Aquí le interrumpí:
– ¿Entonces la galería, la calle y el camino hacia el lago con los que soñé, son sueños ajenos?
– Sin lugar a dudas.
– ¿De quién?
– En aquellos años aún lo desconocía. Tenía la suposición de que era a causa de una transmisión hipnótica. Pero, el hipnotismo no existe de un modo fortuito, mágico, sino que es producto de una relación entre individuos, siempre dirigida del hipnotizador al hipnotizado. Sin embargo, en algunos casos no es así. Hice conjeturas sobre la transmisión telepática -en parapsicología, llamamos inductor al cerebro transmisor de señales y perceptor al que las recibe-, y, no pude encontrar al inductor. Como ejemplo característico están sus sueños estables. ¿Quién se los transmitió? ¿De dónde? Usted se perdía en suposiciones y conjeturas. Asimismo me perdía yo, inclinado a creer en otras existencias del hombre, en otra fase, quizás en otro mundo. Pero como todo esto era mística, me encontré ante una puerta cerrada. Me la abrió Pável Nikítich, o, más bien, su artículo. Cuando lo leí, exclamé: "Sésamo ábrete". ¿No fue así, Pável Nikítich?
– Casi -afirmó Nikodímov bondadosamente-. Es una pena que hayas omitido los detalles más pintorescos. Sésamo no se abrió tan fácilmente. ¡Cuánto sufrí viviendo como un lobo y en desarmonía con la gente! Mi asistente -después huyó cuando empezaron a presionarnos- te tomó por loco. Recuerdo que hasta llamó por teléfono al psiquiatra. Sin embargo, ni esto te detuvo. Así comenzó nuestra colaboración, a partir de un encuentro casual. Por esto apoyo tu brindis.
– ¿Y qué pasó después? -inquirí-: De la idea a la prueba experimental hay un largo trecho.
– Por ese trecho nos deslizamos lentamente. La idea matemática nos condujo a la física de los campos. Y empezamos desde las corrientes biológicas, ya que las corrientes biológicas del cerebro no son más que campos electromagnéticos que surgen en sus células nerviosas. En las radiaciones de estas corrientes biológicas, se forma un campo de energía único: la conciencia y la subconsciencia. Tomaremos ahora su propia analogía. Los campos de Jekyll y Hide son semejantes, pero incompatibles o, como decimos, antipáticos. Mientras usted está en vela, mientras su cerebro está ocupado, la antipatía de los campos permanece constante y sin cambio; pero en cuanto usted se duerme, el cuadro cambia, la antipatía se debilita y los campos de los "gemelos" se encuentran mutuamente y su sueño repite involuntariamente lo visto por la otra persona. Y para que Jekyll pueda transformarse en Hide se necesita una completa unión de los campos, posible sólo en caso de una actividad excepcional del campo inductor. Y he aquí que, esta actividad excepcional, la hemos encontrado en usted.
Aunque mi mente no podía comprender todas las ideas de Nikodímov, las escuchaba embelesado. Algunas veces me perdía en su laberinto diabólico de campos "gemelos", frecuencias y ritmos; pero, haciendo un gran esfuerzo, atrapaba el hilo de la conversación, obteniendo como resultado un discurso roto por puntos suspensivos.
– …por los experimentos, hemos llegado a la conclusión de que cuando existe una transmisión recíproca de campos, se activan las ondas de frecuencias mucho más amplias que el habitual ritmo alfa. Esta nueva clase de frecuencia la llamamos ritmo kappa. Y mientras más grande es la frecuencia de las ondas kappa más claro es el sueño captado por el receptor durmiente. En consecuencia, no era difícil ya deducir cierto desarrollo conforme a una ley: la superposición completa de los campos está relacionada con el aumento brusco de las frecuencias. Así surgió el transformador de corriente biológica. Creando una corriente dirigida de irradiación, nosotros mezclamos su conciencia con la conciencia idéntica a ella encontrada tras los limites de nuestro mundo tridimensional. Como es natural, estamos en la primera etapa del camino. El movimiento del campo por la sucesión de fases, hasta ahora es caótico, y carecemos del poder de dirigirlo, por lo tanto no podemos señalar con exactitud dónde usted volvería en sí: en el presente, el pasado o en el futuro. Son necesarias decenas de pruebas más…
– Estoy a su disposición -lo interrumpí.
Nikodímov no respondió.
La voz ronca e infantil de un cantante, rodaba por el sonoro salón, sobre las cabezas hirsutas o calvas de los clientes, sobre los cristales ennegrecidos de vino; sorprendía por su fuerza y limpieza de sentimiento, en este restaurante lleno de humo.
– Como el tema de la canción -dijo Zargarián, obligándome a prestarle atención a la letra de la melodía.
"Tú eres mi destino -cantaba el joven-, tú eres mi felicidad…"
– Usted es nuestro destino -repitió Zargarián, serio y con solemnidad-, y quizás nuestra felicidad.
Turbado, desvié la vista hacia otro lado. Ser la felicidad o el destino de alguien, es sin lugar a dudas agradable.
Nikodímov, en el acto, atrapó mi movimiento nervioso y el pensamiento vanidoso que se ocultaba detrás de éclass="underline"
– Pero, posiblemente también nosotros seamos su destino. No debe olvidar que sabrá mucho más aún y, ante todo, de sí mismo, pues usted es sólo una parte de la materia viva que es "usted" en el eterno y complicado espacio-tiempo. En una palabra, repito la sentencia de los antiguos romanos: nosce te ipsum (conócete a ti mismo).
Estaba preparado para conocerme a mí mismo en todo el conjunto de dimensiones, fases y coordenadas; pero no le comuniqué a Olga esta resolución, sino que en pocas palabras la informé sobre la conversación con los científicos, prometiendo relatarle todo con más detalles al día siguiente. Era el día de su cumpleaños. Ese día, por lo general, lo festejábamos a solas; mas esta vez invité a Galia y Kliónov. Quise convidar a Nikodímov y Zargarián, a los culpables de que apareciera en mi vida lo inesperado -si no lo maravilloso-, hasta hice alusión al cumpleaños cuando todavía estábamos sentados en el restaurante; mas Nikodímov se mostró frío al escuchar mis palabras, porque no comprendió o por estar distraído. Zargarián, al notar mis intenciones, musitó: "Déjalo, de todas maneras no irá; es huraño; él mismo lo reconoce. Yo, en cuanto pueda escaparme, iré, pues no hemos terminado nuestra conversación sobre el autoconocimiento, ¿eh? Debo advertirle que posiblemente me retrase, así que no se desespere".
El día del cumpleaños de Olga, y en presencia de Galia y Kliónov, relaté lo vivido durante la prueba en el sillón, así como la conversación posterior sostenida con los científicos. Este relato provocó en ellos un delirio maniático. Kliónov, indeciso, carraspeó.
Galia, ruborizada, y excitada, exclamó:
– ¡Yo no creo eso!
– ¿Qué no crees?
– No creo nada. Eso es un disparate. Te están engañando simplemente.
– Bueno, ¿y para qué lo harían? -prorrumpió Kliónov-. ¿Con qué objeto? Sabemos que Zargarián y Nikodímov son individuos muy serios. No andan detrás de la propaganda. Por lo demás, tampoco son hombres capaces de lanzar ideas cuasicientíficas.
– Todo lo nuevo en las ciencias, todos los descubrimientos, nacen de la experiencia del pasado -afirmó Galia con calor-: ¿Y dónde ves tú aquí la experiencia?
– Lo nuevo frecuentemente refuta lo viejo.
– Existen diferentes clases de refutaciones.
– Exacto, estoy de acuerdo. Pero, ni a Einstein le creían: "¡No faltaba más! ¡Refutar a Newton!"
Olga, obstinada en permanecer callada, no intervenía en la discusión, hasta que Galia le llamó la atención:
– ¿Y tú, por qué callas?
– Por miedo.
– ¿Miedo a qué?
– Ustedes discuten sobre concepciones abstractas; sin embargo, Serguéi tomó parte directa en el experimento. Y, por lo que sé, no se detendrá ahí. Y si es verdad todo lo que cuenta, es poco probable que el cerebro de una persona corriente lo soporte.