Georges esbozó una pequeña sonrisa cínica.
— Uno casi puede definir la inteligencia como el nivel en el cual un organismo consciente pregunta: «¿Qué es lo que pasa conmigo?» — prosiguió —. Marj, en este asunto de comprar uno de tus espléndidos huevos frescos, quizá hubiera debido intentar decirte qué es lo que pasa contigo.
— No le escuches — interrumpió rápidamente Janet —. Te pondrá en una fría mesa y mirará por el túnel del amor sin la menor intención romántica. Lo sé. dejé que lo hiciera conmigo tres veces. Y ni siquiera me pagó por ello.
— ¿Cómo puedo pagarte cuando compartimos las propiedades de la comunidad?
Marjorie, querida dama, la mesa no es fría y está acolchada, y mientras tanto puedes leer o contemplar una terminal o charlar o lo que quieras. Ha habido grandes avances en el procedimiento desde hace una generación, cuando atravesaban la pared abdominal y a menudo arruinaban un ovario. Si tú…
— ¡Alto! — dijo Ian —. Algo nuevo en las noticias. — Subió el volumen del sonido.
— …Consejo para la Supervivencia. Los acontecimientos de las últimas doce horas son una advertencia a los ricos y a los poderosos de que sus días han terminado y de que la justicia va a prevalecer. Las muertes y otras lecciones ilustrativas proseguirán hasta que nuestras justas demandas sean aceptadas. Permanezcan conectados a su canal de emergencia local…
11
Cualquiera demasiado joven como para haber oído el anuncio aquella noche ha leído acerca de él más tarde en la escuela. Pero debo resumirlo a fin de mostrar cómo me afectó a mí y a mi modo de vida. Aquel autoproclamado «Consejo para la Supervivencia» afirmaba ser una sociedad secreta de «simplemente hombres» dedicada a corregir toda la miríada de equivocaciones de la Tierra y de todos los muchos planetas y lugares donde vive la humanidad. A ello habían dedicado sus vidas.
Pero primero planearon dedicar unas cuantas vidas de otras personas. Dijeron que habían confeccionado listas de todos los auténticos promotores e impulsores en todas partes, por todo el planeta y fuera de él… listas separadas para cada estado territorial, más una gran lista de líderes mundiales. Esos eran sus blancos.
El Consejo reivindicaba la autoría de los asesinatos iniciales y prometía más muertes…
y más… y más… hasta que sus demandas fueran aceptadas.
Tras listar los líderes mundiales, la voz que llegaba hasta nosotros empezó a recitar la lista de los britocanadienses. Por sus expresiones y pensativos movimientos de cabeza vi que mis anfitriones y anfitriona estaban de acuerdo con la mayoría de las elecciones. El delegado del Primer Ministro estaba en la lista pero no el Primer Ministro… para mi sorpresa y quizá más para la de ellos. ¿Cómo te sentirías si hubieras pasado toda tu vida en la política, abriéndote camino hasta la cúspide, para que luego viniera algún cotorra listo y dijera que ni siquiera eras lo bastante importante como para ser asesinado? ¡Un poco como ser dejado de lado por un gato!
La voz prometió que no habría más asesinatos durante diez días. Si al término de estos las condiciones no habían sido corregidas, uno de cada diez de los nombres que quedaban sería elegido por suerte y sería muerto. El condenado no sería nombrado; simplemente sería asesinado. Diez días más tarde sería elegido otro entre diez. Y así, hasta que fuera proclamada Utopía por los supervivientes.
La voz explicó que el Consejo no era un gobierno y que no pretendía reemplazar a ningún gobierno; era simplemente el guardián de la moralidad, la consciencia pública de los poderosos. Aquellos en el poder que sobrevivieran podrían seguir en el poder.. pero sobrevivirían únicamente haciendo justicia. Se les advertía que no intentaran renunciar.
— Esta es la Voz de la Supervivencia. ¡El Cielo en la Tierra está al alcance de la mano! — Desapareció.
Hubo una larga pausa después de que terminara la cinta antes de que apareciera un locutor en la pantalla de la terminal. Janet rompió el silencio con un:
— Sí, pero…
— ¿Sí pero qué? — preguntó Ian.
— No hay la menor duda de que esa lista enumera a la mayoría de la gente realmente poderosa en el país. Supón que tú estás en esa lista de blancos y estás tan asustado que te muestras dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de no correr el riesgo de ser asesinado. ¿Qué harás? ¿Es eso justicia?
(«¿Dónde está la verdad?», preguntó Poncio Pilatos, y se lavó las manos. Yo no tenía respuestas, así que guardé silencio).
— Querida, es sencillo — respondió Georges.
— ¡Oh, dilo ya! ¿Cómo?
— Lo han hecho del modo más simple posible. Se supone que cada propietario o jefe o tirano sabe lo que tiene que hacer; ese es su trabajo. Si hace lo que debe, todo está bien.
Si fracasa, le son pedidas cuentas de su error… por el doctor Guillotin.
— ¡Georges, sé serio!
— Querida, nunca he sido más serio. Si el caballo no puede saltar el obstáculo, pégale un tiro al caballo. Sigue haciendo esto y finalmente encontrarás un caballo que pueda efectuar el salto… si no se te acaban antes los caballos. Esta es la forma de pseudológica plausible que aplica la mayor parte de la gente a los asuntos políticos. Hace que uno se pregunte si la humanidad es capaz de ser bien gobernada por cualquier sistema de gobierno.
— El gobernar es un asunto sucio — gruñó Ian.
— Cierto. Pero el asesinato es aún más sucio.
Aquella discusión política hubiera proseguido si la terminal no se hubiera iluminado de nuevo… siempre he observado que las discusiones políticas no terminan nunca; simplemente son interrumpidas por algún elemento externo. Un locutor vivo, en directo, llenó la pantalla.
— La cinta que acaban ustedes de escuchar — anunció — fue entregada a mano a esta estación. El ministerio de la PM ha repudiado esta cinta y ha ordenado a todas las estaciones que no sea retransmitida amparándose en la Ley de Defensa Pública y amenazando con fuertes sanciones. Lo que pretenden los censores con esta orden es claramente anticonstitucional. La Voz de Winnipeg seguirá manteniéndoles al corriente de todo lo que ocurra. Les urgimos que conserven la calma y permanezcan en sus casas a menos que sean ustedes necesarios para mantener los servicios públicos esenciales.
Luego volvieron a pasar de nuevo las cintas que habían sido ofrecidas antes, y Janet cortó el sonido y puso nuevas franjas en la pantalla.
— Ian — dije —, suponiendo que tenga que quedarme aquí hasta que las cosas se apacigüen en el Imperio…
— Eso no es una suposición; eso es un hecho.
— Sí, señor. Entonces necesito llamar urgentemente a mi empleador. ¿Puedo utilizar tu terminal? Con mi tarjeta de crédito, por supuesto.
— No con tu tarjeta de crédito. Yo haré la llamada y la cargaremos aquí.
Me sentí en cierto modo vejada.
— Ian, aprecio la espléndida hospitalidad que tú… todos vosotros… me estáis mostrando.
Pero, si sigues insistiendo en pagar incluso esos gastos que un huésped debe pagar por sí mismo, entonces regístrame como tu concubina y haz pública tu responsabilidad sobre todas mis deudas.
— Razonable. ¿Qué salario esperas conseguir?
— ¡Aguarda! — exigió Georges —. Yo pago mejor. Él es un avariento escocés.
— No escuches a ninguno de los dos — me advirtió Janet —. Georges puede pagar mejor pero esperará que poses para él y te exigirá uno de tus huevos por un solo salario.