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– El nombre del restaurante está sacado de un verso de un poema de la dinastía Song: «Hay un hogar en lo profundo de los verdes sauces». He olvidado el autor.

– Pero recuerda el nombre del restaurante.

– Sí, es más importante. Como nos dice Confucio: «No se puede ser demasiado escrupuloso al elegir la comida». Es la primera lección para una sinóloga.

– Supongo que es usted un cliente regular -dijo ella.

– He estado dos o tres veces -encargó una sopa de nido de pájaro Mar del Sur con setas «oreja de madera», ostras fritas en huevo batido con especias, pato relleno con una mezcla de arroz glaseado, dátiles y semillas de loto, un pescado cocido vivo al vapor con jengibre fresco, cebollas verdes y pimiento frito, y una especialidad de la casa de nombre exótico que ella no captó.

Cuando el camarero se hubo retirado miró a Chen.

– Me preguntaba…

– ¿Sí?

– Oh, nada. Olvídelo -aparecieron en la mesa varios platos fríos que le dieron una excusa para no continuar. Tenía curiosidad por saber cómo había adquirido tanto conocimiento epicúreo. Un inspector de policía chino corriente no podría permitírselo. Se dio cuenta de que ya estaba realizando la tarea de la CIA, aunque ello no le quitó el apetito-. Me preguntaba si las entrevistas que estamos realizando aquí pueden conducirnos a alguna parte. Wen parece haber cortado totalmente con su pasado; apenas veo posibilidad alguna de que regrese a Shanghai después de tantos años.

– Acabamos de empezar. Entretanto, mi ayudante temporal Qian ha estado comprobando hoteles así como los comités del vecindario -cogió un pedazo de pollo con sus palillos-. Puede que pronto tengamos noticias.

– ¿Cree que Wen podría permitirse estar en un hotel?

– No. Creo que tiene razón, inspectora Rohn. Feng no ha enviado nada de dinero a casa. Su esposa ni siquiera tiene una cuenta bancada. Por eso he hecho que el Viejo Cazador mire también en los hoteles baratos, sin licencia.

– ¿El Viejo Cazador no se ocupa de otro caso?

– Sí, pero le pedí que también me ayudara en este.

– ¿Algún progreso en el otro caso?

– No mucho, tampoco. Se trata de un cadáver hallado en el parque. El Viejo Cazador acaba de identificar la marca del pijama del hombre muerto por la V tejida en la tela.

– Mmm, Valentino -dijo ella-. Bien, en nuestro caso hay otra cosa que me preocupa; que sepamos, Wen no ha hecho nada para ponerse en contacto con su marido. No tiene sentido. Feng quería que ella huyera para salvar la vida, pero no que huyera de él. Ella sabe la fecha del juicio, o sea que si no supiera cómo ponerse en contacto con él lo habría hecho con la policía. Con cada día que pasa la posibilidad de que se reúna con Feng antes del juicio es menor. Hace siete días que desapareció.

– Es cierto. Las cosas pueden ser más complicadas de lo que imaginábamos al principio.

– ¿Qué otra cosa podemos hacer aquí?

– Esta tarde vamos a entrevistar a otro compañero de estudios de Wen, Su Shengy.

– El admirador secreto del instituto. Un cuadro de la guardia roja, ahora indigente, ¿no es así? -no pudo evitar sentir recelos. Parecía una absoluta pérdida de tiempo.

– Sí, así es. Nunca se olvida el primer amor. Puede que Su sepa algo.

– Y después de la visita, ¿qué? ¿Tengo que quedarme en el hotel como invitada distinguida, ir de compras, visitar la ciudad y compartir estas comidas fantásticas con usted?

– Lo hablaré con el Secretario del Partido Li.

– ¿Otra respuesta directa?

– Salud -Alzó su taza de té en gesto de brindis.

– Salud -repitió Catherine alzando su taza. La pequeñísima fruta china ascendió a la superficie como un punto rojo. No podía hacer gran cosa con aquel compañero chino que reaccionaba a su sarcasmo con aire imperturbable. Le divertía, sin embargo, brindar con té.

Llegó otro plato, burbujeante en una cazuela de barro. Su aspecto era diferente de las especialidades chinas de Estados Unidos. Su cremoso caldo sabía a caldo de pollo, pero la carne no parecía pollo. Tenía una textura como de jalea.

– ¿Qué es esto?

– Tortuga marina.

– Me alegro de no haber preguntado antes -captó un destello de diversión en los ojos de Chen-. No está mal.

– ¿No está mal? Es el plato más caro del menú.

– ¿Y en China también dicen que la tortuga es afrodisíaca?

– Depende -Chen se sirvió una ración considerable.

– ¡Inspector jefe Chen! -la inspectora fingió asombro.

– Hoy es especial -el camarero había regresado con un cuenco blanco que contenía lo que parecían grandes caracoles sumergidos en un jugo marrón, y un cuenco de cristal con agua.

Chen metió los dedos en el cuenco de agua, se los secó con una servilleta y cogió una de las conchas. Ella le observó sorber con esfuerzo para sacar la carne.

– Es delicioso -dijo él-. Espirales de río. A menudo se traduce como caracoles de río. Se come como los caracoles.

– Nunca he comido caracoles.

– ¿En serio? -cogió un mondadientes de bambú, sacó la carne y se la ofreció.

Debería haberlo rechazado. Pero se inclinó sobre la mesa y dejó que se lo metiera en la boca. Tenía buen sabor, pero la experiencia fue bastante inquietante.

El policía chino se estaba convirtiendo en un reto. Parecía dárselas de persona encantadora.

– Sabe mejor si uno mismo sorbe la carne -dijo él.

Y eso hizo ella. La carne salió junto con el jugo. Así sabía mejor.

Cuando llegó la factura, ella intentó pagarla, o al menos compartirla. Él se negó y ella protestó.

– No puedo dejar que el Departamento de Policía de Shanghai pague siempre.

– No se preocupe por eso -arrugó la factura-. ¿No puedo invitar a almorzar a una atractiva compañera norteamericana?

Parecía que no le costaba hacer cumplidos. Quizá era algo cultural. Quizá había recibido órdenes.

Chen estaba retirándole la silla cuando sonó su teléfono. Lo encendió y su semblante se puso serio mientras escuchaba. Antes de colgar dijo:

– Iré allí.

– ¿Qué ocurre?

– Cambio de planes -respondió él-. La llamada era de Qian Jun desde el departamento. Hemos recibido una respuesta al aviso de persona desaparecida. Han informado de una mujer embarazada de provincias que trabaja en un restaurante del condado de Qingpu, Shanghai. Al parecer es del sur, habla con un marcado acento sureño.

– ¿Podría ser Wen?

– Si Wen subió a un tren para venir a Shanghai, es posible que cambiara de idea y se apeara allí, una o dos paradas antes de Shanghai. Quizá no quería causar problemas a los suyos. Así que buscó trabajo allí en lugar de ir a un hotel local.

– Me parece sensato.

– Voy a ir a Qingpu -dijo Chen-. No hay muchas probabilidades. Viene mucha gente a Shanghai en busca de trabajo, incluso a los condados. Así que es posible que se trate de una pista falsa. Puede haber muchas cosas más interesantes para usted aquí, inspectora Rohn.

– Ojalá tuviera algo más interesante para hacer -dejó los palillos-. Vamos.

– Cogeré un coche del departamento. ¿Le importa esperarme aquí?

– En absoluto -de todos modos se preguntó si no trataba de mantenerla alejada de su despacho por alguna razón. Le gustaría confiar en él, pero sabía que sería tonta si lo hiciera.

Le sorprendió que Chen llegara conduciendo un coche de Shanghai de tamaño medio.

– ¿Así que hoy conduce usted?

– Pequeño Zhou no estaba en la lista del servicio de coches del departamento. Los otros conductores estaban ocupados.

– Creía que un cuadro de alto rango como usted -dijo ella, entrando en el coche- siempre tendría un chófer a su servicio.

– No soy un cuadro de alto rango. Pero gracias por el cumplido.