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Tras la excitante carrera, Colleen desmontó para dejar respirar a Gray Lady. Mientras caminaba con Lady cuesta abajo hacia Liffey Glade, Colleen revisó sin poder evitarlo y con cierto consuelo mucho de lo ocurrido durante los últimos meses. El primer trauma terrible del embarazo… Las espantosas reacciones del pueblo en Maam Cross… Y luego el extraño visitante procedente nada menos que de Roma, el padre Rosetti, quien le prometiera regresar para ayudarla.

De pronto Colleen captó un movimiento súbito y furtivo en la cañada. Entonces los vio.

Michael Sheedy, Johno, Liam Mclnnie y Fintón Cleary.

La joven desfalleció. Dejó escapar un gemido casi inaudible. Las lágrimas asomaron a sus ojos verdes.

– ¡Buenos días, Colleen! -gritó Michael-. El tiempo se ha vuelto frío, ¿eh?

Sin decir ni una palabra a los chicos, la horrorizada joven subió otra vez a su caballo, toda temblorosa. ¡Estaba tan aislada y solitaria esa cañada! ¡Los muchachos la esperaban!¡Sin duda la habían estado esperando! ¿Por qué?

– No intentes huir de mí. ¡No te atrevas, Colleen! Te lo advertiré una sola vez -chilló Michael.

Colleen procuró sopesar las aterradoras posibilidades, las posibles consecuencias si actuase de una forma u otra. Michael Sheedy se proponía hacerle daño. Eso era seguro.

Por último Colleen dio una orden enérgica. Lady comenzó a moverse.

Repentinamente, el viejo caballo se levantó de manos. Los remos de Gray Lady se elevaron a una altura sorprendente.

Michael Sheedy había golpeado al animal con una piedra afilada.

– ¡Ah, no! ¡Por favor!

Johno Sullivan y Liam Mclnnie lanzaron pedruscos. El de Johno dio a Lady en la caña dejando oír un fuerte crujido, el de Liam le golpeó los cuartos traseros.

– ¡Te lo advertí, ramera!

– ¡Puta! ¡Zapatilla de aldea!

Entretanto, Colleen gritó para hacerse oír sobre el aullante viento.

– ¡Calma, Lady! ¡Lady!

El caballo, aterrorizado, hizo otra corveta y luego salió de estampía, a galope tendido entre los densos arbustos de la oscura cañada.

Cercas de piedra y pinos enanos pasaron raudos a ambos lados de Colleen. Gray Lady huyó torciendo a derecha e izquierda a través de los matorrales cual un zorro acosado. Un arbusto espinoso desgarró la delicada mejilla derecha de Colleen.

De pronto, la joven recordó cómo se había salvado de Liam Mclnnie la otra vez.

El extraño y misterioso pájaro en Maam Cross. El mágico ataque.

– ¡Dios mío, ayúdame! -clamó Colleen-. ¡No permitas que mi bebé sufra daño, por favor!

Justamente entonces la exhausta montura tropezó malamente con un tronco caído. La cabeza y el pecho de Gray Lady descendieron a un palmo del suelo rasante pasando sobre una gran mata de montbretia florida.

Luego se oyó un gran crujido, como un trueno en el vigorizante ambiente otoñal.

¿Una rama?

¿Una pata?

Dios mío, Lady se viene abajo.

¡Por favor, Señor, por favor!

El animal intentó detener su caída tensando la pata, los músculos del antebrazo y del pecho. Pero fue demasiado poco y demasiado tarde.

Entonces Colleen cayó de costado, girando y retorciéndose en el frío aire grisáceo. Extendió rígidamente ante sí los brazos blancos y delgados. Desesperada, intentó protegerse como pudo. Proteger al niño dentro de su ser.

Por favor, no permitas que muera mi bebé. ¡Ah, te lo ruego…!

Las pequeñas manos arrancaron algo erizado y húmedo.

Manos y dedos escrutadores exploraron todo su cuerpo.

Luego llegó el impacto más suave que quepa imaginar en los centenares de brazos y manos de gruesas ramas azules y verdes. Colleen Galaher fue atrapada por un abeto que frenó su caída.

Estaba salvada.

Un milagro había ocurrido sin estridencias en Maam Cross.

Un signo.

ANNE

Al día siguiente, Kathleen y su madre fueron al obstetra de la chica en Boston. Por primera vez desde su llegada a Sun Cottage, Anne dispuso de casi todo el día para sus cosas.

Por la mañana, Anne se acomodó en el estudio de Charles Beavier y leyó o releyó algunos libros selectos sobre la Santísima Virgen: Nuestra Señora en los Evangelios, Nuestra Señora de Fátima, Místerios de la mujer, antiguos y modernos así como una maravillosa obra moderna titulada Alone of all Her Sex que exponía muchas ideas verosímiles, algunas de las cuales habían sido experimentadas por Anne.

«La Virgen, ejemplo sublime de castidad -escribía Marina Warner, autora de Alone of all Her Sex-, fue para mí el ser más sagrado que jamás contemplara, y era tan potente su hechizo que durante algunos años yo no podía entrar en una iglesia sin sentir dolor por toda la seguridad y belleza de una salvación a la cual yo había renunciado. Recuerdo que cuando visité Notre-Dame en París y me detuve en la nave, se me saltaron las lágrimas.»

¡Qué cierto es! -pensó Anne -, así es como trabaja la fe, como se hace sentir.

Más adelante en su libro, Marina Warner observaba que la Virgen «es una de las pocas figuras femeninas que ha alcanzado la talla del mito». Otro punto importante para guardar en la mente, se dijo Anne.

En otra sección posterior de la obra, Warner citaba a Henry Adams, quien había escrito: «El estudio de Nuestra Señora nos hace remontarnos directamente a Eva, y descorre totalmente el velo del sexo.»

Anne se pasó cuatro horas largas en el escritorio de Charles Beavier.

La mayor complicación… no era esa fenomenal evidencia histórica sobre María. Dos teorías principales basadas en lo que los eruditos denominan vagamente «tradición cristiana» tenían la aceptación generalizada de los círculos teológicos.

Según la primera, María era el producto de la concepción inmaculada, es decir, ella misma había sido concebida «inmaculadamente» en el seno de su madre…, había nacido sin el estigma del pecado original.

La segunda teoría aceptada era que (quizás en la antigua ciudad de Efeso -región occidental de Asia Menor-una vez más los datos bíblicos eran esquemáticos) su cuerpo ascendió directamente al Cielo, lo que se ha llamado la Asunción de la Santísima Virgen.

¡La Santísima Virgen María es entre todas las grandes figuras históricas la menos conocida y sobre todo la más misteriosa!

¿Por qué?, reflexionó Anne.

Apenas se hizo esa pregunta mental, Anne creyó haber encontrado la respuesta.

Escribió una vez más en su blok:

Porque María fue una mujer, una madre, y todos los autores principales de las Sagradas Escrituras fueron hombres.

Mientras paseaba por los soleados terrenos de Sun Cottage, hacia el mediodía, Anne encontró a Justin jugando una partida de tenis con el padre Milsap.

Para su honor y crédito Justin se había concentrado en el trabajo, ayudando a Milsap de todas las formas posibles… usualmente hasta las once o doce de la noche. Asimismo, desde su infortunada conversación en el Cliffwalk, había guardado las distancias con Anne limitándose a decirle un tranquilo «hola» cuando se encontraban casualmente dentro de la mansión Beavier.