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Nos paramos en la acera y miramos por la sucia ventana de vidrio. Dentro, el lugar estaba de pared a pared con personas pequeñas.

– ¿Son elfos? -Pregunté a Diesel-. No veo ningúna oreja puntuda.

– Es díficil de decir a esta distancia, además oí en algún sitio que los elfos no obligatoriamente tienen las orejas puntiagudas.

– Entonces los elfos podrían circular en nuestro entorno, disfrazados como ciudadanos normales, a diario, cuestionándonos.

Diesel me miró e hizo una mueca.

– En realidad no crees en elfos, ¿cierto?

– Por supuesto que no, -dije. Pero la verdad era que ya no sabía en qué creía. Quiero decir, ¿qué demonios era Diesel? Y si creía en Diesel… ¿por qué no creer en elfos?-. ¿Ves a Briggs? -Le pregunté.

– Está al fondo, hablando con un tipo mayor con un sujetapapeles. Y no veo a Claws.

Miramos por un momento más, luego nos fuimos al Jag y nos ocupamos de la bolsa de comida de mi madre. Al rato Randy Briggs salió, caminó media cuadra, y entró por el lado de pasajeros de un coche estacionado. El coche arrancó, y lo seguimos. Antes de que hubiéramos recorrido dos calles mi teléfono celular sonó en mi bolso.

– Jesús, ¿me estás siguiendo en un Jag? -preguntó Briggs-. Ustedes los cazadores de recompenzas deben ganar bien para andar paseándose en un Jag.

– Diesel no es un cazarrecompensas. Es un extraterrestre o algo así.

– Sí, lo que sea. Hombre, nunca he visto a tantas personas pequeñas en un lugar. Fue como si hubiesen salido del [8]maderamen. Pensé que conocía a todos en el área, pero no conocía a ninguno de estos tipos.

– ¿Te contrataron?

– Sí, pero no voy a hacer juguetes. Conseguí un trabajo en la oficina, estableciendo un Sitio Web.

– ¿Y Claws?

– No lo vi. Nadie me dijo nada sobre alguien llamado Claws. Comienzo a trabajar mañana. Tal vez lo veré en la fábrica.

– ¿Fábrica?

– Sí, eso es lo que es… una pequeña fábrica de juguetes. Van a hacer juguetes hechos a mano y anunciarán que fueron hechos por elfos. Bastante bonito, ¿hunh?

– ¿Crees que una cierta cantidad de esa gente pequeña hoy realmente eran elfos?

Hubo una pausa donde pude imaginarme a Briggs mirando boquiabierto el teléfono.

– ¿Qué eres, una chiflada? -dijo finalmente.

– Ahora, ¿dónde quedá esa fábrica? -Pregunté a Briggs.

– Está en un complejo industrial fuera de la Ruta 1. No vas a fastidiarme este trabajo, ¿verdad? es un trabajo de ensueño. La paga es buena y el tipo que me contrató me dijo que los inodoros son todos hechos para personas pequeñas. No tendré que subirme en un taburete para orinar.

– No voy a fastidiártelo. ¿Cuál es la dirección?

– No te la diré. No quiero perder el trabajo. -Y colgó.

Miré a Diesel.

– Cuando el coche delante de nosotros se detenga y Briggs salga, quiero que lo atropelles.

– En serio me gustaría hacerlo, pero entonces tal vez estaría muerto y no podríamos seguirlo al trabajo mañana.

Eché un vistazo a la bolsa casi vacía de comida colocada entre mis pies, y tuve una idea.

– ¿Qué hace Elaine con todas sus galletas? -Pregunté a Diesel.

– ¿Es una pregunta capciosa?

– Ella dijo que horneaba galletas todos los días. Montones de galletas, si la cantidad de ayer fue algún indicador. ¿Entonces qué hace con ellas? No tienen familia en el área. Sandy no estaba en casa. ¿Se las come todas ella misma?

– Tal vez las regala.

– Gira, -dije-. Vuelve al lugar de empleo.

Nos tomó menos de cinco minutos regresar a la entrada principal de la oficina.

– Espérame aquí, -dije-. Sólo estaré un minuto. -Salté del coche, crucé la calle y entré en la oficina. Todavía estaba a reventar con personas pequeñas pero ahora todos llevaban puestas orejas falsas de elfo. Estaba a aproximadamente tres metros de los falsos elfos cuando me percaté que el cuarto se había quedado completamente silencioso.

– Hola, -dije alegremente-. Vi el letrero en la ventana, y me gustaría solicitar un puesto de trabajo.

– Eres demasiado grande, -dijo alguien detrás mío-. Estos empleos son para elfos.

– Eso no es justo, -dije-. Lo podría reportar por discriminación de altura. -No estaba exactamente segura de quién era responsable por la discriminación de altura, pero me pareció que debería haber alguna agencia en alguna parte que se ocupara del asunto. Quiero decir, ¿dónde están los resguardos para las masas? ¿Dónde están las defensas para las personas comunes?

– No queremos a los de su clase aquí, -dijo alguien más-. Salga.

– ¿Mi clase?

– Grande y estúpida.

– ¡Oye! Escúchame, pequeño…

Una galleta apareció volando por el aire y me golpeó detrás de la cabeza. Miré hacia abajo la galleta. ¡Pan de jengibre!

– ¿De dónde vino esa galleta? -Pregunté-. ¿Tienes más? ¿La hermana de Sandy, Elaine, la hizo?

– ¡Agárrenla! -gritó alguien, y fui golpeada con una andanada de galletas. Venían de todas partes. Pan de jengibre, mantequilla de maní, masa de chocolate. Los elfos estaban enloquecidos, gritando y pululando alrededor mío. Fui golpeada en la frente con una helada galleta de mantequilla, y alguien me mordió detrás de la pierna. Tenía elfos colgando como garrapatas en un perro.

Sentí que Diesel surgía rápidamente desde atrás. Me abrazó, sosteniéndome apretada contra él, y me arrastró de allí con mis pies a dos pulgadas del suelo. Sacaba elfos a patadas del camino mientras avanzaba, en ocasiones agarrando a uno por la camisa y lanzándolo a través del cuarto. Llegó a la acera, cerró la puerta de golpe, e hizo su cosa mágica en la cerradura, atrapando a los elfos dentro.

Un pequeño elfo con la cara retorcida de furia se apretaba contra las grandes ventanas de cristal, fulminándonos con la mirada, gritando amenazas de elfo, con su regordete y pequeño dedo del medio de elfo extendido. Dentro, el cuarto era una ruina. Las mesas y las sillas volcadas, y galletas destrozadas por todas partes.

Diesel me bajó, me tomó de la mano, y me jaló hacia el coche.

– ¿Qué diablos pasó? -preguntó-. Nunca he visto nada como eso. Un cuarto entero llenó de gente pequeña enfurecida. Fue jodidamente aterrador.

– Creo que eran elfos. ¿Viste sus orejas?

– Sus orejas eran falsas, -dijo Diesel.

Me deslicé en el asiento de pasajeros y dejé escapar un suspiro.

– Lo sé. Es sólo que no quiero tener que decirle a nadie que fui atacada por una horda enojada de gente pequeña. Una multitud de elfos enojados suena mejor, en cierta forma.

Un elfo falso se abrió paso por la fuerza por la puerta de vidrio laminado con un hacha de incendios, y Diesel aceleró.

– ¿Viste las galletas? -Le pregunté-. Se veían igual a las galletas de Elaine.

– Cariño, todas las galletas se parecen.

– Sí, pero podrían haber sido las galletas de Elaine.

Mi teléfono celular sonó.

– Estoy en el centro comercial, -dijo Valerie-, y necesito ayuda. No puedo recordar todo lo que estaba en la lista de Mary Alice. Le conseguí la Barbie, la televisión, el juego, y los patines de hielo. Tengo el tren y la computadora en casa. ¿Recuerdas qué más quería?

– ¿Cómo vas a pagarlo todo?

– MasterCard.

– Te tomará cinco años.

– No me importa. Es Navidad. Tienes que hacer estas cosas en Navidad.

Ah sí. Seguía olvidándolo.

– Mary Alice tenía cerca de cincuenta cosas en aquella lista. Lo único que recuerdo es el poni.

– Oh Dios, -gritó Valerie-. ¡El poni! ¿Cómo pude olvidar el poni?

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[8] Maderamen: Conjunto de maderas que se emplean en una obra. (N. de la T.)