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Una mañana Anita me invitó afuera al jardín. Le di las gracias mientras le señalaba que estaba atareada ayudando a Vickie. Pese a ello me encontré al cabo de un momento sentada en el rincón más alejado del jardín con Anita, mientras los niños eran firmemente alejados.

Anita dijo:

— Marjorie, querida. — Soy «Marjorie Baldwin» en Christchurch porque ese era mi nombre público cuando conocí a Douglas en Quito —, ambas sabemos por qué Douglas te invitó aquí. ¿Eres feliz con nosotros?

— ¡Terriblemente feliz!

— ¿Lo bastante feliz, crees, como para desear hacerlo permanente?

— Sí, pero… — Nunca tuve la oportunidad de decir Sí-pero-soy-estéril; Anita me interrumpió firmemente:

— Quizá sea mejor que primero te diga algunas cosas, querida. Debemos discutir la dote. Si dejo esto a nuestros hombres, el dinero no será mencionado nunca; Albert y Brian están encandilados contigo como Douglas, y lo comprendo perfectamente. Pero este grupo es una corporación familiar de negocios al mismo tiempo que un matrimonio, y alguien debe llevar las cuentas… y es por eso por lo que yo soy la presidente del consejo de administración y la jefa ejecutiva; nunca me siento tan emocional como para dejar de observar los negocios. — Sonrió, y sus agujas de hacer calceta resonaron —. Pregúntale a Brian… él me llama Ebenezer Scrooge… pero nunca ha ofrecido ocuparse él de esos asuntos.

«Puedes quedarte con nosotros como huésped durante tanto tiempo como quieras.

¿Qué es una boca más que alimentar en una mesa tan larga como la nuestra? Nada.

Pero si deseas unirte a nosotros formal y contractualmente, entonces debo convertirme en Ebenezer Scrooge y descubrir qué contrato podemos redactar. Porque no voy a permitir que la fortuna de la familia se diluya. Brian tiene tres participaciones y por ello le corresponden tres votos. Albert y yo tenemos dos participaciones y dos votos cada uno.

Douglas y Victoria y Lispeth tienen una participación y un voto cada uno. Como puedes ver, sólo poseo dos votos de diez… pero desde hace años, si amenazo con dimitir, recibo repentinamente un fuerte voto de confianza. Algún día alguien me ganará y entonces podré retirarme y ser Alice Sentada-Junto-Al-Fuego. — (¡Y el funeral será un poco más tarde aquel mismo día!).

«Mientras tanto, yo llevo los asuntos. Cada uno de los niños tiene una participación pero ningún voto… y un niño nunca votará su participación porque ésta le es pagada a él o a ella en efectivo cuando abandonan la casa, como dote o como capital inicial… o para gastársela, aunque prefiero pensar que no. Tales reducciones en el capital deben ser planeadas; si tres de nuestras chicas se casan el mismo año la situación puede ser embarazosa si no es anticipada.

Le dije que todo aquello sonaba como algo realmente sensible y acogedor, puesto que no creía que la mayoría de los niños fueran tan cuidadosamente dotados para el día de mañana. (De hecho, no sabía absolutamente nada acerca de tales cosas).

— Intentamos darles lo mejor — admitió —. Después de todo, los niños son la finalidad de la familia. De modo que estoy segura de que comprenderás que un adulto que se una a nuestro grupo debe comprar una participación, o el sistema no funcionará. Los matrimonios se arreglan en el cielo, pero las facturas deben ser pagadas aquí en la tierra.

— Amén. — (Podía ver que mis problemas estaban solucionados para mí. Negativamente.

No podía estimar la riqueza del Grupo Familiar Davidson. Eran ricos, eso era seguro, pese a que vivían sin sirvientes y en una casa automatizada de estilo antiguo. Fuera como fuese, yo no podía comprar una participación).

— Douglas nos dijo que no tenía la menor idea de si tenías o no dinero. Dinero en capitales, me refiero.

— No tengo.

No perdió ni una puntada.

— Yo tampoco cuando tenía tu edad. Eres una empleada, ¿verdad? ¿No podrías trabajar en Christchurch y comprar tu participación con tu salario? Sé que encontrar trabajo puede ser un problema en una ciudad extraña… pero nosotras conocemos gente.

¿A qué te dedicas? Nunca nos lo has dicho.

(¡Y no voy a hacerlo!) Tras eludirla y luego decirle claramente que mi trabajo era confidencial y que me negaba a discutir ningún aspecto de los asuntos de quienes me empleaban, añadí que no, que no podía abandonarlo y buscar un trabajo similar en Christchurch, de modo que no había ninguna forma en que la cosa pudiera funcionar, pero que había sido algo maravilloso mientras había durado, y que esperaba…

Ella me cortó en seco.

— Querida, no he sido comisionada para negociar este contrato sobre las bases de un fracaso. Lo que no puede hacerse no es aceptable; debemos descubrir lo que puede hacerse. Brian ha ofrecido hacerte donación de una de sus tres participaciones… y Douglas y Albert están dispuestos a colaborar también, pro rata, aunque no pueden pagarle inmediatamente. Pero yo he vetado esta solución; es un mal precedente y se lo he dicho, utilizando una cruda y vieja expresión campesina acerca de la lucha entre carneros. En vez de ello estoy dispuesta a aceptar una de las participaciones de Brian como garantía del cumplimiento por tu parte de tu contrato.

— ¡Pero yo no tengo ningún contrato!

— Lo tendrás. Si continúas con tu actual empleo, ¿cuánto puedes pagar al mes? No te pilles los dedos pero págalo tan rápido como te sea posible, porque eso funciona exactamente igual que la amortización de una hipoteca: parte de cada pago cubre los intereses de la deuda pendiente, parte reduce esa deuda… así que cuanto mayor sea el pago, mejor para ti.

(Yo nunca había pagado en mi vida ninguna hipoteca).

— ¿Podemos hacer los cálculos en oro? Puedo convertirlo a dinero, por supuesto, pero generalmente me pagan en oro.

— ¿En oro? — De pronto Anita pareció ponerse alerta. Rebuscó en su bolsa de calceta y extrajo una extensión portátil de la terminal de su computadora —. Puedo ofrecerte un trato mejor para el oro. — Tecleó durante unos instantes, aguardó, y asintió —.

Considerablemente mejor. Aunque no estoy acostumbrada realmente a manejar lingotes.

Pero podemos arreglarlo.

— Dije que podía convertirlo. Las libranzas son en gramos, pureza nueve nueve nueve, extendidas en Aceptaciones del Ceres & South África Ltd., Luna City. Pero pueden ser pagadas en moneda de Nueva Zelanda, directamente aquí, a través de un depósito bancario automático aunque yo no esté en la Tierra en aquel momento. ¿El Banco de Nueva Zelanda, oficina de Christchurch?

— Esto, el Canterbury Land Bank. Yo soy uno de sus directores.

— Manténlo por todos los medios en la familia.

Al día siguiente firmamos el contrato, y un poco después, aquella misma semana, se casaron conmigo, todo legal y conveniente, en una capilla lateral de la catedral, con toda yo de blanco, por el amor de Dios.

A la semana siguiente volví al trabajo, triste y cálidamente feliz al mismo tiempo.

Durante los siguientes diecisiete años iba a estar pagando 858,13 dólares neozelandeses al mes, a menos que pudiera pagar más aprisa. ¿Para qué? No podía vivir en casa hasta que hubiera terminado de pagar porque tenía que conservar mi trabajo para mantener esos pagos mensuales. ¿Para qué, entonces? No por el sexo. Como le dije al capitán Tormey, el sexo está en todas partes; es una tontería pagar por él. Por el privilegio de meter mis manos en la jabonosa agua de lavar platos, supongo. Por el privilegio de rodar por el suelo y recibir meadas de los cachorros y de los bebés adiestrados en el hábito de la limpieza sólo nominalmente.

Por la cálida seguridad de que, estuviera donde estuviese, había un lugar en este planeta donde podía hacer estas cosas por derecho propio, porque era aceptada.