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– Caramba, que gran sorpresa, -dijo Diesel.

Los camiones de bomberos aullaron en la distancia. Dos coches patrullas rodaron en el estacionamiento, manteniendo una distancia segura del humo y las llamas. Morelli llegó detrás del segundo coche. Salió de su camioneta y se acercó tranquilamente. Me miró, y luego miró el CRV achicharrado. Sacudió su cabeza y se le escapó un suspiro. Resignado. Su novia era un caso.

– Oí la llamada transmitiéndose en la frecuencia policial, y supe que tenías que ser tú, -dijo Morelli-. ¿Estás bien?

– Sí. Estoy bien. Me figuré que esta era la única forma en que conseguiría verte.

– Qué chistoso, -dijo Morelli. Examinó a Diesel-. ¿Tengo que preocuparme por él?

– No.

Morelli me dio un beso en la coronilla.

– Tengo que regresar al trabajo.

Diesel y yo lo miramos irse.

– Me gusta, -dijo Diesel-. Me gusta el modo en que te besa la coronilla.

– Tal vez quieras quitarte tu chaqueta, -dije a Diesel-. Humea.

* * * * *

A la mañana siguiente, Diesel estaba en el sofá, mirando la televisión, cuando salí de la ducha. Su presencia era inesperada, y tuve un breve momento de terror hasta que mi cerebro conectó los puntos entre hombre grande, no invitado en el sofá y Diesel.

– ¡Santo Dios!, -dije-. ¿Por qué no intentas usar el timbre? No esperaba encontrarme con un hombre en mi sofá.

– Suena a un problema personal, -dijo Diesel-. ¿Cuál es el plan para el día?

– No tengo plan. Pensé que tú tendrías uno.

– Mi plan es en su mayor parte seguirte de cerca. Deduzco que hubo una razón por la que caí aquí. Así es que estoy esperando a que todo se mueva.

Diablos.

– Hay algunas cosas para ti en la cocina, -dijo Diesel-. Los kerplunkers fueron rebuscados, pero te conseguí una flor de Pascua y un Árbol de Navidad. Me pareció que te debía uno.

Entré en la cocina para investigar y encontré una bonita y grande poinsetia roja en mi mostrador. Y un árbol de Navidad de metro y medio, totalmente decorado en medio del piso de la cocina. Era un alegre árbol adornado en dorado y blanco, con su base plantada en un macetero plástico envuelto en papel dorado, la parte superior perfectamente formada del árbol estaba rematada con una estrella. Era magnífico, pero vagamente familiar. Y luego recordé donde había visto el árbol. En el centro comercial Quakerbridge. Los árboles estaban alineados a lo largo de toda la planta baja del centro comercial.

– Me da miedo preguntar donde consiguiste este árbol, -dije.

Diesel apagó la televisión y entró tranquilamente en la cocina.

– Sí, algunas cosas es mejor ignorarlas.

– Es un árbol precioso. Y está todo decorado.

– Oye, lo entregué yo.

Estaba de pie allí admirando el árbol, preguntándome si podría lograr un tiempo de cárcel por ser cómplice del robo de un magnífico abeto falso, cuando Randy Briggs llamó.

– Acabo de entrar a trabajar, y algo extraño está sucediendo aquí. Tu amigo Sandy Claws apareció y envió a todos a casa. Cerró la cadena de producción entera.

– Es día de Navidad. Tal vez sólo está siendo agradable.

– No lo entiendes. Cerró de forma permanente.

– Pensé que no ibas a espiar para mí.

– Acabo de perder mi trabajo. Tú eres la única cosa entre yo y mi bienestar.

– ¿Estás todavía allí?

– Estoy en el estacionamiento. Sólo están Claws y Lester adentro.

– Voy en camino. Pégate Claws y Lester.

Colgué, agarré mi chaqueta, y bolso, y Diesel y yo corrimos a la escalera. Me detuve un momento cuando me abrí camino entre las puertas del vestíbulo y vi el lugar carbonizado en el pavimento. No más CRV. Sólo algo de asfalto chamuscado por el calor y un par de parches de hielo donde el agua se había congelado.

Diesel me agarró por la manga y me tiró hacia adelante.

– Era un coche, -dijo-. Puede sustituirse.

Me até el cinturón en el Jag.

– No es tan simple. Eso lleva tiempo y dinero. Y luego está el seguro. -No quise ni siquiera pensar en el seguro. Yo era un chasco para los seguros.

Diesel salió volando, dirigiéndose hacia la Ruta 1.

– No hay problema. ¿Qué tipo de coche quieres? ¿Otro CRV? ¿Una camioneta? ¿O un [16]Z3? Yo podría verte en un Z3.

– ¡No! Adquiriré mi propio coche.

Diesel pasó fácilmente por una luz roja y golpeó la rampa de acceso a la Ruta 1 sur.

– Apuesto que pensaste que iba a robar un coche para ti. De hecho, te apuesto que pensaste que robé tu Árbol de Navidad.

– ¿Bien?

– Es complicado, -dijo Diesel, colándose en el carril izquierdo, pisando a fondo, viéndose demasiado tranquilo para un tipo que iba a noventa.

Cerré los ojos y traté de relajarme en mi asiento. Si yo fuera a morir carbonizada en un choque no quería verlo venir.

– Esos superpoderes que se supone que tienes… ¿incluyen manejar, verdad?

Diesel sonrió y me echó una mirada de soslayo.

– Seguro.

Maldita sea. No era una respuesta que me diera confianza.

Él tomó una esquina con los neumáticos chirriando, abrí mis ojos y estábamos en el estacionamiento de la fábrica de juguetes. Briggs todavía estaba allí. Y otros dos coches estaban estacionados cerca de la entrada del edificio.

Diesel apagó el motor y salió del coche.

– Espera aquí.

– ¡De ningún modo! -Pero mi puerta estaba asegurada. Todas las puertas del coche estaban aseguradas. Así es que me afirmé en la bocina.

Diesel giró a mitad de camino de la entrada de la fábrica y me envió un centelleo de advertencia, con los puños en las caderas. Mantuve mi mano en la bocina, y él sacudió la cabeza con incredulidad. Regresó al coche, abrió mi puerta, y me sacó.

– Sabes, eres un verdadero dolor en el culo.

– Oye, sin mí, estarías a oscuras en este caso.

Él suspiró y pasó un brazo por mis hombros.

– Cariño, estoy a oscuras contigo.

Otra puerta de coche se abrió y se cerró, y Briggs se unió a nosotros.

– Voy por si necesitas más músculo, -dijo Briggs.

– Si consigo más ayuda necesitaré un permiso para un desfile, -dijo Diesel.

El área de recepción y la oficina de cubículos delanteros estaban desiertas. Encontramos a Sandy Claws y Lester, solos, en el cuarto trasero donde se hacían los juguetes. Estaban sentados juntos en una de las estaciones de trabajo. Nos miraron cuando entramos en el cuarto, pero no se levantaron. Había un pequeño bloque de madera delante de Claws, algunas virutas, y un par de herramientas para tallar mádera. Los bordes del bloque de madera habían sido recortadas.

Nos acercamos a los dos hombres, y Diesel miró hacia abajo la madera.

– ¿Qué estás haciendo? -preguntó.

Claws sonrió y pasó su mano por la madera.

– Un juguete especial.

Diesel cabeceó como si supiera lo que había querido decir.

– ¿Has venido para llevarme? -Preguntó Claws.

Diesel sacudió la cabeza.

– No. Eres libre de hacer lo que quieras. Estoy detrás de Ring. Desafortunadamente, Ring está detrás de ti.

– Ring, -dijo Claws con un suspiro-. ¿Quién habría pensado que a él le quedaba poder?

– Me parece que su puntería es nula, -dijo Diesel.

– Cataratas. El viejo tonto no puede ver.

Diesel examinó el cuarto. Los juguetes estaban dispersos alrededor, en varias etapas de terminación.

– Cerraste la fábrica.

– Él está ahí, -dijo Claws-. Puedo sentir la electricidad en el aire. No podía arriesgarme a poner en peligro a los trabajadores, por eso los despedí.

– Nos libramos de una buena, -dijo Lester-. Pequeños vagos desagradables. Daban más problemas de lo que valían.

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[16] Z3: Modelo deportivo de un BMW. (N. de la T.)