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– Val, no puedes comprarle un poni. No estamos en la Pequeña Casa en la Pradera. Vivimos en Trenton. Los niños en Trenton no tienen ponis.

– Pero quiere uno. Me odiará si no le compro un poni. Arruinará su Navidad.

Madre mía, realmente me alegré de tener un hámster. Yo planeaba darle a Rex una pasa para Navidad.

Colgué a Valerie, y giré hacia Diesel.

– ¿Tienes algún niño?

– No.

– ¿Cómo te sientes respecto a los niños?

– De la misma forma en que me siento sobre los elfos falsos. Pienso que son lindos desde lejos.

– Suponte que quisieras tener niños… ¿podrías reproducirte?

Diesel me examinó.

– ¿Sí podría reproducirme? Sí, supongo que podría. -Sacudió la cabeza-. Tengo que decirlo, nunca más voy a dejar que alguien me haga caer en ninguna parte. Es demasiado extraño. No que fuera mi idea en primer lugar. -Él alcanzó a través de mí, la bolsa que mi madre nos dio, y encontró una niña brownie sobrante-. Por lo general las mujeres me piden que les compre una cerveza. Tú no. Tú me preguntas si puedo reproducirme.

– Dobla en Clinton, -le dije-. Quiero tener otra charla con Elaine.

Era media tarde y estaba extrañamente nebuloso mientras Diesel conducía por la calle Grapes. Nubes oscuras se arremolinaban en el cielo, y una luz verde misteriosa las traspasaba. El aire se sentía pesado y siniestramente cargado. Era un aire de fin de mundo.

Las luces estaban encendidas en las casas, y Elaine tenía las luces del techo iluminadas, parpadeando los saludos de la temporada. Diesel se estacionó delante de la casa, y ambos salimos. El viento se había levantado, incliné mi barbilla y caminé cabeza abajo al pórtico delantero de Sandy Claws.

– Estoy muy ocupada, -dijo Elaine cuando abrió la puerta.

Diesel se coló, y entró en la casa.

– Huele como sí todavía horneara galletas.

Elaine siguió a Diesel a la cocina, medio corriendo para mantenerse al ritmo de las zancadas de Diesel.

– Torta de nueces para mañana, -dijo-. Y galletas grandes con M amp;Ms.

– Tengo curiosidad, -dijo Diesel-. ¿Quién se come todas estas galletas?

– Los elfos, por supuesto.

Diesel y yo intercambiamos miradas.

– No son elfos de verdad, -dijo Elaine-. A Sandy sólo le gusta llamarlos así. Sus pequeños elfos. Sandy es tan inteligente. Tiene todo un plan establecido para vender juguetes. Es debido a su nombre, Sandy Claws. ¿Ha notado que suena como a Santa Claus?

– ¿Cuántos elfos alimenta usted? -preguntó Diesel a Elaine.

– Buen Dios, no sé, pero deben haber muchos. Hago docenas de galletas todos los días.

– ¿Y dónde van?

– No sé, exactamente. Lester pasa y las recoge. Lester es el encargado de producción de Sandy.

– ¿Más o menos de metro y medio? ¿Pelo cano, delgado y anteojos con bordes oscuros? -preguntó Diesel.

– Sí. Ese es él, -dijo Elaine.

El tipo que entrevistaba a los elfos.

– No quiero ser grosera, -dijo Elaine-, pero van a tener que marcharse ahora. Tengo que terminar mi cocción.

– No se opone si miro alrededor, ¿verdad? -preguntó Diesel.

Elaine nerviosamente estrujó su delantal.

– No veo por qué querría hacerlo. Sandy no está aquí.

Diesel abrió la puerta de un pequeño aseo en el piso inferior y miró dentro.

– ¿Está segura que no sabe dónde está Sandy?

– ¡Deténgase! -dijo Elaine-. Deje de fisgonear en mi casa. Voy a llamar a la policía.

– Tenemos el derecho legal de registrar esta casa, -dijo Diesel-. ¿No es correcto, Steph?

– Sí. Recibimos ese derecho cuando su hermano firmó su acuerdo de fianza.

– Todo esto es tan tonto, -dijo Elaine-. Todo por un par de herramientas eléctricas y algo de pintura. Y Sandy no habría tenido que robar nada si la tienda hubiera estado abierta. Usted no puede parar una línea de fabricación entera sólo porque se quedó sin pintura Gloria Matutina. Y todo el mundo sabe que los elfos trabajan de noche. Madre mía, Sandy tiene bastantes problemas laborales sin tener un equipo entero sentado hasta que las tiendas abran a las nueve de la mañana.

– Pensé que no eran realmente elfos.

– Elfos verdaderos, elfos falsos… ¿cuál es la diferencia? Todos ganan horas extras después de las cinco.

Diesel se apoyó contra el mostrador de la cocina, con los brazos cruzados en el pecho.

– ¿Cuándo fue la última vez que habló con Sandy?

– Me llamó a la hora de comer. -Elaine apretó los labios.

– ¿Le dijo que lo buscaba?

– Sí. -Elaine me miró y luego miró nuevamente a Diesel-. He estado tratando de ser discreta delante de la Sra. Plum.

– Demasiado tarde para eso, -dijo Diesel-. Caí en su cocina.

Elaine pareció horrorizada.

– ¿Cómo pasó eso?

Diesel levantó las palmas y se encogió de hombros.

– Tuvo que ser un esfuerzo en equipo. No soy fácil de mover.

Elaine se limpió las manos en su delantal.

– Lo siento, pero Sandy no quiere hablar con usted. Quiere que lo dejen en paz.

– Tengo curiosidad, -dijo Diesel-. ¿Por qué el nombre Sandy Claws?

Elaine tomó una bandeja de galletas del horno y las puso encima de la cocina.

– Su nombre de nacimiento es Sandor Clausen. Pensamos que era apropiado que retornara a su nombre de nacimiento ahora que está jubilado. Sandy Claws parecía un derivado natural.

– Sandor Clausen, -dijo Diesel-. No leí tan atrás en el archivo.

Espera. ¿Archivo? ¿De qué demonios hablaban? Bien, ahora de verdad estoy confundida. Claramente, Elaine y Diesel se conocen. Suena como sí ellos se hubiesen reconocido el uno al otro desde el principio, y Diesel se guardó para sí cierta información secreta. Esto me presentaba la oportunidad de practicar algo de control de ira.

– Sandor quiere hacer juguetes. Él debería poder hacer lo que quiera en su retiro, -dijo Elaine.

– A nadie le importa si hace juguetes en su retiro, -dijo Diesel-. Estoy aquí porque Ring lo siguió fuera.

La sorpresa fue obvia.

– ¡Ring!

Diesel se apartó del mostrador, tomó una galleta, y giró para marcharse.

– Tiene que persuadir a Sandor a cooperar conmigo, -dijo a Elaine-. Trato de protegerlo.

Elaine afirmó con la cabeza.

– Yo no sabía sobre Ring.

¿Ring? ¿Entendí bien? ¿Hay alguien o algo llamado Ring implicado en este lío?

No dije ni una palabra hasta que estuvimos de vuelta en el Jag. Trataba de parecer casual, pero echaba humo por dentro. Me sentía como el demonio Stephanie con los globos oculares rojos encendidos y gruñendo con boca de gárgola. Por suerte, la imagen era toda interna. O al menos esperaba que fuera toda interna.

– ¿Qué demonios fue todo eso? -Reclamé a Diesel, haciendo un esfuerzo por aplastar al demonio, permaneciendo con los ojos duros y los labios apretados, en lugar de eso.

Diesel giró en su asiento y me miró. Pensando. Haciendo silenciosas estimaciones.

– ¿Tratando de decidir qué decirme? -Pregunté, todavía clavándolo con los ojos duros.

– Sí. -Era el Sr. Serio. No sonrisas.

Lo esperé.

– Algunos seres humanos tienen la capacidad de funcionar más allá lo que se consideran limitaciones normales, -dijo Diesel finalmente-. La mayor parte de esas personas tienden a tener personalidades imprevisibles y trabajan más o menos solos, jugando con sus propias reglas. Sandor era uno de los mejores. Muy poderoso y muy bueno. Desafortunadamente, es viejo, y ha perdido su poder. Así que se ha jubilado. Por lo general los jubilados ingresan en un complejo asistido en Lakewood. Sandor lo intentó y decidió que quería marcharse.

– ¿Y Ring?

– Ring es un tipo malo. Viejo, como Sandor. La historia que me contaron es que Ring y Sandor eran los mejores amigos cuando niños. Deduzco que ambos sabían que eran diferentes, y ese era un secreto que compartían. Cuando se hicieron más viejos las diferencias en sus personalidades abrieron una brecha entre ellos. Ring usaba su poder para dominar a la gente y divertirse. Y Sandor usaba su poder sobre todo para limpiar lo que dejaba Ring. Cuando alcanzaron el poder completo a principios de sus veinte años, algunos de los pares de Ring se reunieron y le dijeron que detuviera toda actividad de súper poder.