– Gracias por compararme con la Concubina Imperial Yang.
O sea que conocía el origen del verso. Era de verdad una estudiante de la Universidad de Fudan. Intentó sujetarla a cierta distancia, pero ella apretó su cuerpo contra él, fundiéndose en sus brazos. No hacía ningún esfuerzo por ocultar su ardor. Él notaba sus pechos puntiagudos a través del fino tejido.
No sabía cuándo había ido a parar el micrófono a la mano de Meiling. Ella cantaba mientras aparecían subtítulos en la-pantalla. Era una pieza sentimentaclass="underline"
«Te gusta decir que eres un grano de arena / que de vez en cuando entra en mis ojos, travieso. / Prefieres hacerme llorar sola / que hacer que te ame, /y luego desapareces en el aire / como el grano de arena…».
Nube Blanca también citó un verso de Li Shangyin, el bardo de los amantes desventurados, y le susurró al oído: «Es difícil unirse, y también separarse. / Lánguido el viento del este y caídas las flores…». Lo dijo con un efecto evocador mientras la canción iba terminando, dejando que su mano se entretuviera en la de él.
Chen decidió comentar el poema.
– Una brillante yuxtaposición de una imagen con una afirmación, con lo que se crea una tercera dimensión de la asociación poética.
– ¿Eso no se llama Xing en el Libro de los Cantos?
– Sí. Xing no especifica la relación entre la imagen y la afirmación, dejando más espacio para la imaginación del lector -expuso. No le costaba hablar con ella de poesía.
– Gracias. Es usted realmente especial.
– Gracias. Usted es maravillosa -repitió con sus mejores modales de escuela de baile, inclinándose ante ella antes de volver al sofá.
Ante la insistencia de Gu abrieron una botella de Mao Tai. Aparecieron varios platos fríos en la mesita auxiliar. El licor era fuerte, e inundó a Chen de un nuevo calor.
Entre sorbo y sorbo, Meiling se puso a hablar del asunto de la calificación del terreno del aparcamiento.
Transmitía claramente que decidir el futuro del aparcamiento estaba en manos de su oficina. Dejó un formulario sobre la mesa para que Gu lo firmara, como primer paso.
Cuando estaban en plena conversación, Nube Blanca volvió con una gran bolsa de plástico negro. Desató con cuidado la cuerda que ataba la bolsa, metió la mano dentro con la rapidez del rayo y sacó una serpiente que se retorcía en su mano, siseando y sacando su roja lengua.
Era una serpiente monstruosa que pesaba unos dos o tres kilos.
– Es la serpiente real más gorda que he podido encontrar -dijo Gu con orgullo.
– Tenemos la costumbre -explicó Nube Blanca- de que nuestros clientes vean la serpiente viva antes de cocinarla. En algunos restaurantes el chef mata la serpiente delante de los clientes.
– Hoy no tenemos que hacer eso -dijo Gu, haciendo una seña a la muchacha para que saliera-. Dile al chef que se esfuerce al máximo.
– ¿Realmente es estudiante de Fudan? -preguntó Meiling.
– Oh, sí. Se está especializando en literatura china. Es una chica lista. Y práctica también -dijo Gu-. Trabajando un mes aquí puede ganar el salario de un año de un profesor de instituto.
– Trabaja para pagarse los estudios -concluyó Chen bastante incómodo.
Nube Blanca volvió con una gran bandeja en la que había varios pequeños tazones y copas. Un cuenco contenía sangre de serpiente, en otro había algo como una bolita verdosa sumergida en licor. A petición de Gu, empezó a recitar los maravillosos efectos de la serpiente como medicina.
– La sangre de serpiente es buena para la circulación de la sangre. Es útil para tratar la anemia, el reuma, la artritis y la astenia. La vesícula biliar de la serpiente resulta especialmente eficaz para disolver las flemas y mejorar la visión…
– Tiene que tomar la vesícula, inspector jefe Chen -insistió Gu-. La vesícula está asociada con el yin y posee un efecto especial en la salud humana.
Esta teoría médica no atraía a Chen. Sabía que era habitual guardar la vesícula para algún invitado distinguido. Nube Blanca se arrodilló y sostuvo el tazón con ambas manos para ofrecérselo con respeto. La vesícula tenía un espantoso color verdoso en el licor transparente. Era difícil imaginar qué sabor podía tener.
Se lo tomó de un solo trago, con decisión, sin saborearlo, como solía tragarse de niño una pastilla muy grande. No sabía si era producto de su imaginación o si la vesícula de serpiente era realmente tan potente. Produjo en su estómago un escalofrío instantáneo que contrastaba con una sensación de ardor en la garganta. El yin, en la teoría médica tradicional.,
– Ahora ha de tomar la sangre. Es el yang -le instó Gu.
En la ficción kung fu, beber vino mezclado con sangre de gallo formaba parte de la ceremonia de iniciación a la tríada, como un juramento de sangre: compartir lo bueno y lo malo. Gu también tenía un tazón en la mano, quizá en un gesto con una connotación similar. El inspector jefe Chen no tuvo más remedio que vaciar el tazón, haciendo todo lo posible por hacer caso omiso del extraño olor.
Luego dejaron en la mesa una fuente con rodajas fritas de carne de serpiente. Nube Blanca le sirvió una rodaja con los dedos. Tierna, bajo una dorada superficie crujiente, sabía a pollo con una textura inusual.
Trató de dirigir la conversación en la dirección que él deseaba.
– Ayer no tuvimos suficiente tiempo, Gu. Podíamos haber hablado de muchas cosas más.
– Exactamente, inspector jefe Chen. En cuanto a lo que quería usted que averiguara ayer, he hecho un poco de trabajo de campo…
– Disculpe, director general Gu -dijo Meiling poniéndose en pie-. Creo que tengo que echar un vistazo de cerca al aparcamiento. Nube Blanca puede acompañarme.
– Buena idea -dijo Chen, agradecido.
Sin embargo, cuando se quedaron solos, Gu no proporcionó mucha información nueva. Gu le contó lo que le parecía sospechoso del modo en que había aparecido el señor Diao, el hombre de Hong Kong que fue a visitarle. Un Hacha Voladora no habría ido a ver a Gu, ya que no era realmente un miembro de los Azules. Diao debería haber ido al Hermano Mayor de los Azules. Gu estaba fuera de su elemento cuando intentaba jugar a detectives, pero se había enterado de que Diao también había visitado la Casa de Baños Capital Rojo.
Al parecer, Gu había intentado realmente obtener información. Chen asentía mientras tomaba el vino a sorbos. Si aquel fujianés era un Hacha Voladora que buscaba a Wen, Diao podía pertenecer a una organización rival; un tercer elemento, como había sugerido la inspectora Rohn.
– Gracias, Gu. Ha hecho un gran trabajo.
– Vamos, inspector jefe Chen. Me ha aceptado como amigo – declaró Gu-, y por un amigo estoy dispuesto a que me perforen las costillas con cuchillos -Gu había enrojecido y se golpeó el pecho con el puño, gesto que Chen no esperaba ver en una habitación privada de karaoke.
Cuando Meiling regresó con Nube Blanca, abrieron otra botella de Mao Tai.
Gu volvió a brindar.
– Por el mayor logro del inspector jefe Chen y un futuro próspero.
Meiling se unió a los brindis. Nube Blanca, arrodillada junto a la mesa, se apresuró a añadir vino a su copa.
Chen no recordaba cuánto había tenido que beber. Animado por lo agradable que le resultaba semejante reconocimiento, empezaba a aceptar la posición de que gozaba allí.
Aprovechó la oportunidad cuando Meiling se excusó y planteó una pregunta a Gu.
– ¿Ha venido Li Guohua por aquí?
– ¿Li Guohua, el Secretario del Partido de su departamento? No, aquí no. Pero un pariente suyo tiene un bar en un sitio muy bueno. Me lo dijo el Hermano Mayor de los Azules.
– ¿De veras? -que su cuñado tenía un bar no era nuevo para él, pero Gu había mencionado específicamente al Hermano Mayor como la fuente que le había dado la información. Esto era inquietante. Hasta el momento, el Secretario del Partido Li había sido para Chen el prototipo de corrección del Partido además de su mentor político.