— Una puerta a prueba de presión — explicó —. Si cae una bomba cerca de aquí, la ola de concusión empujará el agua directamente a través del pequeño túnel. Esto la detendrá.
Por supuesto, no en caso de un impacto directo… Bueno, si ocurre eso ni siquiera nos daremos cuenta, así que no planeé nada al respecto. — Añadió —: Mira a tu alrededor, siéntete como en casa. Iré a buscar una toalla.
Estábamos en una habitación larga y estrecha con un techo abovedado. Había literas a lo largo de la pared de la derecha, una mesa con sillas y una terminal más allá y, en el extremo más alejado, una pequeña cocina a la derecha y una puerta que evidentemente conducía a un baño o ducha, puesto que Janet entró por ella, y regresó con una gran toalla.
— Quédate quieta y deja que mamá te seque — dijo —. Aquí no hay ningún secador de aire. Todo es tan sencillo y poco automatizado como me fue posible sin que las cosas dejaran de funcionar por ello.
Me frotó concienzudamente, luego yo tomé la toalla y trabajé sobre ella… un placer, pues Janet es toda una belleza. Finalmente dijo:
— Ya basta, muchacha. Ahora déjame que te haga un apresurado recorrido turístico del lugar, puesto que no es probable que estés aquí de nuevo a menos que tengas que utilizarlo como refugio… y puede que tengas que estar sola (oh, sí, puede ocurrir), y tu vida dependa de saberlo todo acerca de él.
«En primer lugar, ¿ves ese libro colgado de la pared encima de la mesa? Es el libro de instrucciones y el inventario, y la cadena que lo sujeta no es ninguna broma. Con ese libro no necesitarás el recorrido turístico: todo está en él. Aspirinas, municiones o zumo de manzana, todo está listado ahí.
Pero hicimos, rápidamente, el circuito turístico al menos en sus tres cuartas partes:
reservas de alimentos, congelador, reservas de aire, bomba de mano para el agua si fallaba la presión, ropas, medicinas, etc.
— Lo planeé — me dijo — para tres personas durante tres meses.
— ¿Cómo se renuevan las reservas?
— ¿Cómo lo harías tú?
Pensé en ello.
— Bombearía el agua fuera de la bañera.
— Sí, exacto. Hay aquí un tanque contenedor, oculto y no reflejado en los planos de la casa… nada de esto lo está. Naturalmente, muchos artículos pueden traerse aunque se mojen o pueden ser introducidos en envolturas a prueba de agua. Por cierto, ¿ha resistido bien el viaje tu bolsa?
— Creo que sí. Saqué todo el aire antes de sellarla. Jan, este lugar no es tan sólo un refugio antibombas, o no te hubieras tomado tantos problemas y gastos para ocultar su existencia.
Su rostro se ensombreció.
— Querida, eres muy perspicaz. No, nunca me hubiera molestado en construirlo si fuera tan sólo un refugio antibombas. Si alguna vez somos atacados con bombas H, no me siento demasiado ansiosa por sobrevivir. Lo diseñé primariamente para protegernos de lo que llamamos pintorescamente «desórdenes civiles».
Hizo una pausa, y luego prosiguió:
— Mis abuelos acostumbraban a contarme que había un tiempo en que la gente era educada y nadie dudaba en salir de noche y la gente a menudo ni siquiera cerraba sus puertas… y mucho menos rodeaba sus casas con rejas y muros y alambradas y lásers.
Quizá fuera cierto; no soy lo suficientemente vieja como para recordarlo. Me parece que, a lo largo de mi vida, las cosas han ido yendo de mal en peor. Mi primer trabajo, una vez acabé mis estudios, fue diseñar defensas ocultas en otros edificios que estaban siendo remodelados. Pero los artilugios utilizados entonces (¡y no era hace tantos años!) son obsoletos hoy. Entonces la idea era detenerlos y aterrorizarlos fuera. Ahora se utiliza una defensa en dos estadios. Si el primer estadio no los detiene, el segundo estadio es diseñado para matarlos. Estrictamente ilegal, pero cualquiera que puede permitírselo lo hace así. Marj, ¿qué hay que no te haya mostrado? No miremos el libro; ya lo estudiarás cuando sea necesario. Mira dentro de tu cabeza. ¿Qué característica importante del Agujero no te he mostrado?
(¿Deseaba realmente que se lo dijera?) — A mí me parece completo… una vez me has mostrado las Shipstones principal y auxiliar que proporcionan la energía.
— Piensa, querida. La casa de arriba ha estallado en torno a nuestras orejas. O quizá está ocupada por invasores. O incluso por nuestra policía, buscándoos a ti y a Georges.
¿Qué otra cosa necesitas aquí?
— Bien… cualquier criatura que vive bajo tierra… zorros, conejos, topos… tiene una puerta trasera.
— ¡Buena chica! ¿Dónde está?
Hice como que miraba a mi alrededor e intentaba descubrirla. Pero de hecho una picazón derivada de todo mi entrenamiento («No te relajes hasta que hayas descubierto tu camino de escape») había hecho que la buscara antes.
— Si es factible un túnel en esa dirección, creo que la puerta trasera debería estar dentro de esa alacena para ropas.
— No sé si felicitarte o estudiar cómo no la oculté mejor. Sí, a través de ese guardarropa y girando a la izquierda. Las luces se encienden automáticamente ante una radiación de treinta y siete grados, del mismo modo que lo hicieron cuando salimos de aquel túnel a través de la piscina. Esas luces están alimentadas por sus propias Shipstones, y deberían funcionar siempre, prácticamente, pero creo que es juicioso llevarse una linterna nueva, y ya sabes dónde están. El túnel es bastante largo, puesto que sale mucho más allá de nuestros muros, en medio de un grupo de arbustos espinosos. Allí hay una puerta camuflada, más bien pesada, pero puedes empujarla a un lado, y luego volver a dejarla caer.
— Suena terriblemente bien planeado. Pero, Jan, ¿y si alguien la descubre y penetra por aquel lado? ¿O si lo hago yo? Después de todo, soy prácticamente una extraña.
— No eres una extraña; eres una vieja amiga a la que conocemos desde hace mucho tiempo. Sí, es posible que alguien pueda llegar a descubrir nuestra puerta de escape, pese a su localización y la forma en que está oculta. En primer lugar, una horrible alarma sonaría por toda la casa. Entonces observaríamos a lo largo del túnel por control remoto, con la imagen mostrándose en uno de los terminales de la casa. Luego serían tomadas medidas, la más suave de las cuales sería gases lacrimógenos. Pero si no estuviéramos en casa cuando nuestra puerta de escape fuera forzada, entonces lo lamentaría mucho por Ian o por Georges, o por los dos.
— ¿Cómo puedes decirlo de ese modo?
— Porque no iba a ser necesario sentirlo por mí. Sufriría un súbito ataque de debilidad femenina y me desmayaría. Yo no me hago cargo de los cadáveres, especialmente de los que llevan varios días muertos.
— Hummm… sí, entiendo.
— Aunque es posible que no sea un cadáver si el propietario del cuerpo es lo suficientemente listo como para no seguir meando fuera del tiesto. Recuerda, soy una diseñadora de defensas profesional, Marj, y observa la política habitual de los dos estadios. Suponte que alguien se abre paso a través de los arbustos espinosos, encuentra nuestra puerta, y se deshace las uñas abriéndola… en este punto no está muerto todavía. Si es uno de nosotros (concebible, pero poco probable), acciona un interruptor oculto a poca distancia de la entrada, te mostraré dónde está. Pero si realmente es un intruso, verá inmediatamente un letrero: PROPIEDAD PRIVADA, PROHIBIDO EL PASO. Lo ignora y sigue adelante, y a los pocos metros una voz le lanza la misma advertencia y le avisa de que la propiedad posee defensas activas. El idiota sigue adelante. Sirenas y luces rojas… y él persiste… y entonces los pobres Jan y Georges tienen que sacar la hedionda basura de nuevo fuera del túnel. No fuera de la puerta, sin embargo, ni dentro de la casa. Si alguien se mata insistiendo en penetrar a través de nuestras defensas, su cuerpo no será hallado nunca; pasará a engrosar la lista de personas desaparecidas. ¿Sientes alguna necesidad de saber cómo?