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Ian me había dicho que la Interworld había ordenado la destrucción de Acapulco…

¿significaba esto que los depositarios del testamento de Daniel Shipstone ordenaron el asesinato de un cuarto de millón de personas inocentes? ¿Puede ser esa la misma gente que controla el mejor hospital/escuela para niños impedidos de todo el mundo? Y la Sears-Montgomery… campanas del infierno, yo misma poseo algunas acciones de la Sears-Montgomery. ¿Debo compartir por concatenación alguna parte de la culpabilidad por el asesinato de Acapulco?

Programé la máquina para que mostrara cómo se interconectaban los distintos directorios dentro del complejo Shipstone, y luego qué directorios de otras compañías estaban ocupados por directores de las compañías Shipstone… y los resultados fueron tan sorprendentes que le pedí a la computadora que listara los propietarios de más de un uno por ciento de las acciones o de más de las acciones necesarias para tener voto en todas las compañías Shipstone.

Pasé los siguientes tres días ocupada reordenando cosas y buscando mejores formas de plantear la enorme masa de datos que me llegaron en respuesta a esas dos preguntas.

Al final de ese tiempo puse por escrito mis conclusiones.

a) El complejo Shipstone es en su totalidad una sola compañía. Sólo parece ser veintiocho organizaciones separadas.

b) Los directores y/o accionistas del complejo Shipstone son propietarios o controlan todo lo de importancia capital en todas las principales naciones territoriales del sistema solar.

c) Shipstone es potencialmente un gobierno que abarca todo el planeta (¿o todo el sistema?). No puedo decir por los datos si actúa como tal o no puesto que controla (si por supuesto ese control es ejercido) a través de corporaciones que no forman abiertamente parte del imperio Shipstone.

d) Todo eso me asusta.

Algo que observé en conexión con una compañía Shipstone (Morgan Asociados) me movió a efectuar una investigación en las compañías de crédito y bancos. No me sorprendió pero si me deprimió saber que la compañía que había extendido mi crédito (la MasterCard de California) era de hecho la misma compañía que la que garantizaba el pago (Ceres & South África), y que la cosa proseguía, pues era a la vez Maple Leaf, Visa, Crédit Québec, y así. Eso no es noticia; los teóricos fiscales lo han estado afirmando desde que puedo recordarlo. Pero me sorprendió cuando lo vi desplegado en términos de directorios interconectados y de accionistas compartidos.

Movida por un impulso, pregunté de pronto a la computadora:

— ¿Quién es tu propietario?

— No programable — fue la respuesta.

Refraseé la pregunta, adecuándola más cuidadosamente a su lenguaje. La computadora representada por aquella terminal era una máquina más bien indulgente, y muy lista; normalmente no les importa un poco de programación informal. Pero hay limites a lo que una puede esperar en la comprensión de una máquina del lenguaje verbal; una cuestión reflexiva como esta puede exigir una exactitud semántica.

De nuevo:

— No programable.

Decidí hacer la pregunta dando un rodeo. Le planteé la siguiente pregunta, haciéndolo paso a paso en concordancia con su lenguaje de computadora, gramática de computadora, protocolo de computadora:

— ¿Quién es el propietario de la red de información y procesado que posee terminales por todo el Canadá Británico?

La respuesta apareció en la pantalla y parpadeó varias veces antes de borrarse… y se borró sin que yo lo hubiera ordenado:

— Los datos solicitados no se hallan en mis bancos de memoria.

Aquello me asustó. Decidí dejarlo correr por aquel día e irme a nadar y buscar algún amigo para compartir la cama aquella noche, sin esperar a que me lo pidieran. No era que me sintiera muy superlasciva, sino más bien supersola, y deseaba tener algún cálido cuerpo vivo junto al mío para «protegerme» de una máquina inteligente que se negaba a decirme quién (qué) era realmente.

Durante el desayuno de la mañana siguiente, el Jefe me comunicó que fuera a verle a las diez. Me presenté, algo confusa porque en mi opinión no había dispuesto todavía del tiempo suficiente como para completar mis dos misiones: Shipstone, y las señales de una cultura enferma.

Pero cuando entré, me tendió una carta, de las antiguas, cerrada dentro de un sobre y rechazada, devuelta, como basura postal.

Le reconocí, porque era yo quien la había enviado… a Janet e Ian. Pero me sentí sorprendida viéndola en manos del Jefe, pues la dirección del remite era falsa. La miré y vi que había sido reexpedida a una firma de abogados en San José, aquella que había sido mi contacto para encontrar al Jefe.

— Sorprendente.

— Puedes dármela de nuevo y la haré llegar al capitán Tormey… cuando sepa dónde está.

— Oh, cuando sepas dónde están los Tormey, escribiré una carta muy diferente. Esta era tan sólo un pretexto.

— Pero muy loable.

— ¿Las has leído? — (¡Maldita sea, Jefe!).

— He leído todo lo que ha sido enviado al capitán y a la señora Tormey… y al doctor Perreault. A petición suya.

— Entiendo. — (¡Nadie me dice absolutamente nada!) —. Escribí de la forma en que lo hice, utilizando un nombre falso y todo lo demás, porque la policía de Winnipeg podía abrirla.

— Indudablemente lo hizo. Creo que te cubriste adecuadamente. Lamento no haberte informado que todo correo remitido a su casa me ha sido reexpedido a mí. Sí, naturalmente, la policía ha hecho devolver todo lo que había llegado. Viernes, no sé dónde están los Tormey… pero tengo un método de contacto que puedo utilizar… que podía utilizar. El plan es emplearlo cuando la policía retire todos los cargos contra ellos.

Esperaba que eso se produjera hace unas semanas. No ha ocurrido. De lo cual saco la conclusión de que la policía en Winnipeg sigue aferrada a su intención de colgar la desaparición del teniente Dickey sobre los Tormey como una acusación de asesinato.

Déjame preguntarte de nuevo: ¿puede ser encontrado ese cuerpo?

Pensé intensamente en ello, intentando poner las cosas de la peor manera posible. Si la policía penetraba alguna vez en aquella casa, ¿qué iba a encontrar?

— Jefe, ¿ha estado la policía dentro de esa casa?

— Por supuesto. Buscaron durante todo un día después de que sus propietarios se hubieran ido.

— En ese caso la policía no había encontrado el cuerpo en la mañana del día en que me presenté aquí. Si lo encontraron, aquel día o más tarde, ¿tú te enterarías?

— Creo que probablemente sí. Mis líneas de comunicación en aquel cuartel general de la policía no es que sean perfectas precisamente, pero pago alto por la información más fresca.

— ¿Sabes qué se hizo con los animales que había allí? Cuatro caballos, un gato y cinco gatitos, un cerdo, quizá otros animales.

— Viernes, ¿dónde te está llevando tu intuición?

— Jefe, no sé exactamente dónde está oculto ese cuerpo. Pero Janet, la señora Tormey, es una arquitecto que se especializó en la defensa activa de edificios. Lo que hizo con los animales podría decirme si creía o no que había la más ligera posibilidad de que ese cuerpo fuera encontrado alguna vez.

El jefe hizo una anotación.

— Lo discutiremos más tarde. ¿Cuáles son las señales de una cultura enferma?

— ¡Jefe, por los clavos de Cristo! Todavía estoy metida de lleno en el complejo Shipstone.

— Nunca podrás meterte de lleno en él. Te di dos misiones a la vez para que pudieras descansar tu mente con un cambio de paso. No me digas que ni siquiera le has dedicado un pensamiento a la segunda misión.

— He hecho tan sólo algunos tanteos preliminares. He estado leyendo a Gibbon y estudiando la Revolución Francesa. También Del Yalu al Precipicio, de Smith.