– Veré si puedo arreglar un préstamo bancario.
– Buena idea. También se habla de otro proyecto importante inminente. Resumiendo, más que suficiente para mantenerme ocupado. Bueno, ¿tienes algún plan estimulante para el fin de semana?
– Si consideras estimulante ayudar a Tara a guardar cajas, entonces me espera un fin de semana estupendo.
– ¿Cuándo se muda?
– El fin de semana siguiente. Por primera vez en cinco años, tendré mi apartamento sólo para mí -suspiró-. Eso suena… liberador. ¿Qué me dices tú… algún plan importante?
– Una fiesta el sábado para celebrar el treinta y cinco aniversario de boda de mis padres.
Riley sonrió.
– Es magnífico. Un logro asombroso.
– Según mis padres, el secreto para el éxito de un matrimonio radica en casarse con la persona adecuada.
Ella experimentó una sacudida de nostalgia.
– Mis padres tenían una filosofía similar… no puedes ganar si no eliges al compañero adecuado.
Sonó un bip suave y él dijo:
– Es mi llamada en espera. ¿Puedes aguardar un segundo?
– Claro.
Unos segundos más tarde volvió a la línea.
– Es mi hermana Shelley. Hay algunos problemas con la organización de la fiesta de aniversario. Está embarazada, su marido fuera de la ciudad y ella va a empezar a tirarse de los pelos. Lo siento, pero he de ir a establecer un control de daños.
– No hay problema. Buena suerte.
– Gracias. Buenas noches.
Con el ceño fruncido, recogió la pizza y dio un mordisco, notando que, aunque su cena estaba templada, ella tenía un calor poco habitual. Y una desazón perturbadora. Y todo por él. Su voz sexy. Su risa sexy. Sus alusiones sexys de la noche que habían pasado juntos.
Noche que su cuerpo anhelaba repetir.
Pero no se podían olvidar los mil quinientos kilómetros que los separaban. Habían compartido una noche y eso era todo. Algo consumado y acabado. Necesitaba olvidar y seguir adelante. Quería olvidar y seguir adelante.
Y aunque no pudiera olvidarlo en ese momento, terminaría por hacerlo. Y mientras tanto, se concentraría en continuar con su vida. Después de que Tara se marchara y su casa volviera a ser suya, iba a dar una fiesta. Iba a recuperar la diversión de soltera que había disfrutado antes de que su hermana se fuera a vivir con ella. Saldría. Viviría la noche. Conocería a un montón de hombres interesantes… con quienes compartiera intereses en común y que no requirieran una visita al aeropuerto, para salir.
Sí, ese era el plan. En alguna parte de su cerebro, oyó la voz de Gloria aconsejándole que trazara un plan B, pero, con gran esfuerzo logró no prestarle atención.
Capítulo 8
Una semana después de su primera conversación telefónica, una semana después de que los Mets machacaran a los Braves once a tres, Jackson apagó el despertador que le informaba de que era hora de sacar el trasero de la cama para prepararse para el trabajo.
Durante las últimas seis mañanas, había empezado el día enviándole un correo electrónico a Riley a su dirección personal con un chiste sobre contables. Ella había respondido en cada ocasión con uno sobré marketing. También la había llamado dos veces a casa… en las únicas noches en que había llegado del trabajo a una hora razonable. Cada vez habían estado charlando más de una hora, sobre sus vidas, sus familias, sus infancias, viajes y experiencias.
Había descubierto que le encantaba cocinar, que odiaba hacer la colada, que quería un perro, pero planeaba esperar hasta, tener una casa con patio, que le encantaba la playa y que jamás había probado esquiar. Después de que él le revelara que era un pésimo cocinero, que no le importaba hacer la colada, que de pequeño jamás había tenido perro porque su madre era alérgica, que le encantaba la playa y que iba a esquiar todos los inviernos, los dos rieron.
– Al menos a los dos nos gusta la playa -había dicho él.
Aunque no tenían mucho en común en las cosas cotidianas, Jackson empezaba a percibir que podrían coincidir en temas más profundos. Ya estaba claro que la familia era importante para los dos, Y era posible que compartieran puntos de vista similares en otros temas importantes. Pero una cosa era segura… eran muy compatibles sexualmente.
Suspiró y juntó las manos detrás de la cabeza. La cuestión era qué pensaba hacer. Si el traslado a Atlanta se llevaba a cabo, esa pregunta no plantearía dificultades. Pero existía la posibilidad de que la fusión no fructificara. Y aunque saliera, el traslado podía llegar a complicarse por la entrevista de trabajo que tenía, programada para esa tarde, para el puesto de ejecutivo en Winthrop Hoteles en la oficina central en Nueva York. El tipo de puesto que llevaba tiempo queriendo conseguir. El presidente de Winthrop lo había llamado el día anterior para solicitarle una reunión, y, por supuesto, había aprovechado la oportunidad. Había pensado en contárselo a Riley, pero en el acto lo había descartado. No tenía sentido plantear algo que quizá no llegara a ninguna parte. Si prosperaba, ya se lo contaría.
Y hablando de Riley, se preguntó si tendría algún correo de ella.
La pregunta bastó para sacarlo de la cama y dirigirse a la cocina, donde encendió el ordenador portátil, situado en un rincón de la encimera. Mientras esperaba, sacó su taza favorita, que reproducía una brillante pelota amarilla de tenis, y se sirvió una taza de café mientras realizaba el ritual silencioso de todas las mañanas de agradecer al genio que había inventado la cafetera programable. Después de disfrutar del primer sorbo, metió una rebanada de pan en la tostadora, luego se apoyó en un taburete y activó el correo.
El corazón se le aceleró un poco al ver el nombre de Riley en la bandeja de entrada. Lo abrió de inmediato.
¿Cuántos ejecutivos de marketing hacen falta para cambiar una bombilla?
Uno para cambiar la bombilla y cuarenta y nueve para decir: «¡Yo podría haberlo hecho!»
Espero que tengas un buen día. A propósito, para un tipo que dice que los contables somos aburridos, tu dirección de correo electrónico JPLange@JPLange.com es bastante poco imaginativa. De todos modos, ¿qué representa la P intermedia?
Jackson sonrió y en el acto tecleó una respuesta:
¿Cuántos contables hacen falta para cambiar una bombilla?
Dos. Uno para cambiarla y uno para comprobar que se hizo con el presupuesto asignado.
Espero que tú también tengas un buen día. A propósito, sólo piensas que mi dirección es aburrida porque no te acuerdas qué representa la P. Ya te dije que mi segundo nombre era Problemas…
Lo envió y, con una sonrisa recogió la taza y fue al cuarto de baño a darse una ducha. En un abrir y cerrar de ojos había tomado la decisión de que volverían a verse. Necesitaba saber, tenía que saber, si aquella magia inicial que habían compartido se podría repetir.
Desde luego que iban a encontrarse otra vez. Ya se encargaría de que así fuera, Y si la reunión de esa mañana con Paul Stanfield y varios otros ejecutivos de Prestige para tratar el nuevo proyecto iba tan bien como pensaba que iría, Riley y él se verían muy pronto.
¿La llamaría esa noche?
La pregunta reverberó en la mente de Riley por enésima vez ese día mientras trataba de equilibrar el bolso, el portátil y dos bolsas de la compra al tiempo que abría la puerta de su apartamento. En cuanto entró, cerró con la cadera, luego sorteó la pista de obstáculos que formaban las cajas de Tara en dirección a la cocina, donde dejó todo sobre la encimera azul océano. Contra la cafetera había una nota manuscrita de su hermana que le informaba de que unas compañeras de la universidad le iban a dar una fiesta de despedida en el apartamento de una de ellas y, como no quería conducir tarde, pensaba quedarse a dormir allí.
Desvió la vista al teléfono; la luz fija del contestador indicaba que nadie había llamado.
¿Llamaría esa noche?