— Voy a irme ahora. Georges, ¿vienes conmigo?
— ¡Hey! — dijo Ian —. No esta noche. A primera hora de la mañana.
— ¿Por qué? Los tubos funcionan toda la noche, ¿no? — (Sabía que lo hacían).
— Sí, pero hay más de veinte kilómetros hasta la estación del tubo más cercana. Y la oscuridad es como el interior de una pila de carbón.
(No era el momento de discutir la visión mejorada).
— Ian, puedo llegar allí a medianoche. Si hay una cápsula que salga a medianoche, puedo conseguir prácticamente toda una noche de sueño en Bellingham. Si la frontera está abierta entre California y el Imperio, informaré a mi jefe mañana por la mañana. Es mejor así, ¿no?
Unos minutos más tarde nos íbamos todos, en un birlocho. Ian no se sentía complacido conmigo porque yo no había resultado ser la dulce, suave, manejable criatura que prefieren los hombres. Pero había superado su irritación y me besó dulcemente cuando nos dejaron en el Perímetro y McPhillips al otro lado de la estación del tubo. Georges y yo nos metimos en la atestada cápsula de las veintitrés, y tuvimos que permanecer de pie durante todo el camino cruzando el continente.
Pero estábamos en Vancouver a las veintidós (hora del Pacífico… medianoche en Winnipeg), tomamos los formularios para la solicitud de tarjetas de turistas cuando entramos en la lanzadera de Bellingham, los llenamos por el camino, los hicimos procesar por la computadora de la salida cuando abandonamos la lanzadera unos pocos minutos más tarde. El operador humano ni siquiera alzó la vista mientras la máquina escupía nuestras tarjetas. Simplemente murmuró:
— Disfruten de su estancia — y siguió leyendo.
En Bellingham, la salida de la estación de la Lanzadera de Vancouver desemboca en el vestíbulo inferior del Bellingham Hilton; frente a nosotros había un cartel resplandeciente flotando en el aire:
DESAYUNOS BAR Bistecs — Platos rápidos — Cócteles Se sirven desayunos las veinticuatro horas
Georges dijo:
— Señora Tormey, amor mío, ocurre que olvidé cenar.
— Señor Tormey, tienes toda la razón. Vamos a tomar un bocado.
— La cocina de la Confederación no es exótica, no es sofisticada. Pero a su propia manera robusta puede ser completamente satisfactoria… especialmente si uno ha tenido tiempo de acumular un auténtico apetito. He comido en este establecimiento antes. Pese a su nombre, puede conseguirse una gran variedad de platos. Pero, si aceptas el menú del desayuno y me permites ordenarlo por ti, creo que puedo garantizarte que tu hambre resultará placenteramente sofocada.
— Georges… quiero decir «Ian»… he comido tu sopa. ¡Puedes ordenar por mí siempre que quieras!
Era realmente un bar… no había mesas. Pero los taburetes tenían respaldos y estaban acolchados y podías subirte a la barra sin darte en las rodillas… confortable. Los aperitivos de zumo de manzana estaban situados ya frente a nosotros cuando nos sentamos. Georges ordenó por los dos, luego se bajó del taburete y se dirigió hacia el mostrador de recepción y tecleó nuestras inscripciones. Cuando regresó, dijo mientras se sentaba de nuevo:
— Ahora puedes llamarme «Georges», y tú eres la «señora Perreault». Así es como nos hemos inscrito. — Alzó su aperitivo —. Santé, ma chère femme.
Alcé el mío.
— Merci. Et à la tienne, mon cher mari. — El zumo era burbujeantemente frío, y tan dulce como el sentimiento. Mientras no tuviera intención de tener de nuevo un marido, Georges podía ser uno bueno, ya fuera como una broma, como ahora, o en la realidad. Pero simplemente me había sido prestado por Janet.
Nuestro «desayuno» llegó:
Zumo de manzana Yakima helado.
Fresones del Valle imperial con crema Sequim.
Dos huevos, poco hechos y con las yemas mirándonos, descansando sobre un bistec de buen tamaño tan tierno que podía cortarse con un tenedor… «Huevos a caballo».
Grandes bollos calientes, mantequilla Sequim, salvia y miel al trébol.
Café Kona en tazas enormes.
El café, el zumo y los bollos eran renovados constantemente… nos ofrecieron un segundo servicio de bistec y huevos, pero tuvimos que rechazarlo.
El nivel de ruido y la forma en que estábamos sentados no animaba la conversación.
Había una pantalla de Anuncios de Oportunidades al fondo del bar. Cada anuncio permanecía en la pantalla sólo el tiempo suficiente para ser leído pero, como de costumbre, cada uno estaba codificado con un número para poder ser solicitado al gusto de cada uno en las terminales individuales que cada cual tenía frente a su asiento en el bar. Fui leyéndolos distraídamente mientras comía:
La Nave Libre Jack Pot está reclutando miembros para su tripulación en el Mercado Laboral de Las Vegas. Bonos para los veteranos de guerra.
¿Podía una nave pirata anunciarse tan claramente? ¿Incluso en el Estado Libre de Las Vegas? Era difícil de creer, pero aún era más difícil leerlo de cualquier otra forma.
¡Fume lo que fumaba Jesucristo! PORROS ÁNGEL Garantizados no cancerígenos El cáncer no me preocupaba, pero la nicotina no es para mí; la boca de una mujer debe ser dulce.
DIOS está esperándote en la suite 1208 de las Torres Lewis y Clark. No hagas que El tenga que venir a buscarte. No te gustará.
No me gustaba de ningún modo.
¿HASTIADO? Estamos a punto de desembarcar un grupo pionero en un planeta virgen tipo T-13. Garantizado porcentaje de sexo 50-40-10+2 % Bioedad media 32+1. No se requiere test de temperamento. No inversión — No contribuciones — No rescate.
Corporación de Expansión de Sistemas División de Demografía y Ecología Luna City, GPO apartado DEMOo teclee Tycho 800-2300 Recuperé aquel último y lo releí. ¿Cómo me sentiría emprendiendo la aventura de un mundo completamente nuevo codo con codo con camaradas?… gente que no podría llegar a saber mi origen. O que no le importaría. Mis perfeccionamientos podían hacer que me respetaran en vez de convertirme en un fenómeno… siempre que no me vanagloriara demasiado de ellos…
— Georges, mira esto, por favor.
Lo hizo.
— ¿Qué hay con ello?
— Puede ser divertido ¿no?
— ¡No! Marjorie, en la escala T cualquier planeta por encima de ocho requiere enormes gastos, gran cantidad de equipo, y colonos muy entrenados. Un trece es un exótico camino al suicidio, eso es todo.
— Oh.
— Lee este. — Ofreció:
W. K. — Haga su testamento. Le queda tan sólo una semana de vida. A.C.B.
Lo leí.
— Georges, ¿es realmente una amenaza de asesinato contra ese W.K.? ¿En un anuncio público? ¿Puede ser rastreado hasta su origen?
— No lo sé. Puede que no sea fácil de rastrear. Estoy preguntándome qué veremos en el anuncio mañana… ¿dirá «seis días»? ¿Luego «cinco días»? ¿Está W.K. esperando que caiga el golpe sobre él? ¿O es alguna especie de promoción?
— No lo sé. — Pensé en ello en relación con nuestra propia situación —. Georges, ¿es posible que todas esas amenazas en los canales sean alguna especie de truco terriblemente complejo?
— ¿Estás sugiriendo que nadie ha sido asesinado y que todas las noticias eran falsas?
— Oh, no sé lo que estoy sugiriendo.
— Marjorie, hay una trampa ahí, sí… en el sentido que tres grupos distintos se están adjudicando a la vez la responsabilidad, y en consecuencia dos grupos están intentando engañar al mundo. No creo que los informes de asesinatos sean falsos. Como con las pompas de jabón, hay un límite máximo al tamaño de una falsedad, tanto en número de personas como en tiempo. Esto es demasiado grande… demasiados lugares, demasiado extendido… para ser falso. O a estas alturas habría desmentidos por todas partes. ¿Más café?
— Gracias, no.