No estoy acostumbrada a la alta costura y no sé como llevarla, pero el señor Sikmaa había previsto eso también. En la esclusa estanca fui presentada a una pequeña y preciosa criatura oriental llamada Shizuko que me dijo ser mi doncella personal. Puesto que yo me había bañado y vestido sola desde que tenía cinco años, no sentía la necesidad de ninguna doncella, pero de nuevo había que representar el papel.
Shizuko me condujo a la cabina BB (un poco más pequeña que un campo de balonvolea). Una vez allí, pareció que (en la opinión de Shizuko), apenas había el tiempo suficiente para prepararme para la cena.
Con la cena a tres horas por delante, me pareció algo excesivo. Pero ella se mantuvo firme, y decidí seguir sus sugerencias… no necesitaba ningún diagrama para comprender que el señor Sikmaa era quien la había puesto allí.
Me bañó. Mientras lo estaba haciendo, hubo una repentina alteración en el control de gravedad cuando la nave inició su viaje. Shizuko me sujetó e impidió que aquello se convirtiera en un desastre acuático, y lo hizo con tanta habilidad que me convenció de que estaba acostumbrada a los despegues de las naves. No parecía tan mayor como eso.
Se pasó toda una hora con mi pelo y mi rostro. En el pasado yo me lavaba la cara cuando creía que lo necesitaba y me arreglaba el pelo con enérgicos golpes de cepillo únicamente para mantenerlo desenredado. Aprendí lo palurda que era. Mientras Shizuko estaba reencarnándome como la Diosa del Amor y de la Belleza, la pequeña terminal de la cabina zumbó. Aparecieron unas letras en la pantalla, mientras el mismo mensaje surgía de la impresora, una desvergonzada lengua:
El Capitán de la nave hiperespacial Adelantado solicita el placer de la compañía de la señorita Marjorie Viernes para un jerez y un poco de charla en la mesa del Capitán a las diecinueve horas mis excusas Me sorprendí. Shizuko no. Ya había sacado y preparado un traje de cóctel. Me cubrió completamente con él, y nunca me vi tan indecentemente vestida.
Shizuko se negó a dejarme marchar a la hora. Me envió a la mesa del capitán con el tiempo calculado exactamente para que llegase siete minutos después de la hora. La maestra de ceremonias ya conocía mi nombre (actual), y el capitán inclinó su cabeza sobre mi mano. Tengo la impresión de que ser una VIP en una nave espacial es un oficio mejor que ser una maestro de armas.
El «jerez» incluía licores, cócteles, Muerte Negra islandesa, Lluvia de Primavera procedente de El Reino (mortal… no tocar), cerveza danesa, algo de color rosado procedente de Fiddler’s Green, y, no tengo la menor duda, Sudor de Pantera si una lo pedía. También incluía treinta y una clases diferentes (las conté) de pequeños canapés que se comían cogiéndolos con los dedos. Cumplí con el señor Sikmaa; tomé solamente jerez y únicamente un vaso pequeño, y rechacé amablemente los ofrecimientos, una y otra y otra y otra y otra vez, de probar aquellas pequeñas treinta y una tentaciones.
Y realmente tuve que resistir mucho. En aquella nave se acudía al pesebre ocho veces al día (de nuevo las conté); el café de primera hora de la mañana (café complet… es decir, con pastas), el desayuno, un refrigerio a media mañana, el almuerzo, el té de la tarde con bocadillos y más pastas, un cóctel con hors d’oeuvre (esas treinta y una trampas pecadoras), la cena (siete platos, si una era capaz de resistirlos), y un bufet frío a medianoche. Claro que, si una sentía una punzada de hambre en cualquier hora, siempre podía ordenar algunos bocadillos y snacks a la cocina.
La nave tenía dos piscinas, un gimnasio, unos baños turcos, una sauna sueca, y una clínica de «control de peso». Dos paseos y un tercio de punta a punta de la nave es un kilómetro. Creo que no es suficiente; algunos de nuestros compañeros de viaje estaban haciendo el recorrido de la galaxia comiendo. Mi principal problema una vez llegados a la capital imperial podía ser el encontrar mi ombligo.
El doctor Jerry Madsen, el Oficial Médico Subalterno, que no parecía lo suficientemente viejo como para ser un matasanos, me libró de la multitud en el jerez del capitán, luego me estaba aguardando después de la cena. (No come en la mesa del capitán, ni siquiera en el comedor, lo hace con los demás oficiales jóvenes en el comedor de oficiales). Me llevó al Salón Galáctico, donde bailamos, y luego hubo un espectáculo de cabaret…
cantantes, danzas acrobáticas, y un prestidigitador que hizo toda una serie de trucos mágicos (que me hicieron pensar en aquellas palomas, y en Rubia, y me sentí de pronto melancólica pero lo reprimí).
Luego hubo más baile y otros dos oficiales jóvenes, Tom Udell y Jaime López, se turnaron con Jerry, y finalmente el salón cerró y los tres me llevaron a un pequeño cabaret llamado El Agujero Negro, y yo decliné firmemente emborracharme pero bailé todas las veces que me lo solicitaron. El doctor Jerry consiguió librarme de los otros dos y me llevó de vuelta a la cabina BB a una hora más bien tardía de acuerdo con el tiempo de la nave pero no especialmente tardía de acuerdo con el tiempo de Florida por el que me había guiado aquella mañana al embarcar.
Shizuko estaba esperando, vestida con un hermoso y formal kimono, unas zapatillas de seda, y maquillada de otra forma. Nos hizo una reverencia, indicó que nos sentáramos al fondo del salón — el dormitorio queda cerrado por una puerta corredera —, y nos sirvió té y pastelillos.
Al cabo de poco rato Jerry se puso en pie, me deseó buenas noches, y se fue.
Entonces Shizuko me desvistió y me metió en la cama.
No había hecho ningún plan preciso acerca de Jerry, aunque no dudo de que él hubiera podido persuadirme de hacerlos… mis inclinaciones son muy precisas, lo sé. Pero ambos éramos plenamente conscientes de que Shizuko estaba sentada allí, las manos cruzadas, observando, aguardando. Jerry ni siquiera me dio un beso de buenas noches.
Tras meterme en la cama, Shizuko fue a su cama al otro lado de la puerta corredera… e hizo algo con unas ropas de cama que sacó de un armario.
Nunca antes había estado vigilada tan de cerca, ni siquiera en Christchurch. ¿Formaba eso parte de mi contrato no escrito?
29
Una espacionave — una hiperespacionave — es un lugar terriblemente interesante. Por supuesto, se necesita un conocimiento muy, muy avanzado de mecánica ondulatoria y de geometría multidimensional para comprender lo que empuja a la nave, educación que yo no tengo y que probablemente nunca tendré (aunque me gustaría estudiar el tema, incluso ahora). Los cohetes… ningún problema; Newton nos dijo cómo. Antigrav… un misterio, hasta que el doctor Adelantado vino y la explicó; ahora está por todas partes.
¿Pero cómo una nave pesando aproximadamente unas cien mil toneladas (eso al menos me dijo el capitán) consigue acelerar al menos a mil ochocientas veces la velocidad de la luz… sin derramar la sopa y despertar a todo el mundo?
No lo sé. Esta nave posee la mayor Shipstone que jamás haya visto… pero Tim Flaherty (el segundo ingeniero ayudante) me dijo que emplean tan sólo la mitad de su carga en cada salto, luego terminan el viaje utilizando únicamente energía «parásita» (el calor de la nave, la cocina, los servicios auxiliares de la nave, etc.).
Eso me suena como una violación de la Ley de la Conservación de la Energía. Fui educada en la creencia de que hay que bañarse con regularidad y de que No Hay Cosas Como La Comida Gratis; así se lo dije. Él simplemente se mostró un poco impaciente y me aseguró que era precisamente la Ley de la Conservación de la Energía la que hacía que las cosas funcionaran así… trabajaban exactamente igual que un funicular; uno sube y el otro baja.