Выбрать главу

– ¿Tuvo novio mientras estudiaba? -preguntó ella.

– No, eso era impensable en aquellos años. Como cuadro de la guardia Roja estaba demasiado ocupada con sus actividades revolucionarias añadió Lihua-. Tal vez admiradores secretos, pero no novios.

– Digamos admiradores secretos -dijo Chen-. ¿Puede darnos el nombre de alguno de ellos?

– Había muy pocos. Algunos también estaban en la reunión Algunos de sus compañeros de escuela se han convertido en vagabundos; como Su Shengy, que está totalmente arruinado. Pero en aquella época era un cuadro de la Guardia Roja, y venía mucho a nuestra casa. Fue a la reunión para comer gratis, igual que yo. Después de unas cuantas copas me dijo cuánto había admirado a Wen, con los ojos rebosantes de lágrimas. Y también estaba Qiao Xiaodong; él ya está en un programa de espera de la jubilación, con el pelo gris, con los ánimos por los suelos. Qiao interpretó a Li Yuhe en La historia de la linterna roja. Formaban parte del mismo conjunto de canto y danza del distrito. Cuánto cambian las cosas.

– ¿Qué me dice del nuevo rico que pagó la reunión?

– Liu Qing. Ingresó en una universidad en 1978, llegó a ser periodista del Wenhui Daily y poeta reconocido, y más tarde montó su propio negocio. Ahora es millonario, con empresas en Shanghai y Suzhou.

– ¿Liu también era un admirador secreto de Wen?

– No, no lo creo. No me habló, estaba demasiado ocupado brindando con otros compañeros de clase. Zhu me dijo que en el instituto Liu no era nadie. Un muchacho estudioso con antecedentes familiares «negros». No habría presumido de ser admirador de Wen; hubiera sido como un patito feo haciéndosele la boca agua al ver un cisne blanco. En realidad, la rueda de la fortuna gira rápida. No tiene por qué tardar sesenta años.

– Otro proverbio chino -explicó Chen-. «La rueda de la fortuna gira cada sesenta años».

Catherine asintió.

– Mi pobre hermana estaba prácticamente acabada cuando sólo tenía dieciséis años. Era demasiado orgullosa para asistir a la reunión.

– Ha sufrido demasiado. Algunas personas se cierran en banda después de una experiencia traumática, pero donde hay vida siempre hay esperanza -dijo Catherine-. ¿En Shanghai no hay nadie con quien su hermana pudiera ponerse en contacto?

– Nadie excepto Zhu Xiaoying.

– Tiene la dirección de Zhu? -preguntó Chen-. ¿Y la dirección de algunos otros compañeros, como Su Sheny y Qiao Xiaodong?

Lihua sacó una libreta de direcciones y anotó unas palabras en un trozo de papel.

– Cinco están aquí. De ellos, no estoy seguro de Bai Bing's. Va y viene. Viaja mucho; vende productos falsificados en Shanghai y en otras partes. No tengo la de Liu Qing, pero no le costará encontrarla.

– Una pregunta más. ¿Por qué Wen no intentó regresar a Shanghai después de la Revolución Cultural?

– Nunca me dijo nada de ello -la voz de Lihua era un poco entrecortada. Esta vez se pasó la mano por la boca-. Tal vez Zhu les pueda decir algo más. Ella también regresó a principios de los ochenta.

Cuando se levantaban, Lihua dijo con vacilación:

– Aún estoy confuso, inspector jefe Chen.

– Sí. ¿Qué quiere saber?

– Hoy en día mucha gente se marcha al extranjero, legal o ilegalmente. En particular los de Fujian. He oído hablar mucho de ellos. ¿Qué tiene mi hermana que es tan importante?

– La situación es complicada -dijo Chen, añadiendo el número de su teléfono móvil a su tarjeta-. Le diré una cosa: que llegue allí sana y salva es en interés de Estados Unidos y de China. Es posible que una tríada de Fujian también la esté buscando. Si la capturan, Puede imaginar lo que harán. O sea que si se pone en contacto con usted, comuníquenoslo de inmediato.

– Lo haré, inspector jefe Chen.

CAPÍTULO 9

Era el tercer día que el inspector Yu estaba en Fujian.

Apenas habían hecho ningún progreso, pero se lo había pensado mejor. Saber lo de la llamada telefónica de Feng parecía conducir hacia una nueva dirección. Sin embargo, las entrevistas con los vecinos de Wen habían reducido la probabilidad de que estuviera escondida en la zona. Wen no tenía amigos ni parientes allí, y los de Feng hacía mucho tiempo que se habían desconectado. Algunos aldeanos mostraban una hostilidad no disimulada negándose a hablar de los Feng. Costaba concebir que Wen Liping hubiera podido mantenerse escondida allí durante días.

En cuanto a la posibilidad de que se hubiera marchado de la zona, también parecía poco probable. No había cogido el único autobús que pasaba por la aldea aquella noche concreta, ni ninguno de esos autobuses que pasaban en un radio de ochenta kilómetros. Yu había realizado una minuciosa investigación en el Departamento de transportes. No había posibilidad alguna de que un taxi fuera a la aldea desde ningún lugar cercano a menos que se solicitara con varias horas de antelación. Y no había ninguna anotación de semejante solicitud.

Se le ocurrió otra idea. Era posible que Wen se hubiera marchado de la aldea, pero que hubiera sido secuestrada antes de subir a algún autobús. Si era así, a menos que la policía local emprendiera una acción directa contra los gánsteres no la encontrarían a tiempo, o no la encontrarían jamás.

De manera que el inspector Yu había hablado con el superintendente Hong sobre los posibles movimientos contra la tríada local. Como respuesta, Hong le dio una lista de los gánsteres locales más destacados, pero la lista indicaba que ninguno de ellos estaba disponible: todos se hallaban escondidos o fuera del distrito. Yu sugirió que arrestaran a miembros de bajo nivel. Hong sostenía que sólo los cabecillas tendrían la información que buscaban, y también declaró que le correspondía a la policía de Fujian decidir cómo hacer frente a los gánsteres. En términos de rango de los cuadros, el superintendente Hong estaba más arriba que el inspector jefe Chen. De manera que el inspector Yu se quedó con la inútil lista, así como con la impresión de que la policía local no estaba haciendo su parte, al menos no en nombre de un policía de Shanghai. Y sospechó, tristemente, que tal vez hubiera algo más.

Cualesquiera que fueran sus sospechas, Yu tenía que seguir haciendo lo que ahora consideraba inúticlass="underline" entrevistar a personas que no tenían información importante, igual que el inspector jefe Chen estaba haciendo en Shanghai.

En la lista de entrevistas para aquel día en particular había una cita con el director de la fábrica de la comuna Pan, a media tarde, pero hacia las nueve de la mañana Yu recibió una llamada de Pan.

– Esta tarde tengo una reunión de negocios. ¿Podemos cambiar la hora de nuestra entrevista?

– ¿Cuándo podría ser?

– ¿Qué le parece entre las once y media y las doce? -sugirió Pan-. Iré a su hotel en cuanto haya terminado aquí.

– De acuerdo.

Yu no sabía si informar al sargento Zhao del cambio, pero le pareció mejor no hacerlo. Durante los últimos días Zhao había sido de poca ayuda. A veces Yu incluso tenía la sensación de que los entrevistados preferían no hablar debido a Zhao. Así que le telefoneó y le dijo que Pan no podía ir por la tarde, y que él se quedaría en el hotel todo el día, para escribir a casa, hacer un poco de colada y redactar un informe para el departamento. Zhao estuvo de acuerdo sin vacilar Yu había oído el rumor de que Zhao tenía un provechoso negocio complementario; tal vez se alegraba de disponer de un poco de tiempo de su trabajo de policía para dedicarle.

Yu consideraba un malgasto hacer que le lavaran la ropa en el hotel cuando podía ahorrarse dos yuanes al día si lo hacía él mismo. Restregando la ropa sucia en una tabla de madera en un lavadero de cemento, pensó que su vida era como el agua espumosa que se escurría entre sus dedos.