El inspector jefe Chen frunció el entrecejo. En circunstancias normales la tramitación de una solicitud de pasaporte para un ciudadano chino corriente podía durar meses, pero si el gobierno central les había dado luz verde la policía local debería haber actuado con rapidez. Ahora, después de un retraso inexplicable, ¿cómo podía haber desaparecido Wen? No tenía sentido. Quizá todo el asunto era una tapadera. Cuando había intereses nacionales de por medio todo era posible. Sin embargo, no parecía demasiado probable que fuera así. Beijing podía haberse negado a colaborar con ee.uu. desde el principio. Romper el acuerdo a estas alturas significaría perder su confianza.
En lugar de compartir estos pensamientos con Li, Chen preguntó:
– Entonces, ¿qué se espera que hagamos, Secretario del Partido Li?
– Encontraremos a Wen. La policía local ya la está buscando. Usted se ocupará.
– ¿Acompañaré a la inspectora Rohn a Fujian?
– No. Será una investigación conjunta de la policía de Fujian y la de Shanghai. De momento, su responsabilidad es la inspectora Rohn en Shanghai.
– ¿Cómo puedo ocuparme si tengo que acompañar aquí a una mujer norteamericana?
– Ella es nuestra invitada especial en la primera acción conjunta que realizan China y ee.uu. contra la inmigración ilegal -dijo Li-. ¿Qué quiere que haga ella en Fujian? Allí las cosas se pueden poner peligrosas. Su seguridad es prioritaria. Para que su estancia sea segura y satisfactoria, usted la acompañará en Shanghai. La mantendrá informada y entretenida.
– ¿Eso es tarea de un inspector jefe de policía chino? -Chen miraba fijamente las fotografías que colgaban en la pared del despacho de Li, la larga y variopinta carrera de un político estrechando la mano de otros políticos, dando discursos en conferencias del Partido, haciendo presentaciones en el departamento, en diferentes ocasiones, en diferentes lugares. Li era el funcionario número uno del Partido en el departamento, y no había una sola fotografía que mostrara a Li trabajando de policía.
– Claro que lo es. Y una tarea muy importante. El gobierno chino está decidido a mantener bajo control el tráfico de personas. Los norteamericanos no deben tener ninguna duda de ello. Debemos convencer a la inspectora Rohn de que estamos haciendo todo lo posible. Puede que haga toda clase de preguntas, y le haremos saber todo lo que podamos. La situación requiere un funcionario con experiencia como usted. Existe una línea, huelga decirlo, entre el interior y el exterior.
– ¿Cuál puede ser… la línea? -le interrumpió Chen, aplastando el cigarrillo en el cenicero de cristal con forma de cisne.
– Es posible que la inspectora Rohn se muestre escéptica, por ejemplo, respecto al trámite del pasaporte. Puede que en nuestro trabajo haya cierta cantidad de burocracia, pero es como en cualquier otra parte. No sirve de nada hacer un mundo de ello. Debemos tener presente la imagen incorruptible del gobierno chino. Usted sabrá lo que ha de decir, inspector jefe Chen.
Chen no sabía qué decir. No sería tarea fácil convencer a un compañero norteamericano cuando él compartía las mismas dudas. Tendría que ir con más cuidado que si pisara una fina capa de hielo. La política. El inspector jefe Chen estaba harto. Dejó la taza.
– Me temo que no puedo aceptar el caso, Secretario del Partido Li. En realidad, he venido a hablar con usted de otra investigación. Esta mañana se ha descubierto un cadáver en el parque del Bund. Las heridas sugieren que puede tratarse de un asesinato de la Tríada.
– ¿Un asesinato de la Tríada en el parque del Bund?
– Sí, tanto el inspector Yu como yo hemos llegado a la misma conclusión, pero aún no tenemos ninguna pista en cuanto a qué banda es responsable. Así que me centraré en la investigación de este caso de homicidio. Podría dañar la imagen de nuestro nuevo Shanghai.
– Es cierto -le interrumpió Li-. Puede muy bien ser un asunto para su brigada especial, pero el caso de Wen es mucho más urgente. El caso del parque del Bund puede esperar hasta que se marche la inspectora Rohn. No retrasará demasiado las cosas.
– No creo que yo sea un buen candidato para encargarse del caso de Wen. Alguien de Seguridad Interna o del Ministerio de Asuntos Exteriores sería más adecuado.
– Permítame que le diga algo, inspector jefe Chen, esto es lo que ha decidido el ministerio en Beijing. El propio ministro Huang le recomendó a usted para esa tarea durante la teleconferencia.
– ¿Por qué, Secretario del Partido Li?
– La inspectora Rohn sabe chino. Por eso el ministro Huang insistió en que su homólogo chino no sólo debe ser de confianza en el plano político, sino que también ha de hablar inglés. Usted es un joven cuadro que habla inglés y tiene experiencia en acompañar a occidentales.
Puesto que ella habla chino, no veo por qué su compañero de aquí tiene que saber inglés. En cuanto a mi experiencia, sólo he trabajado como representante de la Asociación de Escritores Chinos. Aquello fue completamente distinto, hablábamos de literatura. Para esta tarea estaría más preparado un agente de inteligencia.
– El dominio que posee esa mujer del chino es limitado. Algunos de los nuestros la conocieron en Washington. Hizo un buen trabajo acompañándoles, pero para las reuniones formales tuvieron que contratar a un intérprete profesional. Creemos que usted tendrá que hablar inglés la mayor parte del tiempo.
– Me honra que el ministro Huang haya pensado en mí -dijo Chen lentamente, tratando de encontrar alguna otra excusa que sonara a oficial-. Soy demasiado joven e inexperto para semejante tarea.
– ¿Cree que es tarea para un anciano como yo? -replicó Li con un suspiro, hundidos sus ojos con bolsas a la luz de la mañana-. No deje que los años se le escapen sin realizar algo. Hace cuarenta años a mí también me gustaba la poesía. ¿Conoce estos versos del general Yue Fei?: «No malgastes el tiempo de tu juventud no haciendo nada / hasta que tengas el pelo cano, / lamentándote en vano».
Chen se quedó sorprendido. Li nunca le había hablado de poesía, y mucho menos recitado versos de memoria.
– Y en la reunión en el ministerio también se habló de otro criterio -prosiguió Li-. El candidato debía ofrecer una buena imagen de nuestra fuerza policial.
– ¿Qué significa eso?
– ;La inspectora Rohn no es muy presentable? -Li cogió la fotografía-. Usted ofrecerá una imagen magnífica de la fuerza policial. Traductor y poeta modernista, con un profundo conocimiento de la literatura occidental.
Aquello se estaba volviendo absurdo. ¿Qué esperaban en realidad de él? Que fuera un actor, un guía turístico, un modelo, un especialista en relaciones públicas; todo menos un policía.
– Esa es la razón por la que no debo aceptar el trabajo, Secretario del Partido Li. Ya ha habido habladurías sobre mi exposición a la cultura occidental, la decadencia burguesa o lo que sea. Si acompaño a una agente norteamericana para comer juntos, ir de compras, visitar la ciudad… en lugar de hacer trabajo de verdad, ¿qué pensarán?
– Bueno, tendrá trabajo para hacer.
– ¿Qué trabajo, Secretario del Partido Li?
– Wen Liping es de Shanghai. A principios de los setenta era una joven educada. Podría haber vuelto a Shanghai. De manera que usted investigará un poco aquí.
Esto distaba mucho de ser convincente. No se necesitaba un inspector jefe para entrevistar a los posibles contactos de Wen, a menos que se esperara de él que hiciera una exhibición para impresionar a la norteamericana, reflexionó Chen.
Li se levantó y puso las manos en los hombros de Chen.
– Es una misión a la que no se puede negar, camarada Chen Cao. Es en interés del Partido.
– ¡En interés del Partido! -Chen también se puso en pie. En la calle se produjo un apretado atasco en la calle Fuzhou. Sería inútil seguir aduciendo razones-. Usted siempre tiene la última palabra, Secretario del Partido Li.