Asegúrate de estar presente o representada en la lectura de mi testamento. Puesto que soy ciudadano lunar, (¿Eh?) este testamento estará en Luna City inmediatamente después de mi muerte, puesto que la República de la Luna no sufre todos los retrasos provocados por los abogados que uno encuentra en casi todos los países de la Tierra. Llama a Fong, Tomosawa, Rothschild, Fong y Finnegan, Luna City. No te precipites demasiado; mi testamento no te librará de la necesidad de aprender a vivir.
Tu origen: siempre te has mostrado curiosa al respecto, comprensiblemente. Puesto que tus virtudes genéticas fueron reunidas a partir de muchas fuentes, y puesto que todos los archivos al respecto han sido destruidos, puedo decirte muy poco. Déjame mencionar dos fuentes de tu esquema genético de las cuales puedes sentirte orgullosa, conocidas por la historia como señor y señora Joseph Green. Hay un monumento conmemorativo de ellos en un cráter cerca de Luna City, pero no vale la pena el viaje hasta allí porque no hay mucho que ver. Si preguntas a la Cámara de Comercio de Luna City en relación a ese monumento, puede que obtengas una cassette con un relato razonablemente exacto de lo que hicieron. Cuando lo oigas, sabrás por qué te dije que suspendieras tus juicios acerca de los asesinos. El asesinato es normalmente un negocio sucio… pero los asesinos a sueldo honorables pueden llegar a ser héroes. Escucha la cassette y juzga por ti misma.
Los Green fueron colegas míos hace muchos años. Puesto que su trabajo era muy peligroso, conseguí que los dos depositaran material genético, cuatro óvulos de ella, una provisión de esperma de él. Cuando resultaron muertos, hice efectuar un análisis de esos genes con vistas a un hijo póstumo… sólo para descubrir que eran incompatibles; la fertilización simple hubiera ocasionado un reforzamiento de los alelos perniciosos.
En vez de ello, cuando la creación de personas artificiales se hizo posible, sus genes fueron utilizados selectivamente. El tuyo fue el único diseño que tuvo éxito; otros intentos que los incluían fueron o no viables o tuvieron que ser destruidos. Un buen diseñador genético trabaja de la misma forma que un buen fotógrafo: un resultado perfecto deriva de la voluntad de rechazar drásticamente cualquier intento que no alcance la perfección. Ya no habrá más intentos utilizando a los Green; los óvulos de Gail han desaparecido, y la esperma de Joe probablemente ya no es utilizable.
No es posible definir tu relación con ellos pero es equivalente a algo entre nieta y bisnieta; el resto de ti procede de varias fuentes pero puedes sentirte orgullosa del hecho de que toda tú fuiste seleccionada con el máximo cuidado para maximizar los mejores rasgos del Homo sapiens. Este es tu potencial; el que consigas o no realizarlo por completo ya es cosa tuya.
Antes de que los archivos relativos a ti fueran destruidos, satisfice en una ocasión mi curiosidad listando las fuentes que intervinieron en tu creación. Por todo lo que puedo recordar, son:
Fineses, polinesias, amerindias, danesas, irlandesas, swazis, coreanas, germanas, hindúes, inglesas… y detalles y trozos de otros lugares, puesto que ninguna de las mencionadas más arriba eran puras. Nunca podrás permitirte ser racista; ¡te morderías la cola!
Todo lo dicho más arriba significa que fueron empleados los mejores materiales para diseñarte, independientemente de su fuente. Es una gran suerte que, con todo ello, salieras además hermosa.
(«¡Hermosa!» Jefe, tengo un espejo. ¿Es posible que pensaras realmente eso? De acuerdo, fui bien construida; pero eso simplemente refleja el hecho de que soy una buena atleta… lo cual a su vez refleja el hecho de que fui planeada, no nací. Bueno, es hermoso que pensaras eso si realmente lo pensabas… porque es el único juicio que me importa; de todos modos, yo soy yo, piensen lo que piensen los demás).
Hay un punto en el que te debo una explicación, si no una disculpa. Estaba previsto que fueras educada por unos padres seleccionados como su hija natural. Pero cuando tú aún pesabas menos de cinco kilos, fui enviado a prisión. Aunque fui capaz, finalmente, de escapar, no pude volver a la Tierra hasta después de la Segunda Rebelión Atlántica. Las cicatrices de esto aún están en ti, lo sé. Espero que algún día te purgues de tus temores y de tu desconfianza hacia las personas «humanas»; no te favorece en nada, sino que más bien te perjudica. Algún día, de algún modo, deberás darte cuenta emocionalmente de lo que sabes intelectualmente, de que todos los demás están atados a la Rueda como lo estás tú.
En cuanto a los demás, ¿qué puedo decirte en un último mensaje? Esa desafortunada coincidencia, mi convicción en el momento precisamente menos adecuado, te ha dejado demasiada herida, demasiado sentimental. Querida, debes curarte completamente por ti misma de todos los temores, culpabilidades y vergüenzas. Espero que hayas desenraizado la autocompasión, (¡Un infierno he hecho!) pero, si no, debes trabajar en ello. Creo que eres inmune a las tentaciones de la religión. Si no lo eres, no puedo ayudarte, del mismo modo que no puedo impedirte adquirir un hábito hacia las drogas. Una religión es algunas veces una fuente de felicidad, y yo jamás privaría a nadie de la felicidad. Pero es un consuelo apropiado para los débiles, no para los fuertes… y tú eres fuerte. El gran problema con la religión — con cualquier religión — es que una persona religiosa, habiendo aceptado ciertas proposiciones por la fe, no puede aceptar tales proposiciones por la evidencia. Uno puede calentarse al fuego de la fe o elegir vivir en la desolada inseguridad de la razón… pero no puede vivir con ambas cosas.
Tengo una última cosa que decirte… para mi propia satisfacción, para mi propio orgullo.
Yo soy uno de tus «antepasados»… no uno de los importantes, pero algo de mi esquema genético vive en ti. Tú eres no sólo mi hija adoptiva sino también en parte mi hija natural.
Para mi gran orgullo.
Así que déjame terminar esta carta con dos palabras que no te podía decir mientras estaba vivo.
Te quiero, HARTLEY M. BALDWIN Devolví la carta a su sobre y me acurruqué y me dejé llevar por el peor de los vicios, la autocompasión, y lo hice completamente, con abundancia de lágrimas. No veo nada malo en llorar; lubrica la psique.
Luego lo desterré de mí y me levanté y me lavé la cara y decidí que ya era bastante de llorar por el Jefe. Estaba complacida y halagada de que él me hubiera adoptado y reconfortada por el hecho de saber que una parte de él había sido usada para diseñarme… pero seguía siendo el Jefe. Pensé que podía permitirme una sesión catártica de pesar, pero me lo impedí: él se hubiera irritado conmigo.
Mis compañeras seguían durmiendo a pierna suelta, agotadas, así que cerré la puerta que las aislaba, me complació el darme cuenta de que era una puerta a prueba de ruidos, y me senté ante la terminal, metí mi tarjeta en la ranura, y tecleé Fong, Tomosawa y todo lo demás, tras dar unas cuantas vueltas por el servicio de información para obtener el código, y luego tecleándolo directamente; es más barato de este modo.
Reconocí a la mujer que respondió. Realmente la baja gravedad es mejor que un sujetador; si yo viviera en Luna City, llevaría tan sólo un monokini también. Y algún detalle complementario. Una esmeralda en el ombligo tal vez.
— Disculpe — dije —. De alguna forma debo haber tecleado el código del Ceres & South África cuando pretendía teclear el de Fong, Tomosawa, Rothschild, Fong y Finnegan. Mi subconsciente me está gastando jugarretas. Lamento haberla molestado, y gracias por la ayuda que me dispensó hace algunos meses.
— ¡Espere! — respondió —. No ha tecleado mal. Soy Gloria Tomosawa, accionista de la Fong, Tomosawa y demás, ahora que el abuelo Fong se ha retirado. Pero eso no interfiere con el hecho de ser vicepresidenta del Ceres & South África; somos también el departamento legal del banco. Y soy la jefa del fideicomiso también, lo cual significa que voy a tener tratos con usted. Todos aquí lamentamos terriblemente la noticia de la muerte del doctor Baldwin, y espero que eso no la haya afligido demasiado… señorita Baldwin.