– Llegué a la conclusión de que no valía la pena mencionarlo hasta que hubiera algo que mencionar.
– ¿No pensaste que el hecho de que consideraras dejar Prestige merecía la pena ser mencionado?
– No quería que te preocuparas por algo que quizá no sucediera jamás.
– Comprendo -dijo, aunque no comprendía nada-. ¿Dónde es el trabajo de Winthrop?
– Aquí, en Nueva York.
– Y doy por hecho, ya que lo mencionas ahora, que estás analizando su oferta.
– Es un puesto ejecutivo de responsable de marketing, Riley. Un puesto que han creado pensando en mí. Es un gran paso en la ascensión a la cima. Sabes lo importante que es eso para mí.
– Sí, lo dejaste bien claro. Pero dijiste que Prestige te había hecho una muy buena oferta.
– Sí. La de Winthrop es mejor.
Las pequeñas burbujas del sueño que flotaban sobre su cabeza comenzaron a explotar. Sintió un nudo en la garganta y se obligó a tragar saliva para aliviar la aprensión que empezaba a manifestarse. Obligándose a sonar animada, dijo:
– Bueno, parece que tienes que reflexionar mucho. Si quieres hablar de ello, te escucharé encantada.
– Ya he reflexionado sobre ello. Esta tarde acepté la oferta de Winthrop. He hablado con Paul y le he entregado mi dimisión. Se lo tomó bastante bien, ya que en base a las conversaciones que habíamos mantenido, había sospechado que continuaría mi camino si la fusión salía adelante. Acordamos que me quedaría las próximas tres semanas para ayudar en la transición, y luego…
– Desaparecerías -expuso con voz monótona-. Desaparecerías -cerró con fuerza los ojos y trató de respirar hondo, pero sentía el pecho aplastado. Toda la esperanza y felicidad atesoradas unos momentos atrás, se habían apagado.
El silencio se alargó entre ellos.
– Estás muy callada -dijo él al final.
– No sé qué decir.
– ¿Qué tal felicidades?
– De acuerdo. Felicidades -repitió sin el más mínimo entusiasmos.
– Comprendo que es algo inesperado…
– ¿Algo?
– De acuerdo, quizá más que algo, pero continuemos desde aquí. Estaba pensando, ¿qué te parece si voy este fin de semana y…?
– No.
Jackson calló al oír esa única palabra, con un tono que nunca antes había empleado Riley. Sintió un hormigueo de aprensión por la espalda.
– ¿Qué quieres decir con «no»? -inquirió despacio.
– Quiero decir que no quiero que vengas este fin de semana.
Apretó el auricular.
– De acuerdo, entonces el próximo.
– No. Y tampoco el siguiente fin de semana, ni el otro.
No había equívocos en el sentido de la frase; se mesó el cabello con gesto frustrado.
– Riley, que no aceptara el puesto con Prestige no significa que no podamos continuar como hasta ahora.
– Sí, me temo que eso es lo que significa.
– ¿Podrías, por favor, explicar por qué?
– Porque yo no quiero continuar como hasta ahora. Porque quería… más. Esperaba más. De ti. Para nosotros -soltó una risa áspera y sin humor-. Oh, no te preocupes, tu conciencia está limpia. No me engañaste ni me diste motivo alguno para esperar que alguna vez llegaríamos a ser más que una muesca en la cama del otro.
Jackson experimentó un agudo aguijonazo de algo que no pudo nombrar, sumado a una buena dosis de irritación.
– Maldita sea, Riley, tú no eres una muesca…
– Sí, lo soy. El hecho de que tomaras esta decisión sin siquiera hablarlo conmigo lo demuestra. Y demuestra exactamente dónde encajo en tu vida y en tus prioridades. Y está bien. Desde luego, no puedo echarte en cara que sigas tus sueños y progreses en tu carrera. El problema es que yo olvidé dejar mi corazón en la entrada -suspiró-. Pero el hecho de que permitiera que mis sentimientos se… involucraran tanto, bueno, es culpa mía y problema mío. Me ocuparé de ello. Pero ya no quiero seguir involucrada en esto… sea la que fuere la clase de no-relación que hayamos establecido. He terminado.
Jackson trató de asimilar todo lo que había dicho. Era evidente que él le importaba mucho más de lo que nunca le había dicho. Y en ese momento lo quería fuera de su vida.
– Riley, no me di cuenta de que tus sentimientos por mí fueran tan… -se apretó el puente de la nariz y movió la cabeza-. Fuertes -concluyó estúpidamente.
– No veo qué diferencia puede suponer eso. A menos que… que quieras dar a entender que habrías tomado otra decisión de haber sabido que me estaba enamorando de ti.
Él cerró los ojos, temeroso de examinar la respuesta a esa pregunta porque estaba muy cerca del blanco. ¿Acaso no había temido que los sentimientos intensos que ella le inspiraba pudieran influir en sus decisiones, profesionales?
– No podía dejar que los sentimientos tuyos o míos, entraran en una decisión tan importante para mi profesión.
– Bueno. Eso resume y aclara bastante la situación.
– No, no lo creo. Escucha, es tarde, los dos estamos cansados. Hablemos de esto mañana, después de que hayamos descansado un poco.
– No hay nada de qué hablar. Antes de que tomaras esta decisión, había cosas de las que podríamos haber hablado. Pero ahora no queda nada por decir.
– Riley, aunque lo hubiéramos hablado, habría aceptado el trabajo en Winthrop -no pudo ocultar la frustración que sentía.
– Sí, lo has dejado bien claro. Lo cual es perfecto. Pero al menos lo habríamos tratado. Compartido. Al menos yo habría estado al corriente de las cosas.
– A ver si lo entiendo. No estás enfadada porque no me vaya a Atlanta. Te enfurece que hiciera algo sin consultarlo primero contigo, a pesar de que, de todos modos, habría hecho lo mismo.
– Deja que te lo diga con la máxima claridad, Jackson, para que no quede posibilidad de malentendido. Estoy dolida porque descartaras una oportunidad de venir a Atlanta, ya que, como una necia, había creído que teníamos algo especial juntos, y que podría convertirse en algo más. Estoy dolida y enfadada porque tomaste la decisión sin siquiera mencionarme que podía haber otra oferta sobre la mesa. Y estoy furiosa conmigo misma por permitir que mis sentimientos se involucraran en una relación que, para ti, evidentemente, no era más que sexo. El resumen es que hiciste lo que consideraste mejor para ti, y punto. Y ahora yo necesito hacer lo que es mejor para mí. Tú tomaste tu decisión y yo he tomado la mía -suspiró-. Hemos terminado.
Esas dos palabras lo golpearon como un martillo.
– Riley…
– Terminado -la voz se le quebró y el corazón le dio un vuelco-. No quiero saber nada más de ti. Por favor, no me llames ni me envíes correos electrónicos. Se ha acabado.
– No puedo… maldita sea, estás llorando.
– No -negó con voz trémula que contradijo sus palabras-. Pero aunque así fuera, no es problema tuyo. Buena suerte con tu trabajo nuevo. De verdad espero que te haga feliz. Adiós, Jackson.
– ¡Riley, espera! Esto no es… Yo no quiero… -lo invadió una sensación desagradablemente próxima al pánico-. No puedo decirte adiós de esta manera.
– No hace falta. Ya lo he hecho yo.
Antes de que pudiera decir otra palabra, la comunicación se cortó. Lentamente bajó el auricular y se llevó las manos a la cara.
Se sentía… vacío, pero al mismo tiempo con una sensación de pérdida que le quemaba las entrañas como nunca antes había experimentado. Había esperado que pudiera estar molesta. Decepcionada. Pero nunca había imaginado que pondría fin a su relación.
La ira envolvió su dolor. ¿No quería verlo más? ¿Saber nada dé él? Perfecto. Había tomado la decisión correcta.
¿O no?
Desde luego que sí. Se sentía mal por haberle causado dolor…maldición, ni siquiera se había dado cuenta de que le haría daño. Pero Riley había dejado bien claro que había empezado…
A enamorarse de él.
Sintió otra oleada de pérdida. ¿De verdad se había enamorado de él? Pero, de ser eso cierto, no podría haber puesto, fin con tanta resolución a su relación. Y el hecho de que no estuviera dispuesto a cuestionar la decisión de ella, le demostraba que lo que sentía por Riley no era amor. Claro que la echaría de menos, pero seguiría adelante. De hecho, era bueno lo que había sucedido. Se sentía aliviado. Sí… era un alivio. Los sentimientos, las emociones que le inspiraba eran demasiado… poderosos. Confusos. Abrumadores. «Es mejor así», afirmó con énfasis su voz interior. «De verdad».