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– Pareces un anuncio para unas fabulosas vacaciones tropicales -Riley admiró el vestido anaranjado con toques de amarillo, lima y turquesa.

– Gracias. Tú también estás preciosa -comentó al observar el vestido de color verde mar que le ceñía el torso y cuya falda se abría hasta llegar a las rodillas-. Ese color te sienta de maravilla.

– Gracias -decidió no compartir el hecho de que se había cambiado una docena de veces antes de salir de casa.

Gloria miró alrededor para asegurarse de que estaban, solas, luego se bajó las gafas dé sol sobre el puente de la nariz para mirar a Riley por encima del borde.

– ¿Y bien?

– ¿Y bien qué? -repuso con su voz más inocente.

Gloria entrecerró los ojos.

– Como tu mejor amiga, exijo conocer los detalles de tu cita con el Señor Magnífico.

Riley movió la cabeza.

– No te creerás lo que pasó.

Gloria se mostró preocupada y apoyó una mano en el brazo dé su amiga.

– Nada malo, espero.

– No, no, Pero la velada tomó un… giro muy inesperado.

– ¿Bueno o malo?

– Increíblemente inesperado.

– Lo creeré. Cuéntame.

– Resulta que el Señor Magnífico no es Otro que Jackson Lange.

Gloria parpadeó.

– No te creo.

Riley dejó escapar un sonido carente de humor.

– Te lo dije. Por desgracia, es cierto. Marcus lo invitó a pasar el fin de semana en Atlanta y decidió pasarse por la feria. Peor aún, no intercambiamos nombres hasta después de besarnos -los labios traidores le hormiguearon al recordar la boca y la lengua que exploraron las suyas.

Gloria emitió un sonido sospechosamente parecido a una risa ahogada.

– Sé que no es gracioso, pero, santo cielo, Riley, esto sólo podía pasarte a ti -la observó con curiosidad-. Bueno, ¿cómo fue el beso?

Se encogió de hombros.

– Agradable.

– ¿Sólo «agradable»?

– Mi entusiasmo se vio sensiblemente mermado cuando me reveló su nombre.

– Entonces, no te acostaste con él.

– No. No veía la hora de escapar -suspiró-. Y para colmo, está aquí -con la cabeza indicó el lago-. En el embarcadero, con Marcus y Paul.

– ¿De verdad? -Gloria se acercó a la barandilla y fingió admirar las vistas del lago.

Riley se unió a su amiga y notó que los tres hombres regresaban a la casa.

– Santo cielo -comentó Gloria-. Si es tan guapo desde lejos, sólo puedo pensar que debe de ser… increíble de cerca. ¿Has hablado ya con él?

– No. Estaba en el embarcadero con Marcus y Paul cuando yo llegué. Pero estoy preparada para enfrentarme a él. Quiero decir, el coqueteo o el beso no fueron para tanto.

– Mmmm. De acuerdo.

– No es el único chico que pueda llegar a encender mi mecha.

– Puedes apostarlo.

– No tendremos por qué volver a mencionar lo de la noche anterior.

– Cierto.

– No es que no podamos olvidarlo.

– Si tú lo dices.

– O que yaya a repetirse.

Gloria enarcó las cejas.

– ¿Intentas convencerme a mí… o a ti?

– No intento convencer a nadie. Sólo expongo los hechos. En lo referente a Jackson Lange, pienso ceñirme estrictamente al plan A… ser cordial, si es necesario mantener una conversación banal y permanecer alejada de él lo más posible. Simplemente, fingiré que no está presente.

Gloria miró a los hombres que se acercaban, suspiró y palmeó la mano de su amiga.

– Te deseo suerte con eso, Riley, de verdad. Pero creo que será mejor que pienses en un plan B, porque no te va a resultar fácil pasar por alto a ese bombón.

Capítulo 3

Jackson se apoyó en la barandilla de la terraza con un aire indiferente que distaba mucho de sentir. Se hallaba entre un grupo de media docena de empleados de Prestige y agradecía no tener que ser él quien llevara la conversación.

Por enésima vez, se preguntó por qué de entre todas las mujeres que conocía, tenía que ser Riley Addison quien lo hubiera afectado tanto. ¿Y por qué el hecho de que esa mujer le hiciera la vida imposible no hacía que se la quitara de la cabeza? ¿Y por qué le importaba lo que ella pensara? No debería.

Pero maldita sea si era así.

Resultaba evidente que su reciente sequía sexual surtía un efecto nocivo en él, incapacitándolo para canalizar sus deseos hacia una pareja apropiada. Desear a Riley Addison era inapropiado en tantos sentidos, que ni siquiera soportaba una mínima consideración. Pero no había manera de convencer a su cuerpo de ello.

– ¿A quién le apetece un poco de esquí acuático? -sugirió Marcus, sacándolo, sin saberlo, de esos pensamientos.

De la docena de invitados que había, la mitad asintió. Riley no era una de ellas, pero la mujer con la que había estado charlando casi toda la tarde, una pelirroja atractiva llamada Gloria, que dirigía el departamento de tecnología de la información de Prestige, dijo:

– Yo quiero esquiar.

– El resto puede turnarse con el Jet Ski -sonrió-. Riley, si no recuerdo mal del año pasado, entonces te acobardaste. También recuerdo que prometiste que probarías al año siguiente… y da la casualidad de que éste.

– No me acobardé, sencillamente, no sabía cómo manejar una moto de agua -sonrió ella-. Por desgracia, sigo sin saber.

– No hay problema. El modelo que acabo de comprar trae dos asientos. Lo único que necesitas es un conductor y unos brazos con los que agarrarte. Como tienes los brazos… -Marcus se volvió y clavó la vista hacia Jackson-. Vamos a darle la primera oportunidad al nuevo. ¿Sabes conducir una moto de agua?

– De hecho, sí.

– Estupendo -miró otra vez a Riley, con la sonrisa que formaba parte de su éxito como presidente de la empresa-. Todo arreglado. Jackson te dará un paseo.

Riley giró la cabeza para mirar a Jackson… al menos fue lo que pensó él. Era imposible saberlo con certeza con las gafas de sol puestas. Pero el hecho de que pareciera intensamente descontenta era una gran insinuación de que lo miraba con ojos centelleantes.

Se acercó a ella con el corazón ridículamente desbocado ante la idea de saber que iba a tener que aferrarse a él con todas sus fuerzas para evitar caerse. Era una oportunidad que no pensaba desperdiciar.

– Parece que somos tú y yo; Riley. En la moto de agua -sonrió.

– Gracias, pero paso -se volvió hacia su amiga-. Gloria, ¿no decías que querías probar?

Jackson tuvo la certeza de que detectaba un tono de desesperación en su voz.

Gloria movió la cabeza.

– Yo estoy con el grupo de esquí acuático. He de ir a ponerme el bañador -sonrió y se despidió con la mano antes dé entrar en la casa a través de la puerta corredera.

Jackson chasqueó la lengua.

– Me sorprendes. No te habría tomado por una… -movió los brazos y emitió sonidos de gallina.

Ella alzó el mentón.

– No soy gallina.

– ¿Sabes nadar?

– Por supuesto.

– Entonces, ¿cuál es el problema?

– Quizá no quiera montar en la moto acuática contigo.

La estudió varios segundos, luego adelantó el torso para que nadie pudiera oírlo.

– Mentirosa. Lo deseas tanto como yo.

– Realmente eres muy arrogante.

– No. Lo que pasa es que no me da miedo ser sincero.

– A mí tampoco. De modo que aquí tienes la verdad sin adornos… No me atrae la idea de que estés al mando mientras yo me veo relegada al papel de pasajera.

– No me extraña. Es obvio que eres del tipo de «siempre tengo que dominar la situación».

– Te equivocas. Sólo tengo mucho cuidado de a quién le entrego las riendas, en especial en algo así. No me entusiasman los deportes acuáticos.

– ¿Por qué no?

– Me rompí el brazo haciendo esquí acuático cuando tenía diez años. Prefiero los deportes de tierra. Como el béisbol.