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Ella estudió su mano y despacio le acarició cada uno de los dedos, llenándole la cabeza con imágenes eróticas de esas mismas manos acariciándole el resto del cuerpo.

– Eso provoca una sensación increíble -adelantó el torso-. Creo que me has hechizado, Madame Omnividente.

Ella alzó la vista de sus manos y lo miró con un calor que le provocó una tormenta de fuego en el interior.

– Me alegra saber que sigo causando ese efecto.

– No lo dudes -le aseguró-. Tu contacto es magia en un cien por cien.

Ella volvió a bajar la vista y, mientras los dedos lo seguían acariciando, dijo:

– Tienes manos agradables. Fuertes. Firmes. Revelan que eres sensato, bien organizado. Que eres realista, inteligente, triunfador, honorable y leal.

– Me alegra saber que no me delatan como ladrón de banco.

Los hoyuelos volvieron a hacer acto de presencia.

– La palma de la mano es como un paisaje de colinas y valles -continuó con su voz sexy y ronca-, con las partes más altas llamadas montes -con suavidad masajeó la zona carnosa situada justo debajo del dedo pulgar-. Este se llama el Monte de Venus. El tuyo es pleno, lo que significa que te gusta la buena comida y el buen vino -deslizó el dedo pulgar hacia el centro de la palma y él apenas pudo contener un gemido-. Aquí veo que tienes debilidad por lo dulce. ¿El chocolate?

– Me considero más un hombre de donuts, aunque jamás me he topado con un brownie que no me gustara.

Ella cerró los ojos y soltó un suspiro extasiado que no hizo nada para aliviar el estrangulamiento que sentía él en los pantalones.

– Donuts y brownies -murmuró ella con tono sexy-. Mis favoritos. En especial cuando, están recién salidos del horno. ¿Alguna otra debilidad?

– Sí, los ojos castaños claros, grandes, con apestañas largas y hoyuelos en las mejillas. ¿Y tú?

– Yo siempre he tenido algo por los ojos azule, el pelo oscuro… y los amantes de los donuts.

– Creo que eso me convierte en el tipo más afortunado del planeta.

Y pensó que le encantaría que le preguntara qué quería en la vida, porque no le costaría resumirlo en una única palabra-: «Tú». Pero ella no lo preguntó. De hecho; permaneció en silencio, con la mirada clavada en sus ojos mientras despacio le acariciaba la extensión del dedo corazón. La caricia seductora, combinada con esos ojos hermosos que lo estudiaban, lo hipnotizó.

– Aunque tampoco puedo descartar los brownies caseros con doble ración de helado y chocolate.

– ¿Doble ración de helado y chocolate? ¿Están tan buenos como suenan?

– Es como un orgasmo de brownies.

Sintió como si acabara de encender un soplete y lo hubiera achicharrado con él.

– Suena… delicioso.

– Como nada que hayas probado antes.

– Me gusta probar cosas nuevas -por su mente centelleó una imagen de él lamiéndole el cuerpo-. ¿Existe la posibilidad de que compartas la receta?

– Bueno, supongo que podría dártela -sonrió-. Pero luego tendría que matarte.

– Te das cuenta de que me estás abocando a un futuro lamentable, lleno de brownies comprados en los supermercados.

– ¿Sabes cocinar?

– No, a menos que cuentes preparar una tostada hasta dejarla negra. Pero mi hermana, sí. Probablemente, si me pusiera de rodillas y me ofreciera a lavarle el coche uno o dos años, me haría los brownies.

– ¿No tienes novia o esposa a la que le guste cocinar?

Quería saber si estaba libre.

– Jamás he tenido esposa, y no hay ninguna novia en la actualidad. ¿Y tú?

– Ni esposa ni novia -se burló ella-. Tampoco marido o novio.

Jackson soltó el aire que no se había dado cuenta de que había contenido. Si estaba libre, sólo podía llegar a la conclusión de que la población masculina de Atlanta necesitaba gafas.

Antes de que pudiera contestar, ella devolvió su atención a la palma de la mano.

– Y ahora esta… -pasó la yema por la línea superior de la palma-… esta es la Línea del Corazón. La posición y extensión de esta línea, combinada con tu pleno Monte de Venus, indica que tienes una naturaleza apasionada y sensual -lo miró a los ojos-. Que eres un amante generoso, atento y afectuoso.

Lo recorrió otra descarga de calor. Quizá hubiera estado así de excitado en algún momento de su pasado, pero maldita sea si podía recordar cuándo.

– Una declaración muy provocativa -murmuró. Invirtió la situación, le tomó la mano y pasó las yemas de los dedos sobre la palma de ella, acariciándola del mismo modo-. Parece que también tu Monte de Venus es pleno -musitó, apretando con gentileza la piel-, y tu Línea del Corazón es casi idéntica a la mía -la miró a los ojos-. Plantea la pregunta interesante de qué podría pasar si dos naturalezas tan apasionadas y sensuales se unieran.

Los ojos de ella se oscurecieron.

– Una pregunta interesante, desde luego -convino con suavidad. Luego, con sonrisa picara, se soltó la mano-. Pero ésta es tu lectura.

Él se reclinó en la silla y extendió los dedos sobre la tela de la mesa.

– Entonces, por favor, dime más, Madame Omnividente. Soy todo tuyo.

Apartó los ojos de los suyos y volvió a estudiarle la palma.

– Ohhh. Muy interesante.

– ¿Voy a ganar la lotería?

– No estoy segura acerca de la lotería, pero parece que muy pronto vas a ser muy afortunado.

– ¿Cuánto de afortunado?

– Te veo con una mujer. Te sientes muy atraído por ella.

Él sonrió.

– Esto se te da muy bien.

– Y también ella se siente muy atraída por ti.

– Las cosas no dejan de mejorar.

– Ella lleva puesto un vestido rojo. Estáis sentados cerca en un rincón íntimo, compartiendo una botella de vino.

– ¿Tinto o blanco?

– Ella prefiere blanco. Te está diciendo que quiere hacer realidad todos tus sueños más sensuales. Y tú le dices que le quieres devolver el favor.

Él se adelantó hasta que sólo quedaron separados por unos quince centímetros.

– Es una conversación llena de posibilidades, y decididamente una declaración que me gustaría oír de labios de ella. Y contestarle del mismo modo. ¿Ese rincón íntimo podría estar situado en el bar del Marriott, donde me alojo?

– De hecho, creo que sí.

– ¿Y esa diosa del vestido rojo me dirá esas cosas hoy, alrededor de la medianoche?

– Decididamente, es una posibilidad.

La puerta de la tienda se abrió y el joven encargado de recaudar el dinero dijo:

– Se acabó el tiempo.

Ella se reclinó en su silla y despacio le soltó las manos.

– Tu tiempo se ha acabado.

Podría haberse quedado donde estaba, mirándola, tocándola, charlando con ella durante horas.

– ¿Qué te parece si le doy al encargado otro billete de cinco? ¿O uno de diez, o de veinte?

Le sonrió y lo reprendió moviendo un dedo.

– Lo justo es justo, y hay otros clientes esperando. Además, no es necesario. Tengo la premonición de que tu lectura se hará realidad.

– Bien. De lo contrario, me vería obligado a regresar para exigir que me devolvieran el importe de la entrada -le tomó la mano, se la llevó a los labios y besó la piel cálida y aterciopelada del interior de la muñeca. Tenía un delicioso olor a canela y vainilla. Y le encantó el modo en que sus ojos se oscurecieron con el gesto-. Estaré esperando en el bar del Marriott a medianoche a mi mujer del vestido rojo. Y podrá estar segura de que haré realidad todos sus sueños sensuales.

Ella inclinó la cabeza en respuesta silenciosa, con una sonrisa secreta jugando en las comisuras de sus labios.

Después de una última demora visual, él se marchó. Fugazmente, consideró volver a la fila para que le leyera otra vez la fortuna, pero tenía como, mínimo una docena de personas por delante, y el horario de cierre se acercaba.