluminada por la luna del bosque, inmóvil como una estatua y mirando como un inmenso vampiro Gen Un estaba agazapado ante Mira, sujetando a la niña con sus manos castigadoras.