– Pero si…
·Vamos, hazlo… así, sí… otra vez…
Salvatore se agarró con fuerza a la barandilla de la escalera, estaba furioso, pero entonces oyó el sonido de una máquina de fotos y a Jack diciendo:
– Genial, mírame…
·Ahora así.
·Sí, así. ¡Maravilloso!
·Me pregunto si… ¡ Salvatore!
Al verlo, Helena fue hacia él con los brazos extendidos y una sonrisa. Él la abrazó.
– Está bien, chicos, ya hemos terminado. Podéis iros-gritó Helena al fotógrafo y a los chicos de iluminación.
Llevaba un largo vestido blanco de seda con dos rajas a los lados y por lo que Salvatore podía ver, aunque no estaba del todo seguro, parecía que no tenía ropa interior.
– Asi que prefieres su compania antes que la mia, ¿eh? -le dijo Salvatore una vez estuvieron solos.
·No, pero voy a ganar dinero con esas fotos.
·¿En este lugar? -preguntó Salvatore mirando a la habitación, una estructura de madera sin la más mínima decoración.
– No van a mirar el lugar, sólo a mí -fue hacia una viga que iba del suelo al techo, se apoyó en ella y lentamente colocó sus brazos sobre la cabeza.
– Así -dijo-. Y así -alzó una rodilla para que la seda del vestido se abriera y dejara al descubierto la pierna más perfecta que él había visto en su vida.
– ¿Y cuánto pagarán por verte así? -preguntó Salvatore yendo a su lado y agarrándola por las muñecas.
– Espero que mucho.
El le echó las muñecas sobres sus hombros y la llevó hacia sí.
·¿De verdad no te importa que los hombres te miren por dinero?
·Son sólo fotografías. No me importa lo que piensen
·¿Y te importa lo que yo estoy pensando?
·Si estás pensando en lo correcto, no -le susurró.
·Quiero llevarte a la cama y hacerte el amor hasta que nos volvamos locos. Quiero que me hagas el amor para saber que soy el hombre que necesitas. ¿Te parece eso lo correcto?
– Oh, sí.
Ella lo rodeó con su pierna.
·Strega -Bruja.
– Claro que lo soy. Remuevo mi caldero todas las noches mientras preparo hechizos para atraerte.
Las manos de Salvatore encontraron las aberturas del vestido a los lados y subieron por sus piernas hasta llegar a un tanga de encaje extremadamente fino. La agarró por las caderas y con un movimiento rasgó la delicada tela de la prenda.
Ahora ya no había nada entre ella y sus dedos, que encontraron lo que buscaban, la cálida humedad que decía que estaba lista para él. Helena gimió.
·Ahora -le dijo con la respiración entrecortada-. No quiero esperar… ¡Ahora!
El se fue desprendiendo de ropa hasta quedar medio desnudo y se adentró en ella con un poderoso.y rápido movimiento que le produjo tanto placer a Helena que tuvo que agarrarse a él para no caerse; lo rodeó con sus piernas como si quisiera aferrarse a él para siempre.
Para siempre. No quería que ese momento acabara, un momento de puro placer que hacía que todo lo demás pareciera irrelevante. Y cuando los dos habían llegado al clímax, no le importó decir:
– No te atrevas a parar.
Había un sillón en el despacho contiguo. Salvatore la llevó en brazos hasta allí, donde terminaron de desnudarse el uno al otro.
Como si recordaran la última vez, las manos de Helena se dirigieron hacia los mismos lugares que podían volverle loco y, una vez allí, una especie de magia les indicó cómo acariciarlo y acariciarlo hasta hacerle perder el control.
Entró en ella con un poderoso movimiento que al instante se hizo menos intenso. La miró a la cara mientras se movía dentro de su cuerpo, con insistencia, pero delicadamente.
– Mírame -le susurró, y la vio abrir los ojos, asombrada-. Háblame. Háblame.
Pero Helena no podía hablar, sólo podía mirarlo, indefensa.
– Háblame -volvió a pedirle él.
Pero la excitación los envolvió y le hizo moverse más deprisa hasta que ella gritó y se abrazó a él como si no fuera a soltarlo jamas. Y el descubrió que deseaba que eso sucediera.
Cuando todo volvió a la calma, Salvatore apoyó la cabeza sobre ella, asombrado por lo que había pasado, por cómo lo había hechizado. Ella podía hacerle querer protegerla. Ella podía hacerle reír. Ella era la mujer más peligrosa que había conocido.
– Strega -volvió a murmurar.
– Te estás repitiendo mucho.
– Lo sé, pero es la palabra más adecuada. No tengo más que decir.
Helena se rió y suspiró y, al verla, al sentir su cuerpo vibrar contra el suyo, él estuvo a punto de perder el control y tomarla de nuevo.
– Me pregunto quién ha ganado esta vez -dijo ella mientras le acariciaba la cara.
«Tú», pensó él. «Has chasqueado los dedos y he venido corriendo porque me he pasado la última semana hechizado por ti, sin poder dormir por ti, furioso contigo porque aunque no estabas a mi lado, no podía apartarte de mí. La otra noche sucedió algo que no comprendo. Lo único que sé es que he estado esperando a que te decidas. Ahora parece que lo has hecho, pero aún no sé qué pasa por tu cabeza y eso me preocupa demasiado, aunque a ti no parece preocuparte nada. Sí, sin duda, has ganado tú».
Sin embargo, le respondió en voz alta:
– Digamos que es un empate.
Unos días después hablaron sobre el festival mientras cenaban en un pequeño restaurante cuyas pizzas eran de las mejores de Venecia.
– Mi secretaria te recogerá en el hotel. Las barcas zarpan desde San Marcos y después vamos a la Isla de Lido.Una vez que se ha lanzado el anillo al mar, desembarcamos y se celebra una pequeña ceremonia en la iglesia de San Nicolo.
·¿De verdad se lleva celebrando desde hace mil años?
– Desde hace más. La idea original era recordarle al mundo que la República de Venecia siempre estaría por encima de todo.
– Y tú sigues pensando que domináis el mundo, ¿verdad?
De eso no hay duda. Y si el mundo lo olvida, hay que recordárselo. Pero estábamos hablando del festival. Después hay fuegos artificiales, conciertos y la gente celebra cenas. Tú asistirás a la del palazzo Veren y tendrás una habitación preparada ya que espero que te quedes a pasar la noche. Cuando todo termine, será muy tarde como para que vuelvas al hotel.
– Claro, además, mi hotel está tan lejos, ¿verdad?comentó ella con ironía.
Él sonrió.
– Tienen muchas ganas de conocerte -le dijo a pesar de que en el fondo temía que la familia pudiera compartir la opinión de su abuela y llegar a insultarla, algo ante lo que él reaccionaría defendiéndola y revelando algo que aún no estaba preparado a afrontar.
– Seguro. ¿Ya tienen los misiles preparados? ¿Se los darás tú o ya se han abastecido ellos?
·No sé por qué hablas así.
·Mentiroso, sabes muy bien por qué hablo así -respondió ella con una sonrisa.
·Te malinterpreté una vez, pero eso forma parte del pasado.
·¿Quieres decir que le has contado a tu familia cómo son las cosas entre nosotros? ¿Cómo son… exactamente?-al ver el gesto de Salvatore, se echó a reír y añadió-: Perdona, no quiero meterme contigo, pero no puedo evitarlo. Bueno, sigue contándome qué pasará cuando me echen a los leones.
Él intentó describir a sus familiares y le contó que muchos de ellos se desplazarían desde otras zonas de Italia sólo para la ocasión.
– ¿Cuántos primos tienes?
– El número te asustaría, pero están fascinados contigo. Mi prima pequeña, Matilda, está obsesionada con el mundo de la moda y dice que está deseando conocer a una «celebridad de verdad».
– Pero creía que en tu familia hay mucha gente importante.
·Y así es, pero para Matilda tú eres una celebridad de verdad. Y no es la única que lo piensa. Desde que nos han visto juntos mis acciones se han disparado.
Helena le agarró las manos.
·¿Crees que te causo muchos problemas? ¿Debería irme? ¿Debería vender la fábrica y marcharme para siempre?