Al cabo de un largo tiempo, vimos al indio subir hacia nosotros. El agua era tan clara que se distinguían las sombras del fondo. El indio sacó la cabeza con brío y la sacudió varias veces entretanto tomaba una grande bocanada de aire.
– ¡Arriba! -gritó Rodrigo y cuatro o cinco de nosotros sujetamos el cabo y tiramos de él con todas nuestras fuerzas. Entre tantos, no fue costoso izar la redecilla y su contenido. Una pelota que soltaba un agua negra como el hollín cayó pesadamente sobre la cubierta con un golpe seco. Era una esfera de plata de más de cincuenta libras manchada aún en algunas de sus parles por un tinte negro que bien podía ser de bayas de jagua, el mismo que usaban los caribes para pintarse rayas en el cuerpo y en el rostro.
– ¡Es de plata! -exclamó madre arrimándose e inclinándose para tocarla.
– ¡Es plata! -gritó Rodrigo, mirándome con una grande sonrisa.
– ¡Plata, plata! -voceaba el señor Juan a los cuatro vientos.
¡Plata! La palabra cruzó la nao de proa a popa como un rayo cruza el cielo un día de tormenta.
– ¡Plata! -dejé escapar desde el fondo de mi corazón.
¡Miles de libras de plata! ¡La plata de los Curvos se hallaba en mi poder!
– No sé cómo te las arreglas -declaró un felicísimo Rodrigo, viniendo hacia mí-, mas siempre terminas encontrando un tesoro.
Yo me eché a reír muy de gana.
– ¡Cierto! -exclamé, alzando la mirada de mi único ojo hacia el cielo limpio de la mañana-. Vuelvo a ser muy rica.
– Y, sin embargo -dijo muy cerca la voz de madre-, no has cumplido aún el juramento que, en el momento de su muerte, le hiciste a tu señor padre.
Bajé la mirada y hallé a una tiesa y bravía María Chacón clavada frente a mí con sus dos loros en los hombros.
– No te preocupes, madre -le dije, contenta-. Si he matado a cuatro Curvos puedo matar a cinco. Ahora voy a por Arias. Ha llegado su hora y lo sabe. Quédate tranquila pues no falta mucho para la próxima Natividad. Y no, no diré más, pues ésa ya es otra historia.
Matilde Asensi
En 1999 publicó su primera novela, El salón de ámbar, que ha sido traducida a varios idiomas. Con su siguiente novela, Iacobus (2000), se situó en los primeros puestos de las listas de libros más vendidos, y El último catón (2001) confirmó a Matilde Asensi como la autora de su generación de mayor éxito de crítica y público. Ha sido finalista de los premios literarios Ciudad de San Sebastián (1995) y Gabriel Miró (1996) y ha obtenido el primer premio de cuentos en el XV Certamen Literario Juan Ortiz del Barco (1996), de Cádiz, y el XVI Premio de Novela Corta Felipe Trigo (1997), de Badajoz. Estudió periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona y trabajó durante tres años en los informativos de Radio Alicante-SER. Después pasó a RNE como responsable de los informativos locales y provinciales, ejerciendo simultáneamente como corresponsal de la agencia EFE, y colaborando en los diarios provinciales La Verdad e Información..