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– ¿Los elfos? -Pregunté.

Claws hizo un sonido burlón.

– Nosotros los transportamos en furgón de Newark. Alquilé este espacio a ojos cerrados y luego averigüé que solía ser una guardería. Todo está dimensionado para niños. Pensé que sería más barato emplear a personas pequeñas que cambiar todos los servicios y fregaderos. El problema fue que conseguimos un manojo de lunáticos. La mitad de ellos realmente pretendían ser elfos. Y ya saben cuán inmanejables pueden ser.

Afirmamos con la cabeza.

– Sí, -dijimos al unisono sin entusiasmo-, los elfos son superficiales. No puedes contar con un elfo.

– ¿Qué harás ahora? -preguntó Diesel.

Claws se encogió de hombros.

– Haré el juguete especial para la ocasión. Es el qué más disfruto de cualquier forma.

– Me gustaría ponerte a ti y a Elaine en un lugar más seguro hasta que tenga a Ring bajo control, -dijo Diesel.

– Mientras Ring esté en libertad, ningún lugar es seguro, -dijo Claws.

Me aclaré la garganta y sacudí mis nudillos.

– Odio mencionar esto ahora mismo, pero se supone que tengo que detenerlo. -Metí la mano en mi bolso y saqué un par de esposas.

– ¡Santo Dios!, -dijo Briggs.

– Ese es mi trabajo, ¿recuerdas?

– Sí, pero es víspera de Navidad. Dale al tipo un respiro.

– No te pago hasta que me paguen, -dije a Briggs.

– Buen punto, -dijo Briggs-. Espósalo.

Miré a Diesel.

– Es tu trabajo, -dijo Diesel.

Miré las esposas colgando de mi mano. Este era mi último intento para el dinero de los regalos de Navidad. Y entregar a Claws era lo correcto. Él había violado la ley y no había comparecido a su audiencia en el tribunal. El problema era, que era Nochebuena, y no había ninguna garantía de que sería capaz de tramitar la fianza a Claws nuevamente y liberarlo antes de que todo estuviera cerrado por las fiestas. Pensé en su casa, reventando con galletas y espíritu Navidadeño, decorada con luces brillantes, y parpadeando felicidad al mundo.

– No puedo hacerlo, -dije-. Es Nochebuena. Elaine estaría sola con todas esas galletas.

Claws y Lester soltaron un suspiro de alivio. Briggs se vio complicado. Y Diesel me sonrió abiertamente.

– ¿Ahora qué? -Pregunté.

– Ahora le seguimos la pista a Ring, -dijo Diesel.

No tuve que mirar mi reloj para saber que era media mañana. El tiempo se me escurría. Tenía medio día para encontrar algo para Navidad. Y una cierta cantidad o todo ese tiempo sería usado cazando a Ring. Podía sentir el pánico engrosándose en mi garganta. Ni siquiera tenía los guantes que había comprado para mi papá. Se habían hecho humo con el CRV.

– Podrías gestionar la fianza, -me dijo Diesel, leyendo mis pensamientos-. Lo entenderíamos.

Antes de que yo pudiera tomar una decisión hubo un trueno, el edificio tembló, y una grieta se abrió a través del techo. Avanzamos hacia la puerta, pero fuimos interrumpidos a mitad de camino por otro estruendo. El yeso llovió desde arriba, y nos zambullimos bajo una larga y sólida mesa en una estación de trabajo. Un par de trozos grandes de techo se soltaron y se estrellaron en el suelo. Más techo siguió. La luz parpadeó, y el polvo del derrumbe formó remolinos alrededor de nosotros. La mesa había salvado nuestras vidas, pero estábamos sepultados bajo los escombros del techo.

Hicimos un recuento y concluimos que estábamos todos bien.

– Podría abrirme camino por este lío, -dijo Diesel-, pero me temo que es inestable. Tiene que ser limpiado desde lo alto.

Intentamos con nuestros teléfonos celulares, pero no teníamos cobertura.

– No lo comprendo, -dijo Briggs-. ¿Qué fue eso? Se sintió como un terremoto, pero no tenemos terremotos en Jersey.

– Creo que fue un… fenómeno, -dije.

Nos sentamos allí por media hora, esperando el sonido de los camiones de bomberos y el equipo de emergencia.

– Nadie sabe que estamos atrapados aquí, -dijo Claws finalmente-. Estamos separados de otros negocios, por estacionamientos y carreteras. Y la mayor parte de los negocios aquí son instalaciones de almacenaje con tráfico mínimo.

– Y es posible que el techo colapsara, pero las paredes todavía están en pie, -dijo Lester-. Si alguien no mira de cerca quizás no vea el daño.

Avancé poco a poco acercándome más a Diesel. Él se sentía grande, seguro y sólido.

Él en broma me tiró un mechón de pelo.

– No estás asustada, ¿cierto? -me preguntó, sus labios pasaron rozando mi oreja

– Yo no. ¡No! Estoy fenomenal.

Mentira, mentira, jadeaba frenéticamente. Estaba asustada más allá de toda razón. Estaba atrapada bajo una tonelada de escombros con cuatro hombres y ningún cuarto de baño. Mi corazón palpitaba con un horrible ruido sordo en mi pecho, y estaba fría hasta los huesos de miedo y claustrofobia. Si salía viva posiblemente tendría unos momentos incómodos recordando el modo en que había sentido la boca de Diesel en mi oreja. Ahora mismo, trataba de impedir que mis dientes castañearan de pánico.

– Alguien tiene que ir por ayuda, -dijo Claws.

– Supongo que ese sería yo, -dijo Diesel-. No cualquier anormal.

Hubo un sonido como el de una burbuja de jabón estallando. Plink. Y ya no sentí a Diesel a mi lado.

– Mierda santa, -dijo Briggs-, ¿qué fue eso?

– Uh, no sé, -dije.

– ¿Estamos todos todavía aquí, cierto? -preguntó Briggs.

– Estoy aquí, -dije.

– No oí nada, -dijo Lester.

– Ya, yo tampoco, -dijo Briggs-. No oí nada.

Nos sentamos y esperamos en extraña quietud.

– Hola, -gritó Briggs después un rato, pero nadie contestó, y nos callamos otra vez.

No había forma de medir el tiempo en la cueva oscura como boca de lobo. Los minutos pasaban, y luego súbitamente hubo un sonido lejano. Removiendo y golpeando. Y voces amortiguadas llegaban hasta nosotros. Oímos sirenas, pero eran débiles, el sonido amortiguado por los escombros.

* * * * *

Dos horas más tarde, después de haber hecho muchos tratos con Dios, un pedazo grande del techo fue arrastrado fuera de nuestra mesa, vimos la luz del día y caras que nos miraban detenidamente. Otro trozo fue sacado, y Diesel cayó a través de la abertura.

– Creo que sólo imaginé que estabas atrapado bajo el techo con nosotros, -dijo Briggs-. En realidad estuviste fuera todo el tiempo, ¿verdad?

– Seguro, -dijo Diesel, llegando hasta mi.

Él me alzó, una pareja de bomberos me tiraron a través del agujero, y subí reanimada. Briggs vino después, en seguida Lester, luego Claws, y finalmente surgió Diesel.

Más o menos todo el techo había colapsado, pero como Lester había indicado, las paredes todavía estaban en pie. El estacionamiento estaba lleno de vehículos de emergencia y de curiosos. Me detuve en el estacionamiento, sacudí mi cabeza y el polvo de yeso salió volando. Mi ropa estaba apelmazada con él, y todavía podía probar el polvo al fondo de mi garganta.

Miré a Claws y me di cuenta por primera vez que había llevado con él su juguete inconcluso cuando el edificio había comenzado a desplomarse. Él lo tenía acunado en su brazo, sostenido cerca del pecho. Era un bloque pequeño de madera, medio esculpido, cubierto de polvo, igual que el resto de nosotros. Era demasiado pronto para poder distinguir que tipo de juguete estaba haciendo. Lo miré deslizarse más allá de la primera línea de trabajadores de rescate y silenciosamente entrar en su coche y marcharse. Un movimiento inteligente, ya que era buscado por no comparecer en el tribunal.

Miré alrededor del estacionamiento. Y luego examiné el cielo.

– Él no está aquí, -me dijo Diesel-. No se queda por ahí después de que golpea.

– ¿A qué se parece? -En mi mente visualizaba al [17]Trasgo Verde.

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[17] Trasgo Verde: Súper villano enemigo del Hombre Araña, se viste con un traje verde chillón pareciendo un trasgo y usa un arsenal de armas de alta tecnología. (N. de la T.)