La anciana seguía esperando, con las manos sobre el regazo, sonriendo.
«¡Qué demonios!», se dijo Gideon.
– Podría decirse que soy un agente especial -repuso.
La mujer enarcó las cejas, cuidadosamente pintadas.
Gideon respiró hondo. No podía aferrarse a nada que no fuera la verdad y, curiosamente, se sintió aliviado.
– Mi misión consiste en averiguar qué pretendía introducir Mark Wu en nuestro país y hacerme con ello.
– Mark Wu… -murmuró la mujer-. Sí, tiene sentido. ¿Para quién trabaja usted?
– Trabajo para el gobierno de Estados Unidos, indirectamente.
– ¿Y qué relación tengo yo con todo esto? -quiso saber la mujer.
– Usted le entregó algo a Mark Wu en el aeropuerto, justo antes de que subiera a un taxi y lo asesinaran. Necesito saber qué le dio. Aparte de esto, quisiera saber si es cierto que Wu llevaba los planos de una nueva arma secreta, qué tipo de arma es y dónde están esos planos ahora.
La anciana asintió lentamente. Tomó un sorbo de té y dejó la taza en la bandeja.
– ¿Es usted diestro o zurdo?
– Zurdo -repuso Gideon, sorprendido.
Ella volvió a asentir, como si aquello explicara muchas cosas.
– Por favor, extienda la mano izquierda -le pidió.
Gideon dudó un momento antes de acceder. La mujer se la cogió suavemente con la derecha. Durante unos instantes, lo único que sintió Gideon fue el tacto seco y apergaminado de la piel de la anciana. De repente, gritó de dolor y sorpresa. La mano de la vieja parecía estar quemando la suya.
Dio un respingo en la silla, y ella lo soltó.
– Intentaré responder a todas sus preguntas -dijo, con las manos nuevamente en el regazo-. A pesar de que usted es un mentiroso profesional, está claro que eso forma parte de su trabajo. Veo, percibo, que es usted persona de buen corazón y me da la impresión de que, ayudándolo a usted, podremos ayudarnos a nosotros mismos.
Tomó otro sorbo de té.
– Mark Wu era un científico que trabajaba en un proyecto secreto en China. Y también era un devoto seguidor de Falun Dafa. -Asintió varias veces, dejando que la tensión se acumulara con el silencio-. Quizá esté al corriente o quizá no, pero Falun Dafa ha sido brutalmente reprimida en China. Por este motivo, Falun Dafa se ha vuelto clandestina, muy clandestina.
– ¿Por qué la han prohibido las autoridades?
– Porque suponemos una amenaza para su monopolio del poder. China tiene una larga tradición de imperios que se han venido abajo gracias a movimientos espirituales seguidos por la gente. En este caso, las autoridades tienen motivos para estar preocupadas, porque Dafa desafía no solo sus planteamientos comunistas con sus correspondientes prácticas totalitarias, sino también su visión sobre el valor del materialismo y el capitalismo salvaje.
– Entiendo -repuso Gideon, que comprendía que aquello podía justificar la deserción de Wu. Sin embargo, si era cierto, ¿qué sentido tenía la trampa sexual de la CIA?
– Debido a la persecución que sufren, los seguidores de Falun Dafa se ven obligados a seguir con sus prácticas clandestinamente, en secreto. Aun así, nos mantenemos en contacto entre nosotros y con nuestros hermanos en China. Dafa requiere una comunión espiritual. El gobierno ha intentado cerrar nuestras páginas web y silenciarnos, pero no lo ha conseguido.
– ¿Es por eso que ha dicho antes que su vida corre peligro?
– En parte. -Sonrió-. No está tomándose el té…
– Ah, lo siento. -Gideon cogió la taza y bebió un sorbo.
– Muchos seguidores de Falun Dafa son científicos e ingenieros informáticos. Hemos desarrollado un poderoso programa de software llamado Freegate. Quizá haya oído hablar de él.
– El nombre me suena.
– Lo hemos distribuido por todo el mundo. Permite que los usuarios de internet chinos y de otros países puedan acceder a las páginas bloqueadas por los gobiernos. Pero no solo eso, con ella también pueden saltarse los cortafuegos que ciertos gobiernos utilizan para bloquear páginas y redes sociales.
Mientras escuchaba, Gideon tomó otro sorbo de té, que le pareció excelente.
– Los servidores de Freegate camuflan las verdaderas direcciones IP, de modo que la gente puede navegar libremente por la red. Aquí, en el Bergen Dafa Center, tenemos un gran conglomerado de servidores.
– ¿Y qué tiene que ver todo esto con Wu?
– Todo. Mark Wu nos traía un gran secreto de China, un secreto muy importante.
– Cuando dice «nosotros», ¿se refiere a Falun Gong?
La anciana asintió.
– Estaba todo listo. Iba a entregárnoslo y nosotros íbamos a introducirlo en nuestros servidores Freegate y, a partir de ahí, difundirlo por todo el mundo.
Gideon tragó saliva.
– ¿Y en qué consiste ese gran secreto?
La anciana volvió a sonreír.
– No lo sabemos.
– ¿Qué quiere decir? ¿Cómo es posible que no lo sepan? No la creo. -Las palabras le salieron antes de que pudiera controlarlas.
La señora Chung hizo caso omiso.
– Wu no pudo o no quiso decírnoslo. Nuestro trabajo consistía en difundir la información, eso es todo.
– Pero ¿se trataba de un arma poderosa?
– Tal vez, pero lo dudo.
Gideon la miró fijamente.
– ¿Por qué lo duda?
– Porque no es así como la describió Wu. Nos contó que se trataba de una nueva tecnología que permitiría a China conquistar el mundo, o puede que «dominar el mundo», creo recordar que dijo. Sin embargo, no tuvimos la impresión de que fuera necesariamente peligrosa. Además, dudo que Wu hubiera querido difundir mundialmente los planos de una nueva arma, porque eso habría puesto información peligrosa en manos de todo tipo de terroristas. -Hizo una pausa-. Fue una gran desgracia que lo asesinaran.
– Si Wu llevaba los planos encima, ¿dónde están ahora?
– Eso tampoco lo sabemos. Era muy reservado.
– Pero sin duda le explicó dónde y cuándo se los entregaría.
– Tomamos la precaución de escoger a la persona que los recogería. Uno de nuestros contactos técnicos, Roger Marion, tenía que recoger la información en la habitación del hotel de Wu. Le dimos el nombre de Roger cuando este llegó al aeropuerto. -Hizo una pausa, como si recordara algo-. Durante el proceso de negociación, Wu dijo algo extraño; nos comentó que necesitaría disponer de un rato en su habitación para extraer la información.
– ¿Extraer? No lo entiendo.
– Utilizó la frase en chino cai jian, que significa «extraer» o «extirpar». Me dio la impresión de que la información se encontraba metida dentro de algo y que había que extraerla, sacarla.
Gideon recordó inmediatamente las radiografías. ¿Y si Wu había metido la información en su cuerpo?
– Wu también tenía una lista de números que había memorizado. ¿Qué eran?
La anciana lo miró.
– ¿Cómo sabe lo de esa lista?
Gideon contuvo el aliento durante un instante.
– Porque lo seguí desde el aeropuerto. Vi cómo aquel todoterreno se empotraba contra su taxi y después lo saqué de entre los restos del coche. Supongo que me tomó por Roger Marion, porque me dio la lista de números. Intenté salvarlo, pero no pude.
Se hizo un largo silencio. Finalmente, la anciana habló de nuevo.
– Nosotros tampoco sabemos qué significan esos números. Todo lo que Wu nos dijo fue que había que combinarlos con lo que nos iba a traer. Había que juntar ambos para que el secreto estuviera completo. Lo uno sin lo otro no funcionaría. Las dos cosas eran necesarias. Era su manera de proteger el secreto. Su idea era entregar ambas cosas a Roger.
– ¿Y usted hizo todo eso por Wu, fiándose exclusivamente en su palabra y sin saber de qué se trataba?
– El doctor Wu era un practicante muy avanzado de Dafa. Su buen juicio estaba fuera de toda duda.
Gideon vio que estaba cerca, terriblemente cerca.