Выбрать главу

¿Niños? Por supuesto. Intentamos contarlos cada noche, pero se mueven demasiado aprisa. Y hay pollos y patos y cachorrillos de perros, y un gran jardín un poco lleno de todo con rosas todo el año, casi. Es un lugar agitado y feliz donde siempre has de mirar dónde pones los pies.

— Suena como algo grande. ¿No necesita el grupo un marido asociado que no podrá estar mucho tiempo en casa pero que tiene un buen seguro de vida? ¿Cuánto puede costar entrar en él?

— Hablaré a Anita al respecto. Pero no parece estar hablando usted en serio.

Seguimos charlando, ninguno de los dos creyéndonos ni una sola palabra de lo que decíamos, más allá de un nivel simbólico. Al poco rato preveíamos la posibilidad de un futuro encuentro intercambiando nuestros códigos de comunicación, el de mi familia en Christchurch como respuesta a su ofrecimiento del uso provisional de su piso en Auckland. Lo había conservado, dijo, cuando su hermana se había mudado… pero normalmente sólo lo necesitaba seis días al mes.

— Así que si se encuentra usted en la ciudad y necesita un lugar para darse una ducha y echar una cabezada, o pasar una noche, simplemente llame.

— Pero suponga que está usándolo uno de sus amigos, Ian — me había pedido que apeara el tratamiento de capitán —… o usted mismo.

— Es difícil pero, de ser así, la computadora lo sabría y se lo diría. Si estoy en la ciudad o a punto de llegar a ella, se lo dirá también… y por supuesto yo no voy a dejar escapar la oportunidad.

El paso directo pero en términos educados. Así que le respondí diciéndole, a través de facilitarle nuestro número en Christchurch, que sería bienvenido si tenía intención de quitarme las bragas… si tenía el valor de enfrentarse a mis maridos, mis coesposas, y una pléyade de ruidosos chicos. Calculé que era muy poco probable que llamara. Los solterones altos y agraciados con trabajos esplendorosos y bien pagados no suelen llevar el yunque hasta tan lejos.

Entonces el altavoz que balbucea las llegadas y las partidas se interrumpió a sí mismo con:

— Lamentamos profundamente tener que hacer una pausa para anunciar la destrucción total de Acapulco. Esta noticia les llega por cortesía de Transportes Interworld, propietario, las Líneas RSS: Rapidez… Seguridad… Servicio.

Jadeé. El capitán dijo:

— ¡Oh, esos idiotas!

— ¿Cuáles idiotas?

— Ese Reino Revolucionario Mexicano. ¿Cuándo aprenderán los estados territoriales que no pueden vencer a los estados corporativos? Es por eso por lo que he dicho que eran idiotas. ¡Y lo son!

— ¿Por qué dice usted eso, capitán… Ian?

— Es obvio. Cualquier estado territorial, aunque sea Ele-Cuatro o un asteroide, es como un pato sentado. Pero luchar contra una multinacional es como intentar cortar un poco de niebla a rebanadas. ¿Dónde está tu blanco? ¿Deseas luchar contra IBM? ¿Dónde está IBM? Sus oficinas centrales registradas con un aparato de correos en el Estado Libre de Delaware. No hay blanco. Las oficinas y la gente y las fábricas de IBM están esparcidas por el territorio de cuatrocientos estados territoriales en tierra y algunos más en el espacio; no puedes golpear a ninguna parte de IBM sin golpear a alguien otro tanto como a ella o más. ¿Pero puede IBM derrotar, digamos, a la Gran Rusia?

— No lo sé — admití —. Los prusianos no fueron capaces.

— Eso depende únicamente de si IBM ve o no algún provecho en ello. Por lo que sé, IBM no posee ninguna guerrilla; puede que no tenga ni siquiera agentes saboteadores.

Puede que incluso tenga que comprar las bombas y los misiles. Pero puede hacerlo en cualquier momento y tomarse todo el tiempo que necesite, porque Rusia no se va a ir a ninguna otra parte. Se quedará allí donde está, un enorme y gordo blanco, la semana que viene o el año que viene. Pero Transportes Interworld acaba de mostrarnos cuál sería el resultado. Esta guerra ha terminado. México puede apostar a que la Interworld no recibirá ninguna condena pública por destruir una ciudad mexicana. Pero esos políticos viejo estilo olvidan que las naciones corporativas no están tan interesadas en la opinión pública como puedan estarlo las naciones territoriales. La guerra ha terminado.

— ¡Oh, espero que sí! Acapulco es… era… un lugar encantador.

— Sí, y seguiría siendo un lugar encantador si el Consejo Revolucionario de Moctezuma no estuviera aún enraizado en algún lugar del siglo XX. Pero ahora habrá que guardar las apariencias. La Interworld pedirá disculpas y pagará una indemnización, y entonces, sin demasiadas alharacas, el Moctezuma cederá las tierras y la extraterritorialidad para el nuevo espaciopuerto a una nueva corporación con un nombre mexicano y una oficina local en el Distrito Federal… y al público no se le dirá que la nueva corporación es propiedad en un sesenta por ciento de la Interworld y en un cuarenta por ciento de los mismos políticos que se mostraron reacios durante demasiado tiempo y permitieron que Acapulco fuera destruida. — El capitán Tormey parecía avinagrado, y de pronto me di cuenta de que era más viejo de lo que había supuesto al principio.

— Ian — dije —, ¿no es la ANZAC una subsidiaria de la Interworld?

— Quizá sea por eso que parezco tan cínico. — Se puso en pie —. Su lanzadera está en la puerta. Déjeme llevarle su equipaje.

6

Christchurch es la ciudad más encantadora de este planeta.

Digamos «de todos lados», puesto que todavía no existe una ciudad realmente encantadora fuera de la Tierra. Luna City es subterránea. Ele-Cinco parece desde fuera un depósito de chatarra y posee tan sólo una sección que parece bonita desde dentro.

Las ciudades marcianas son meras colmenas, y la mayor parte de las del lado de la Tierra sufren de un erróneo intento de parecerse a Los Angeles.

Christchurch no tiene la magnificencia de París o el ambiente de San Francisco o el puerto de Río. En cambio, tiene cosas que hacen a una ciudad encantadora en vez de sorprendente: el manso Avon serpenteando a través de nuestras empinadas calles. La suave belleza de la Plaza de la Catedral. La fuente del Ferrier frente al ayuntamiento. La lujuriante belleza de nuestros mundialmente famosos jardines botánicos plantada en medio de la ciudad antigua.

«Los griegos loan Atenas». Pero yo no soy nativa de Christchurch (si «nativa» puede significar algo para alguien como yo). Ni siquiera soy una neozelandesa. Encontré a Douglas en Ecuador (eso fue antes de la catástrofe del Enganche Celeste de Quito), me sentí encantada con una frenética aventura amorosa compuesta a partes iguales de acideces de pisco y dulzura de sábanas, luego me asusté ante su proposición, me calmé cuando me hizo comprender que no estaba proponiéndome un juramento ante ningún oficial sino únicamente una visita a prueba a su grupo-S… saber si me gustaba, saber si yo les gustaba a ellos.

Aquello era algo distinto. Zumbé de vuelta al Imperio e informé, y le dije al Jefe que iba a tomarme algunas vacaciones acumuladas… ¿o prefería que le enviara mi renuncia?

Gruñó algo acerca de que siguiera adelante y dejara que mis gónadas se enfriaran, y que volviera a ponerme en contacto con él cuando me sintiera de nuevo apta para el trabajo.

Así que regresé a toda prisa a Quito, y Douglas estaba aún en la cama.

Por aquel entonces no había realmente ninguna forma de ir de Ecuador a Nueva Zelanda… así que tomamos el tubo hasta Lima y allí un SB directamente por encima del Polo Sur hasta el Puerto de Perth en Australia Occidental (con la sorprendente desviación en forma de S debida a Coriolis), luego el tubo hasta Sydney, un salto a Auckland, y luego flotando hasta Christchurch, tomándonos cerca de veinticuatro horas y el más extraño de los trayectos el cruzar simplemente el Pacífico. Winnipeg y Quito se hallan aproximadamente a la misma distancia de Auckland — no se dejen engañar por un mapa plano; consulten a su computadora —, de hecho Winnipeg está tan sólo una octava parte más alejada.