– Sí, eso me sorprendió, pero no estaba tan segura de que se encontrara en un lugar seguro. Hacía siete u ocho días que había desaparecido, creo; fue el día en que tuvimos aquella conversación en el restaurante.
– Después, en el Deda Café, me convenció de que Gu sabía algo más de lo que nos había contado. Eso me empujó a seguir investigando en esa dirección.
– Oh, no, no puedo llevarme el mérito de eso. En el club usted ya había hablado a Gu de su relación con la Oficina de Control de Tráfico… -se interrumpió cuando vio la mirada que le echaba Chen. ¿Le había hablado al Secretario del Partido Li del trato del aparcamiento? ¿O siquiera de la visita al club?
– Su trato con un hombre como Gu fue un excelente trabajo, inspector jefe Chen -comentó Li-. «Para pescar una tortuga dorada hay que utilizar un cebo de olor dulce».
– Gracias, Secretario del Partido Li -dijo Chen con sorpresa-. Y luego, después de la velada en la Ópera de Beijing, siguiendo sus instrucciones, acompañé a la inspectora Rohn al hotel. En el camino tomamos algo en el parque del Bund. Allí mencioné los dos casos que me habían asignado el mismo día: el caso de la víctima del parque y la búsqueda de Wen. Ella insinuó la posible relación entre los dos. A mí no se me había ocurrido esa posibilidad. Y lo que es más importante, hablando de las heridas de hacha en el cadáver comentó una novela de la Mafia en la que se cometía un asesinato de esa forma para dirigir las sospechas hacia una banda rival…
– Las heridas de hacha sugerían un asesinato de una tríada. Era una firma -intervino Li-, tal como el inspector Yu apuntó al principio.
– Sí, se llama la muerte con las Dieciocho Hachas -observó Yu-. Es la mayor forma de castigo infligido por las Hachas Voladoras.
– Es cierto, y es exactamente lo que me hizo sospechar. ¿No era una firma demasiado evidente? Por eso el comentario de la inspectora
Rohn me hizo empezar a pensar en otra posibilidad. La víctima del parque del Bund podía haber sido asesinada por alguien que hubiera imitado deliberadamente a los Hachas Voladoras para que les inculparan. Como consecuencia de ello, los Hachas Voladoras tuvieron que estudiar el asunto y dejaron de concentrarse en la búsqueda de Wen. Además, ensuciar el agua también distraía la atención de la policía. Según esa hipótesis, ¿quién se beneficiaba? Alguien con una apuesta aún más alta en la carrera por encontrar a Wen.
– Empiezo a entender, inspector jefe Chen -dijo Yu.
– O sea, inspectora Rohn, que el mérito es suyo. A pesar de mis sospechas, yo estaba tan perplejo como todos los demás; era incapaz de reunir las piezas para formar un todo comprensible. Sus comentarios realmente sirvieron de ayuda.
– Gracias, inspectora Rohn. Es un ejemplo magnífico de la fructífera colaboración entre las fuerzas policiales de nuestros dos países. Casi como el símbolo del tai chi, el yin en unión perfecta con el yang… -Li se interrumpió de pronto, tosiendo con la mano sobre la boca.
Ella comprendió. Como oficial de Partido de alto rango, Li tenía que tener cuidado con lo que decía, incluso al emplear una metáfora aparentemente inofensiva, que no obstante cruzaba la línea, debido a los elementos masculino y femenino que el antiguo símbolo sugería.
– Aquella noche también recibí una llamada del Viejo Cazador -prosiguió Chen-. Me dijo que Gu le había llamado para pedirle información sobre una fujianesa desaparecida. Fue una sorpresa Gu nos había hablado de un misterioso visitante de Hong Kong. ¿Por qué Gu buscaba a una fujianesa? Por eso aquella noche en el parque del Bund me puse por primera vez en la vía correcta.
– El parque es un lugar que le da suerte -dijo ella-, según la teoría de los cinco elementos. No me extraña, inspector jefe Chen.
– Hable, inspector jefe Chen -pidió Li.
Al parecer, Li no sabía tanto de la vida de Chen como ella, aunque el Secretario del Partido había elegido cuidadosamente a Chen como su sucesor. Pero Li parecía ansioso por sazonar la conversación con tópicos políticos.
– Ha realizado usted un brillante trabajo en la gloriosa tradición de las fuerzas policiales chinas, inspector jefe Chen -declaró Li, aunque quizá aún permanecía en gran medida en la ignorancia.
– No habría podido avanzar sin la colaboración de la inspectora Rohn, ni sin el trabajo del inspector Yu -dijo Chen con fervor-. En su entrevista con Zheng, por ejemplo, el inspector Yu insistió en que aclarara una frase del gánster. «Ella cambió de idea». ¿Qué quería decir… cambió de idea? Era una pregunta que me daba vueltas en la cabeza mientras hablaba con Wen al día siguiente.
– Se guardó muchas preguntas para sí mismo, inspector jefe Chen -declaró Catherine.
– No estaba seguro de si valía la pena investigarlas, inspectora Rohn. Después de visitar a Wen, usted me preguntó por qué insistía en hablar con Wen y Liu en lugar de llamar a la policía local. Para empezar, el vaso de Wen está lleno. No quería presionarla demasiado. Pero hay otra razón. Trataba de encontrar algunas respuestas a cuestiones surgidas de mi conversación con ellos.
– ¿Encontró alguna?
– De Liu no, excepto que Wen no se lo había contado todo. Después los dos hablamos con Wen. Lo que dijo de su vida en Fujian era cierto, pero no dijo ni una sola palabra del contacto que había tenido con la banda. Tampoco respondió realmente a mi pregunta sobre el retraso en presentar la solicitud de su pasaporte. Pero lo que me hizo sospechar más fue su insistencia en volver a Fujian.
– ¿Era tan sospechoso? -preguntó Li-. Es normal que una madre quisiera ver la tumba de su hijo por última vez.
– ¿Fue a visitar la tumba cuando estuvimos allí? No. Ni siquiera lo mencionó. Cuando estuvo de nuevo en su casa, lo primero que hizo fue coger un paquetito de un producto químico de debajo de la mesa. Para llevarse un recuerdo, me explicó. Podía tener sentido, pero el hecho de que explicara su acción no lo tenía. Era su casa. Podía llevarse todo lo que quisiera sin hacer ningún comentario.
Durante el viaje había hablado poco, y entonces ofrecía explicaciones sin que nadie se las pidiera.
– Es cierto -dijo Catherine-. Wen apenas dijo nada en todo el trayecto.
– Después de la batalla en la aldea, habría podido visitar la tumba, pero no lo hizo. Ya no le parecía importante. Entonces oí por casualidad que un policía local hacía callar a un gánster herido que hablaba en mandarín. Era extraño. Sin embargo, antes de que tuviera tiempo de preguntar, el superintendente Hong me pidió que le aclarara un proverbio y me distrajo.
– El proverbio chino sobre la justicia que a la larga vence al mal -dijo ella.
– Exactamente. Así que hasta que llegamos al aeropuerto y oímos que anunciaban el vuelo en mandarín y en fujianés no me di cuenta de lo que se me había pasado por alto. Los Hachas Voladoras son una banda local. ¿Cómo era posible que el gánster herido hablara en mandarín? Decidí no dejar de investigar porque mi prioridad era llevarlas a usted y a Wen sanas y salvas a Shanghai.
– Era la decisión correcta, inspector jefe Chen -Li asintió.
– En cuanto regresé a Shanghai, hablé con el Viejo Cazador, que recabó información sobre Gu. Yo también hablé con Meiling. El aparcamiento se podía conceder legalmente al club, según lo que había investigado. Entonces fui a ver a Gu. Al principio no habló mucho, por tanto puse mis cartas sobre la mesa y Gu colaboró.
Catherine miró de reojo a Li, preguntándose si Chen había hablado de todo aquello con su jefe.
– Sí, tuvo que abrir la puerta de la montaña -dijo Li.
– Según Gu, la víctima del parque del Bund era un enlace de los Hachas Voladoras apodado Ai. Ai vino a Shanghai a buscar a Wen. Hizo una visita formal al Hermano Mayor de los Azules, que estaba en contra de realizar una búsqueda demasiado sonada en la ciudad. Mientras Wen no estuviera en manos de la policía, el Hermano Mayor no veía peligro para Jia Xinzhi, así que Ai no tuvo más alternativa que revelar el verdadero plan de los Hachas Voladoras… el plan de hacer que Wen envenenara a su marido una vez se hubiera reunido con él. Tratándose de una rata pestilente como Feng, la banda de Fujian consideró que lo que más les interesaba era deshacerse de él de una vez por todas. Los Bambú Verde se enteraron del plan. Necesitaban a Feng vivo; querían eliminar a Jia. Y asesinaron a Ai.