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Su fax llegó a la hora que había especificado. Las comunicaciones iban mejor de lo que había esperado. En primer lugar, le confirmaban la llamada telefónica de Feng el cinco de abril, y había una cinta. Ed estaba haciendo traducir su contenido. Como testigo potencial, a Feng no le estaba permitido revelar nada sobre su situación en el programa. Ed no tenía idea de lo que podía haber dicho que hubiera precipitado la desaparición de Wen.

En segundo lugar, aprobaba su propuesta de unirse a la investigación.

Como respuesta a su petición de informes de los antecedentes de Chen, Ed escribió: «Me he puesto en contacto con la CIA. Nos enviarán el expediente del inspector jefe Chen. Por lo que me han dicho, Chen es alguien a quien vigilar. Está vinculado con los reformadores liberales del Partido. También es miembro de la Asociación de Escritores Chinos. Se le describe como un ambicioso cuadro del Partido, un valor en alza».

Cuando salía de la sala con el fax en la mano, vio a Chen sentado en el vestíbulo hojeando una revista inglesa, con un ramo de flores en la silla de al lado.

– Buenos días, inspectora Rohn -Chen se puso en pie y ella se dio cuenta de que era más alto que las demás personas que estaban en el vestíbulo. Tenía la frente alta, ojos penetrantes y expresión inteligente. Vestido con traje negro, parecía más un intelectual que un policía, impresión que lo que acababa de leer reforzaba.

– Buenos días, inspector jefe Chen.

– Esto es para usted -Chen le entregó las flores-. Ayer sucedieron muchas cosas en el despacho. Con las prisas por llegar al aeropuerto olvidé comprarle un ramo de bienvenida. Por su primera mañana en Shanghai.

– Gracias. Es muy bonito.

– He llamado a su habitación. No ha contestado nadie, así que he decidido esperarla aquí. Espero que no le importe.

No le importaba. Las flores habían sido una sorpresa, pero al estar a su lado con sus zapatillas de plástico, con el pelo hecho un desastre, no pudo por menos de sentirse un poco molesta por su cortesía formal. No era la conducta que esperaba de un colega, y no le importó mucho la velada referencia a que ella «sólo» era una mujer.

– Subamos a mi habitación a hablar -dijo.

Cuando entraron en la habitación, ella le hizo seña de que se sentara y cogió un jarro de la mesa del rincón.

– Pondré las flores en agua.

– ¿Ha dormido bien? -preguntó Chen, echando un vistazo a la habitación.

– En realidad, no, pero debería ser suficiente -dijo ella. Se negó a sentirse turbada por el desorden de la habitación. La cama no estaba hecha, las medias estaban tiradas en la alfombra, había pastillas desparramadas sobre la mesilla de noche y había dejado su arrugado traje de cualquier manera en el respaldo de la silla. Se excusó brevemente.

– Lo siento, tenía que recoger un fax.

– Debería haberla avisado. Lo siento.

– Está siendo usted muy educado, camarada inspector jefe Chen -dijo ella, tratando de evitar que se le notara el sarcasmo en la voz-. Anoche también se quedó levantado hasta tarde, imagino.

– Anoche, después de dejarla a usted, hablé del caso con el superintendente Hong de la policía de Fujian. Fue una larga conversación. A primera hora de la mañana mi ayudante, el inspector Yu, me telefoneó. Me ha explicado que en su hotel sólo hay un teléfono en el mostrador de recepción, y después de las once de la noche el director cierra con candado el teléfono y se acuesta.

– ¿Por qué poner un candado al teléfono?

– Bueno, el teléfono es un artículo raro en el campo -explicó Chen-. No es como en Shanghai.

– ¿Hay alguna información nueva esta mañana?

– Respecto a su pregunta sobre el retraso en nuestro proceso de aprobación del pasaporte tengo una respuesta.

– ¿De qué se trata, inspector jefe Chen?

– Wen habría recibido su pasaporte hace varias semanas, pero no tenía el certificado de matrimonio. No tenía ningún documento legal que demostrara su relación con Feng. Se fue a vivir con Feng en 1971; en aquella época todas las oficinas del gobierno estaban cerradas.

– ¿Por qué estaban cerradas?

– Mao consideró que muchos cuadros tenían «tendencias capitalistas». Liu Shaoqi, el jefe de la República del Pueblo, fue enviado a prisión sin ser juzgado. Se cerraron las oficinas. Los llamados comités revolucionarios se convirtieron en el único poder.

– He leído sobre la Revolución Cultural, pero no sabía eso.

– Así que los encargados del pasaporte tuvieron que buscar en los archivos de la comuna. Eso llevó tiempo. Probablemente esa es la razón por la que el proceso ha sido tan lento.

– Probablemente -repitió ella, ladeando un poco la cabeza-. ¿De manera que en China hay que seguir al pie de la letra todas las normas… incluso en un caso especial?

– Eso es lo que me han dicho. Además, Wen no presentó su solicitad hasta mediados de febrero, no en enero.

– Pero Feng nos dijo que lo había solicitado en enero… a mediados de enero.

– Esa es mi información. Aun así, ha tardado mucho tiempo, tengo que admitirlo. Puede que haya habido otro factor: Wen no tiene ninguna guanxi en Fujian. Esta palabra puede traducirse por «conexión», sólo que guanxi significa mucho más. No se trata sólo de las personas que uno conoce, sino de las personas que pueden ayudarle a uno a conseguir lo que quiere.

– La grasa que hace que las ruedas sigan girando, por decirlo de alguna manera.

– Si quiere expresarlo así, sí. Tal vez, como en cualquier otra parte del mundo, las ruedas de la burocracia se mueven despacio, a menos que los burócratas reciban algún lubricante. Ahí es donde entra la guanxi. Todos estos años Wen ha sido una forastera, por lo que no tenía ninguna clase de guanxi.

La franqueza de Chen asombró a la norteamericana. Aquel hombre no trataba de encubrir el modo en que funcionaba el sistema. Esto no parecía característico de un «prometedor cuadro del Partido».

– Ah, hay algo más. Según una de las vecinas de Wen, la tarde del seis de abril un extraño buscaba a Wen.

– ¿Quién cree que podía ser?

– Su identidad está por determinar, pero no era del lugar. Bueno, e usted alguna noticia, inspectora Rohn?

– Feng efectuó una llamada telefónica a Wen el cinco de abril; la estamos haciendo traducir y analizar. Le haré saber los resultados en cuanto sepa algo.

– Ahí puede estar la respuesta a la desaparición de Wen -dijo Chen, echando un vistazo a su reloj-. Bueno, ¿qué planes tiene para esta mañana?

– No tengo ningún plan.

– ¿Ha desayunado?

– Todavía no.

– Excelente. Mi plan es tomar un buen desayuno -dijo Chen-. Después de la larga conversación que he mantenido con el inspector Yu esta mañana, he salido a toda prisa sin probar bocado.

– Podemos tomar algo abajo -propuso ella.

– Olvídese del comedor del hotel. Déjeme llevarla a otro sitio: auténtico sabor chino, ambiente típico de Shanghai. Está sólo a unos minutos a pie.

Ella buscó razones para no ir con él, pero no encontró ninguna, y en un desayuno informal le resultaría más fácil pedirle que le dejara participar en su investigación.

– No para de sorprenderme, inspector jefe Chen: policía, poeta, traductor y ahora gourmet -dijo-. Voy a cambiarme.

Tardó unos minutos en ducharse, ponerse un vestido blanco de verano y peinarse para domar el pelo.

Antes de salir de la habitación, Chen le entregó un teléfono móvil.