Jackson encontró la fuerza para levantar la cabeza. Experimentó una gran satisfacción masculina al ver sus mejillas encendidas.
– Lo dices como si fuera algo malo.
– Creo que podría serlo. Me gusta tener el control.
– Puedes estar encima siempre que quieras.
Ella entrecerró los ojos.
– No me refería a eso.
– Lo sé -le apartó un mechón de pelo de la mejilla-. Y sé exactamente a qué te refieres, porque mi reacción contigo… raya en lo ridículo. Lo creas o no, esta noche no vine pensando que a los tres minutos íbamos a estar desnudos.
Ella enarcó las cejas.
– ¿Oh? ¿Cuánto tiempo pensaste que iba a tardar? ¿Cinco minutos?
Él rió y le dio un beso en la punta de la nariz.
– Más cerca de los diez. Con suerte, menos de quince. No creo que hubiera aguantado más de veinte -le pasó la lengua por el labio-. Te deseaba mucho. Pero antes de que tenga lugar la próxima sesión, voy a necesitar repostar. Al llegar me pareció oír algo acerca de pasta.
– Y oíste bien. Desde luego, has elegido una buena noche para pasar por aquí… anoche había ensalada de bonito. Yo tomaré un donut mientras tú comes. Madame Omnividente predice que vamos a necesitar todos esos carbohidratos antes de que llegue la mañana.
– ¿Es una invitación a pasar la noche?
– Supongo que lo es. Tara se queda a dormir en el apartamento de una amiga, así que tengo la casa sólo para mí. ¿Quieras quedarte para una fiesta privada?
Él observó los ojos resplandecientes y sonrientes y se dio cuenta de que hacía mucho que no se sentía tan feliz. No había nada como un sexo estupendo y la promesa de una buena comida para potenciar el júbilo. Pero nada más pensar eso, todo en su interior dijo: «Esta chispa es mucho más que sexo y pasta».
Fuera lo que fuere, pretendía disfrutarlo mientras durara.
En cuanto Riley y Gloria se sentaron a comer a una mesa situada en un rincón de la cafetería de la oficina, Gloria dijo:
– Muy bien, cuéntamelo todo.
– Tú primero -contrarrestó, aliñando la ensalada, con la esperanza de compensar los excesos de donuts de la noche anterior-. ¿Cómo fue la conferencia?
– Divertida. Agotadora. Típica conferencia. Me interesa más saber a qué se debe ese resplandor que emites -la estudió desde el otro lado de la mesa-. O bien te has tragado una luz de neón o bien acabas de disfrutar de un sexo fabuloso.
Riley pinchó una rodaja de pepino y movió las cejas.
– Jackson ha venido a la ciudad por cuestión de negocios. Anoche estuvimos juntos.
Gloria adelantó el torso.
– ¡No me dijiste que iba a volver!
– No lo sabía. Apareció en mi apartamento con una caja de donuts.
– Ooohh, donuts. No me extraña que lo invitaras a pasar la noche -sonrió Gloria.
– Sí. No habría soportado otra cosa.
– ¿De modo que pasaste una noche fabulosa…?
Riley asintió.
– Sí. Empiezo a pensar que tal vez no sea tan irritante como creí en un principio.
Gloria rió.
– Cariño, llevas pensando eso desde la fiesta que organizó Marcus.
– Parece que en algún momento entre hacer el amor con él, compartir llamadas y correos electrónicos, y aquella sesión de última hora para cuadrar el presupuesto, la opinión que tenía de él cambió -pinchó un tomate pequeño y dijo-: Gloria, creo que… me gusta.
– ¿Y haces que suene a noticia nefasta por…?
– Para empezar, porque vive en Nueva York.
– No si la fusión sigue adelante y se traslada a Atlanta.
– Que su puesto pase a Atlanta no significa que él vaya a venir.
– Si saca adelante esta fusión, sabes que le harán una oferta fabulosa.
– Cierto… pero luego está el hecho de que Jackson y yo tenemos muy poco en común -pero al pronunciar esas palabras, tuvo que cuestionar su validez-. Aunque, después de nuestras conversaciones y correos, he descubierto que no es que no tengamos nada en común -movió la cabeza-. Pero tú y yo sabemos que los opuestos no se atraen. No a la larga.
– A lo que tengo dos cosas que decir -indicó Gloria, enumerándolas con unos dedos impecablemente cuidados-. Uno, ¿quién dice que vaya a ser una relación larga? Y dos, quizá esas cosas que no tenéis en común puedan resultar… interesantes. ¿Cuándo vas a volver a verlo?
– Esta noche. Iba a regresar a Nueva York mañana por la noche para volver a Atlanta el lunes por la mañana, pero lo he invitado a pasar el fin de semana conmigo -decirlo en voz alta le causó un hormigueo delicioso.
– Todo un fin de semana juntos -Gloria asintió-. Excelente. El domingo por la noche tendrás una buena idea de cómo es realmente y si de verdad te gusta. ¿Has planeado algo especial?
– No. Tara se marcha el sábado, así que casi todo el día lo dedicaremos a trasladar las cajas a la furgoneta que ha alquilado -movió la cabeza y rió-. No puedo creer todo lo que tiene.
– ¿Jackson lo sabe?
– Sí. Se ha ofrecido a ayudar.
Gloria se quedó boquiabierta.
– ¿Que se ha ofrecido a mover cajas, maletas y muebles pesados, en su día libre? Eso es increíble. Dime… ¿tiene hermanos?
– Dos, pero uno se va a casar pronto y el otro es demasiado joven.
– Pareces saber mucho acerca de su familia.
– Hemos pasado bastante tiempo al teléfono.
– ¿Y te ha gustado lo que has oído?
Riley respiró hondo. Al final, respondió:
– Sí.
– No pareces especialmente feliz al respecto.
– No estoy segura -alzó la vista de la ensalada a medio comer y manifestó la preocupación qué llevaba dándole vueltas en la cabeza más tiempo del que quería reconocer-. Me temo que pueda estar desarrollando algunos… sentimientos por Jackson.
– Y eso te asusta.
No era una pregunta, pero asintió.
– Sí. Me ha pillado desprevenida. Sabes cómo me gusta planear las cosas.
– Sí. Pero, por desgracia, los sentimientos rara vez cooperan con los planes.
– Dímelo a mí. Después de que Tara se fuera, los planes eran recuperar el tiempo perdido y volver a disfrutar de la soltería. Divertirme. Salir con hombres diferentes.
Gloria le palmeó la mano con gesto de simpatía.
– Y ahora sólo quieres salir con un hombre en particular.
– Eso parece. Lo cual me estropea todos los planes. No había contado con lanzarme a una relación a largo plazo.
– Cierto. Pero no caigas en el tópico de no ver el bosque por los árboles, Riley. Quizá, sólo quizá, Jackson es el hombre -miró la hora-. Escucha, lamento tener que irme, pero tengo programada una reunión en cinco minutos. Llámame si necesitas hablar. Y piensa en lo que te he dicho.
Riley asintió, luego bebió un trago de agua, mientras las palabras de Gloria reverberaban en su mente. «Quizá, Jackson es el hombre».
¿Pensar en lo que le había dicho? Soltó una risa carente de humor. No creía que pudiera pensar en otra cosa.
Capítulo 10
Riley y Jackson escoltaron a Tara al coche.
– No te olvides de llamar para saber que has llegado a salvo -dijo Riley-. Y, por favor, conduce con cuidado.
– Sí, señora -repuso Tara con sonrisa burlona. Se volvió hacia Jackson y, después de darle un abrazo y un beso sonoro en la mejilla, dijo-: Ha sido estupendo conocerte. Y de verdad te agradezco la ayuda que me has prestado hoy. Si alguna vez decides meterte en el negocio de las mudanzas, te escribiré una magnífica referencia.
Jackson sonrió.
– Gracias. Buena suerte con tu apartamento y trabajo nuevos.
Tara se volvió entonces hacia Riley y la abrazó con fuerza.
– Cuida a este hombre. Es de los que hay que guardar -le susurró-. Ya me contarás si tiene un hermano. Te quiero, hermana.