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– ¿Cómo obtuvo Gu toda esta información? -preguntó Yu.

– El Hermano Mayor de los Azules estaba molesto porque Ai, sin su permiso, había traído problemas de Fujian a Shanghai. Pero luego lo que hicieron los Bambú Verde, poner el cuerpo de Ai en el parque del Bund, fue aún peor. Así que Gu se enteró por el Hermano Mayor no sólo de lo de los Bambú Verde, sino también de lo de las Hachas Voladoras. En cuanto tuve toda esta información que me había dado Gu, decidí ir a Suzhou. Wen estaba decidida a matar a Feng si tenía que ir a Estados Unidos. No creí que pudiera hacerle cambiar de idea. Si había alguien capaz de hacerlo era Liu. Liu accedió a venir conmigo aquí. Esto ha sido a primera hora de esta mañana.

– Tomó la decisión correcta, inspector jefe Chen -dijo Li en voz alta, con tono de aprobación oficial-. Como dice uno de nuestros antiguos dichos: «Cuando un general pelea en la frontera, no tiene que escuchar siempre al emperador».

Entonces empezó a sonar un teléfono en la sala de reuniones. Qian sacó su móvil, turbado. Tapando el aparato con la mano se apresuró a decir: "Te llamaré más tarde".

– Un móvil verde claro. Casi de color bambú. Es raro -dijo Chen despacio-. Sólo he visto otro del mismo color en el mercado de Huating.

– Qué coincidencia -Qian parecía nervioso, aturdido.

– Eso podría explicar todos los incidentes sospechosos -dijo Chen.

Se habían producido muchas coincidencias en el transcurso de la investigación, reflexionó Catherine, pero no sabía qué estaba insinuando Chen.

– Nunca se sabe lo que es capaz de hacer la gente…- Chen hizo una pausa para dar énfasis a sus palabras, mirando directamente a Qian.

– Es verdad, nunca se sabe lo que es capaz de hacer la gente -Li se apresuró a coincidir con él y meneó la cabeza con aire triste-. ¡Imaginar a Wen implicada en un plan asesino como este!

– Quiero decir algo en favor de Wen… a la luz de la revelación hecha por el inspector jefe Chen -Catherine habló con pasión, sorprendiéndose a sí misma-. Los Hachas Voladoras no le dejaron alternativa. Así que inició los trámites para obtener su pasaporte, pero no creo que necesariamente fuera a llevar a cabo el plan de ellos. Cuando llegara a Estados Unidos, podría haber intentado buscar ayuda en la policía norteamericana.

– Es lo que yo pienso también -dijo Yu haciendo gestos de asentimiento.

– Pero cuando Feng telefoneó para aconsejarle que huyera para salvar su vida, ella fue presa del pánico. ¿Quiénes eran las «personas» a las que se refería en el mensaje? ¿Los Hachas Voladoras? En este caso, ¿Feng había descubierto el complot? Ella huyó, pero después de pasar diez días en compañía de Liu resucitó… como mujer.

– ¡Resucitó! Es la misma palabra que utilizó Liu -dijo Chen.

Catherine dijo:

– Después de todos esos años desperdiciados, de pronto abrigó esperanzas. Tenía un aspecto tan diferente de la mujer que aparecía en la fotografía del pasaporte… Se la veía viva, quiero decir. En Suzhou me costó reconocerla. Cuando comprendió que tenía que dejar a Liu, no soportaba la idea de vivir con Feng otra vez. Comprender de qué manera Feng había arruinado su vida la llenaba de odio, y de deseos de venganza también. Por eso insistió en volver a Changle Village. Quería coger el veneno que se había olvidado allí. Esta vez estaba decidida.

– Estoy de acuerdo -dijo Yu-. Esto también demuestra que al principio no quería llevar a cabo el plan de la banda. No se llevó el veneno cuando abandonó la aldea el cinco de abril. Gracias, inspectora Rohn.

– La inspectora Rohn ha resumido muy bien esa parte. Y del resto -dijo Chen, tomando un sorbo de su agua- se han enterado cuando Wen estaba en la habitación.

– ¡Un trabajo magnifico, inspector jefe Chen! -Li aplaudió-. El cónsul norteamericano ha llamado al gobierno de la ciudad para expresarle su agradecimiento, pero no sabía el gran trabajo que ha hecho.

– No habría podido hacer nada sin su firme apoyo durante toda la investigación, Secretario del Partido Li.

Catherine vio que Chen estaba más que dispuesto a dejar que Li compartiera los laureles. Después de realizar una investigación tan poco ortodoxa, el inspector jefe tenía que ser diplomático.

– Si no estuviéramos ya en el aeropuerto, haríamos un gran banquete para celebrar esta conclusión tan satisfactoria -dijo Li con calor-. En realidad, bien está lo que bien termina.

– Haré un informe para nuestro gobierno, Secretario del Partido Li, sobre el destacado trabajo del Departamento de Policía de Shanghai -dijo Catherine antes de volverse a Chen-. Entretanto, me gustaría hacerle algunas preguntas más, inspector jefe Chen, tomando una taza de café. Anoche trabajé hasta muy tarde redactando mi resumen del caso. Usted también debe de estar agotado después de viajar toda la noche.

– Ahora que lo menciona usted… -dijo Chen.

– Sí, vayan ustedes dos al café del aeropuerto. Invita del departamento como despedida -Li era todo sonrisas-. Vigilaremos a Wen.

CAPÍTULO 38

No era exactamente un café, sino un rincón separado de la zona de espera mediante postes metálicos y cordones de plástico. Había varias mesas y sillas, y un mostrador que exhibía una serie de cafés importados. Cerca de la alta ventana que enmarcaba los aviones que estaban en la pista se encontraba la camarera.

– ¿Café solo? -preguntó Catherine.

– Té para mí, hoy -dijo Chen.

– ¿Podemos tomar té? -preguntó ella a la camarera en chino.

– ¿Lipton? -preguntó la camarera en inglés.

– No. Té verde chino. Con las hojas de té en la taza.

– Claro -la camarera les dio un termo de acero inoxidable con dos tazas y una bolsita de hojas de té.

Cuando se dirigían hacia la mesa, Chen miró en dirección a la sala de reuniones. Sus colegas estaban sentados tras la puerta de cristal, vigilando a Wen y a Liu. Había numerosos hombres de paisano apostados en torno a la zona. No le preocupaba la seguridad del aeropuerto.

Experimentó un sentimiento de desánimo cuando se sentó a la mesa. En la sala de reuniones había tenido que persuadir a Wen, y luego explicar a los demás las decisiones que había tomado. Había tenido que preocuparse por la reacción del Secretario del Partido Li, con los de Seguridad Interna rondando al fondo. Para su alivio, Li había reaccionado positivamente, aunque Chen sabía que no podía confiar en esta reacción en presencia de la inspectora Rohn.

Ahora, sentado con ella, no sentía la satisfacción de un detective de una historia de misterio al haber resuelto con éxito un caso. Había podido hacer su trabajo, un "trabajo magnífico" según el Secretario del Partido Li. Sin embargo, ¿era magnífico para Wen? Su vida en China estaba llegando a su fin, era un capítulo que se cerraba con un climax trágico; y su vida en Estados Unidos no era algo para esperar con ilusión.

¿Qué papel había desempeñado él en la consecución de este resultado? El inspector jefe Chen podía darse todas las excusas clásicas, claro, que «Ocho o nueve de cada diez veces las cosas van mal en este mundo», o que «No es nada más que la irónica causalidad del yin y el yang mal colocados». Sin embargo, no se podía negar que él había tenido un papel en el hecho de enviar a una indefensa mujer a vivir con el bribón que había arruinado su vida.