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– Hablaré con mi supervisor -dijo ella, consciente de la dirección en la que él intentaba dirigirla, que ya había previsto.

– He pedido en el hotel que le instalen un aparato de fax en su habitación. Si necesita alguna cosa más, hágamelo saber.

– Le agradezco su ayuda. Sólo una pregunta más -dijo ella movida por un impulso-, anoche, contemplando el Bund, recordé un poema chino clásico. Estudie una versión inglesa nace varios años. Hablaba de la nostalgia de un poeta al ser incapaz de compartir una escena trascendente con su amigo. No logro recordar los versos exactos. ¿Por casualidad conoce el poema?

– Mmm… -la miró con sorpresa-. Creo que es un poema de Liu Yong, un poeta de la dinastía Song. La segunda estrofa dice así: «Dónde me encontraré / esta noche, al despertar de una resaca… / La orilla del río bordeada de sauces llorones, / la luna hundiéndose, el amanecer emergiendo en la brisa. / Año tras año, estaré lejos, / muy lejos de ti. / Todas las escenas bellas se están revelando, / pero es inúticlass="underline" / Oh, ¿con quién puedo hablar / de este paisaje siempre encantador?».

– Ese es -estaba sorprendida por la súbita metamorfosis que Chen había experimentado. Su rostro se iluminaba al recitar esos versos.

La información de la CIA era creíble. Era inspector jefe y también poeta; al menos, estaba familiarizado con Eliot y con Liu Yong. Eso la intrigaba.

Chen dijo:

– Liu es uno de mis favoritos del período anterior a Eliot.

– ¿Por qué Eliot es tan especial para usted?

– No puede decidir si declararse a su amor o no. Al menos no en «La canción de amor de J. Alfred Prufrock».

– Entonces, Eliot debería haber aprendido de Liu. Y yo. Será mejor que ahora vaya a ver al Secretario del Partido Li -dijo, sonriendo mientras se levantaba.

En la esquina de la calle Sichuan tuvieron que quedarse en la calzada ya que la acera estaba llena de bicicletas aparcadas donde debían. Se estrecharon la mano, listos para separarse, cuando pronto ella reparó en un motorista que iba con vaqueros negros y una camiseta negra, con el rostro cubierto por un casco negro, montado en una potente moto que se dirigía directamente a ella a gran velocidad. El retumbante monstruo habría chocado con ella de no ser por la reacción de Chen. Sin soltarle la mano, la empujó al pavimento y se giró en redondo para protegerla. Al mismo tiempo dio una patada hacia atrás con la pierna derecha, girando como en una película de Kung Fu. El motorista, que no tocó a Chen por los pelos, se desequilibró, se balanceó pero no se cayó. Haciendo rechinar los neumáticos levantó una nube de polvo y siguió a toda velocidad hasta la calle Nanjing.

Todo había ocurrido en unos segundos. El motorista despareció en el tráfico. Varios transeúntes les miraban boquiabiertos y siguieron su camino.

– Lo siento, inspectora Rohn -dijo, soltándole la mano-. Esos impulsivos motoristas son peligrosos.

– Gracias, inspector jefe Chen -dijo ella. Siguieron caminando.

CAPÍTULO 7

Cuando se dirigía a la oficina del Secretario del Partido Li, Chen revisó la carpeta de faxes del departamento. Había varios para él enviados por el Departamento de Policía de Fujian; información adicional sobre los Hachas Voladoras. Le agradó encontrar un número de teléfono móvil del inspector Yu en la primera página, tal como había prometido el superintendente Hong la noche anterior. También encontró una página con una fotografía de una casa destartalada, bajo la cual Yu había escrito: «La casa de Wen en Changle Village».

Qian se acercó con una amplia sonrisa en el rostro y un sobre grande en la mano.

– He hecho circular la información sobre Wen, inspector jefe Chen. También he tenido una charla con el doctor Xia sobre el caso del Parque del Bund. El informe de la autopsia formal tardará un tiempo pero aquí tengo un resumen informal.

– Buen trabajo, Qian -dijo Chen, yendo a su pequeño y espartano cubículo que le servía de despacho. El resumen estaba escrito a máquina. Qian era experto en Twinbridge, un software chino, pero quizá no estaba tan familiarizado con los términos médicos.

El cadáver del parque del Bund

1) La hora de la muerte: hacia la una de la noche del ocho de abril.

2) La causa de la muerte: herida en la cabeza con fracturas del cráneo. Grave daño al revestimiento del cerebro. Hemorragia de múltiples heridas, dieciocho en total. Podría haber recibido el golpe fatal en la cabeza antes que algunas de las heridas. La ausencia general de contusiones en los brazos y piernas demuestra que no había luchado antes de morir.

3) El cadáver: la víctima tenía unos cuarenta y cinco años. Medía un metro ochenta, pesaba ochenta y un kilos. Era de complexión fuerte con músculos de los brazos y piernas muy marcados. Llevaba las uñas arregladas. Buena dentadura, salvo por tres muelas de oro. Tenía una antigua cicatriz en la cara.

4) Había tenido relaciones sexuales poco antes de morir. Aún quedaban restos de semen y fluido vaginal en su órgano sexual. Tenía un profundo corte de cinco centímetros sobre el pene.

5) Señales de pinchazos en los brazos que indican que posiblemente era drogadicto intravenoso. Además, había rastros de alguna droga desconocida en su cuerpo.

6) Su pijama de seda es de excelente calidad. No lleva etiqueta; se la habían quitado, pero la tela parecía importada, con una letra V tejida.

Era un informe claro y reforzaba aún más la posibilidad de que la Tríada estuviera implicada, en especial la prueba de la droga desconocida en el cuerpo.

Algo le llamó la atención. Si la víctima había sido asesinada en casa, justo después de haber tenido relaciones sexuales, deberían haberse encontrado dos cadáveres en el parque: el suyo y el de su esposa. Pero si había estado con otra persona, y su compañera -quienquiera que fuera- se había ido inmediatamente después del acto, cabía pensar que el asesinato había tenido lugar en un hotel.

Chen se preparó una taza de té y marcó la extensión de Qian.

– Envíe una descripción detallada de la víctima junto con una fotografía a los hoteles y comités de la zona.

Era todo lo que Qian podía hacer en esa fase.

Sin embargo, el inspector jefe Chen quería hacer más. Y utilizar a otro para la tarea. Su desconfianza hacia Qian no tenía explicación. Quizá sólo se trataba de un prejuicio personal.

Su móvil empezó a sonar. La pantalla mostraba el número de la inspectora Rohn. Apretó el botón de descolgar.

– ¿Todo va bien, inspectora Rohn?

– Estoy bien, gracias por su excelente Kung Fu de esta mañana.

– De nada. ¿Qué ocurre?

– Han traducido el contenido de la conversación.

– ¿Qué dijo Feng?

– Es una conversación breve. Según nuestro traductor, el mensaje de Feng fue: «Algunas personas se han enterado. Salva tu vida. Ponte en contacto conmigo cuando estés en un lugar seguro».

– ¿Qué quería decir?

– Wen le hizo la misma pregunta. Feng se limitó a repetir el mensaje -dijo ella-. Ahora Feng dice a mi jefe que antes de telefonear a su esposa recibió un aviso en un trozo de papel insertado en su bolsa de comestibles.

– ¿Qué decía?

– No te olvides de tu mujer embarazada que está en China.

– Su supervisor debe investigarlo. Si Feng está tan bien escondió, ¿cómo le encontraron?

– Es lo que está haciendo.

– Esas sociedades secretas son poderosas -añadió-, incluso en ee.uu.

– Es cierto -coincidió ella-. ¿Qué tal va nuestra investigación aquí?

– Estoy de camino hacia la oficina del Secretario del Partido Li La llamaré pronto.

El inspector jefe Chen no estaba seguro de cuál sería la respuesta del Secretario del Partido Li. Pero sabía que entrevistar a los potenciales contactos de Wen sería monótono. Tener una compañera norteamericana al menos le proporcionaría una oportunidad de practicar su inglés.