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– Sólo porque tienes un bebé no quiere decir que tengas que casarte con Kloughn, -dije. Aunque yo realmente pensaba que Valerie podría haberlo hecho mucho peor que con Albert Kloughn. Me gustaba Kloughn. No era un tipo alto, guapo, super seductor, pero ponía empeño en todo, era encantador con Valerie y las niñas, y parecía haber un genuino cariño entre todos ellos. Yo ya no estaba segura de que forjaba un buen matrimonio. Tenía que haber amor, por supuesto, pero había tantos tipos diferentes de amor. Y claramente, cierta clase de amor aguantaba más que otros. Valerie y yo pensabamos que habíamos encontrado los amores de nuestras vidas, y miren donde nos llevó eso.

– Zapatos, -dije a Valerie-. Cuando tengo dudas, encuentro que siempre ayuda si me compro un nuevo par. Deberías ir de compras.

Valerie miró la puerta.

– Podría aprovechar un nuevo par de zapatos, pero no quiero salir por ahí.

– Usa la ventana.

Valerie trepó fuera de la ventana, llegó al borde del techo y vaciló.

– Esto da miedo.

– No es muy complicado, -dijo Diesel-. Sólo cuelga tu trasero por el borde, y te bajaré.

Valerie me miró hacia atrás.

– Confía en él, -dije. Confía en Supermán, el Hombre araña, E.T., el Fantasma del Presente de Navidad… quién diablos fuera.

– No sé, -dijo Valerie-. Parece un poco alto. No me gusta como se ve. Tal vez necesito volver a la casa. -Valerie dio vuelta hacia la ventana, y su pie resbaló en el techo de tabla-. Eeeeee, -chilló, agitando los brazos, y agarrándome por mi chaqueta-. ¡Socorro! ¡Socorro!

Ella me jaló bruscamente hacia adelante, y ambas perdimos el equilibrio, azotándonos de golpe en el techo, y rodamos por el borde, juntas. Chocamos violentamente contra Diesel, y los tres nos caímos al suelo.

Diesel estaba de espaldas, yo encima de él, y Val encima mío. Toda la familia salió corriendo por la puerta trasera y se apiñó alrededor de nosotros.

– ¿Qué sucede? -Quiso saber la Abuela-. ¿Es alguna nueva cosa sexual?

– Si ella brinca en el montón, salgo de aquí, -dijo Diesel.

– ¡Llamen al 911! -dijo mi madre-. Qué nadie se mueva… sus espaldas podrían estar rotas. -Ella miró abajo a Valerie-. ¿Puedes mover tus dedos del pie?

– No abriste el cuarto de baño, -dijo mi padre a Valerie-. Alguien tiene que volver y abrir el cuarto de baño.

– ¡Frank! Te dije que llamaras al 911.

– No necesitamos al 911, -dije-. Sólo necesitamos que Valerie salga de encima mío.

Mi madre tiró a Valerie para que se levantara.

– ¿El bebé está bien? ¿Te lastimaste? No puedo creer que salieras por la ventana.

– ¿Y yo? -Dije-. También me caí.

– Tú siempre te caes, -dijo mi madre-. Saltaste del techo del garaje cuando tenías siete años. Y ahora la gente te dispara. -Sacudió su dedo hacia mí-. Eres una mala influencia para tu hermana. Ella nunca solía hacer cosas como ésta.

Yo todavía estaba encima de Diesel, y algo lo disfrutaba.

– Sabía que cambiarías de opinión, -me dijo Diesel.

Entrecerré mis ojos.

– No he cambiado de opinión.

Mi busca zumbó en mi cintura. Rodé de Diesel y comprobé la lectura. Era Randy Briggs. Me levanté y entré en la casa para usar el teléfono mientras Diesel subía a abrir la puerta del cuarto de baño.

Mi padre siguió a Diesel al cuarto de baño.

– Mujeres, -dijo mi padre-. Siempre encuentran una forma mejor.

Yo esperaba en la puerta cuando Diesel bajó.

– Randy tiene una entrevista de trabajo, -dije-. Está en camino. Tengo la dirección.

– ¿Y las compras? -preguntó Valerie.

– Tú tienes que ir de compras, -dije-. Yo tengo que encontrar a Sandy Claws. ¿Y por qué no estás trabajando?

– No quiero ver a Albert. No sé que decirle.

– Estoy perdido, -dijo Diesel-. ¿Qué tiene que ver Albert con el trabajo?

– Es el jefe de Valerie.

– Esto es como mirar los programas diurnos, -dijo Diesel.

– Mírate, -me dijo mi madre-. Es casi Navidad y no llevas puesto nada rojo. -Tomó un alfiler con forma de Árbol de Navidad de su blusa y lo prendió en mi chaqueta-. ¿Compraste tu árbol por lo menos? -preguntó.

– No he tenido tiempo para buscar un árbol.

– Tienes que hacerte el tiempo, -dijo mi madre-. Antes de que lo sepas tu vida acabará y estarás muerta ¿y luego qué?

– Tú tienes un árbol, -dije-. ¿Por qué no puedo usar el tuyo?

– Muchacha, no sabes mucho, -dijo mi Abuela.

Diesel estaba parado en sus talones, con las manos en sus bolsillos, sonriendo otra vez.

– Vete al coche, -dije a Diesel-. Y deja de sonreír.

– Es Navidad, -dijo Diesel-. Todo el mundo sonríe en Navidad.

– Espera aquí mismo, -dijo mi madre-. Déjeme envolverte una bolsa para el almuerzo.

– No tengo tiempo, -dije a mi madre-. Tengo que irme.

– ¡Sólo tomará un minuto! -Ella ya estaba en la cocina, y podía oír el refrigerador abrirse y cerrarse y cajones abriéndose y cerrándose. Y mi madre volvió con una bolsa de comida.

– Gracias, -dije.

Diesel miró la bolsa y sacó una galleta.

– Chip de chocolates. Mis favoritas.

Tenía el presentimiento de que cada galleta era la favorita de Diesel.

Cuando estábamos en el coche, giré hacia Diesel.

– Quiero saber sobre ti.

– No hay mucho que decir. Si no hubiera caído en tu cocina no tendríamos esta conversación. Si me encontraras en la calle simplemente pensarías que era otro tipo.

– Entonces eres fuerte y puedes abrir cerraduras. ¿Algo más en lo que eres especialmente hábil?

Diesel me sonrió.

– Todos los hombres piensan eso, -dije.

Diesel frenó en Hamilton Avenue y giró a la izquierda.

– ¿Qué pasará cuándo encuentres a Claws?

– Lo entregaré a la policía. Luego mi primo Vinnie probablemente irá a la cárcel y pagará la fianza de Claws por segunda vez.

– ¿Por qué haría eso Vinnie?

– Cobra más dinero. Claws tiene un negocio local, y él ha dado su casa como garantía, así que es un buen riesgo para Vinnie.

– ¿Y si Claws no quiere ser entregado a la policía? ¿Le dispararás?

– Casi nunca le disparo a la gente.

– Esto debería ser divertido, -dijo Diesel.

Le lancé una mirada cortante.

– ¿Hay algo que no me dices?

– Muchas cosas.

Me llevé el dedo a mi parpado inferior.

– ¿Te pasa algo? -él preguntó.

– Tengo una contracción nerviosa en el ojo.

– Apuesto que se iría si compraras un Árbol de Navidad.

– Bien. ¡Está bien! Conseguiré un Árbol de Navidad.

– ¿Cuándo?

– Cuando tenga tiempo. Y tú conduces demasiado lento. ¿Dónde aprendiste a conducir, en Florida?

Diesel frenó el coche en medio de la calle.

– Respira profundo.

– ¿Qué haces? ¿Estás loco? ¡No puedes llegar y detenerte en medio de la calle!

– Respira profundo. Cuenta hasta diez.

Respiré, y conté hasta diez.

– Cuenta más despacio, -dijo Diesel.

El tipo detrás de nosotros tocó la bocina, y apreté mis nudillos. Mi ojo se retorcía como loco.

– Esto no funciona, -dije-. Vas a hacer que me de un ataque cardíaco. La gente en Jersey no reduce la velocidad.

– Nos afirmamos en el tráfico, -dijo Diesel-. Mira, el coche delante de nosotros está a corta distancia y no se mueve. La única forma de conducir más rápido sería hacerlo por la acera.

– ¿Cuál es tu punto?

– No puedo conducir por la acera.

– Entonces has algo sobrenatural, -dije-. ¿No puedes inclinar el coche de lado o algo así? Lo hacen en el cine todo el tiempo.

– Lo siento, suspendí en levitación.

Esa es mi suerte, consigo a un tipo que suspendió en levitación.

Veinte minutos más tarde, nos estacionamos en un pequeño lugar apartado frente a la entrada principal de la oficina. Un letrero provisional en la ventana anunciaba ADMISIÓN INMEDIATA PARA EXPERTOS FABRICANTES DE JUGUETES. Quise echarle una mirada más de cerca, así que dejamos el coche y cruzamos la calle.