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– Estoy… emocionado, -dijo-. P-p-por conocer a tu familia. -Zzzt.

Se veía que Ring tenía un problema de control. Se le escapaba la electricidad. Y él parecía tan incómodo con su situación como lo estaba yo.

– Bien, -dijo, forzando una sonrisa-, esta es una familia divirtiéndose típicamente en Navidad, ¿verdad? -Zzzzt. Se limpió una gota de sudor de su frente. Zzzt. Zzzt-. Y es un Árbol de Navidad precioso.

– Pagué quince dólares por él, -dijo mi padre.

Zzzt.

Al árbol le quedaban aproximadamente doce agujas y era yesca seca. Mi padre diligentemente lo regaba todos los días, pero este árbol murió en julio.

Ring extendó la mano, tocó fugazmente el árbol, y ardió en llamas.

– Mierda santa, -chilló Kloughn-. Fuego. ¡Fuego! Saquen a los niños de la casa. Saquen al perro. Saquen el jamón.

El fuego se extendió por el algodón envuelto alrededor de la base del árbol y luego a los regalos. Una veta de fuego subió a toda velocidad por una cortina cercana.

– Llamen al 911, -dijo mi madre-. Llamen a la compañía de bomberos. ¡Frank, trae el extintor de la cocina!

Mi papá se volvió hacia la cocina, pero Morelli ya tenía el extinguidor en la mano. Momentos después, estabamos parados aturdidos, boquiabiertos, contemplando el lío. El árbol había desaparecido. Los regalos se habían esfumado. La cortina estaba hecha jirones.

John Ring se había ido.

Y Diesel no había vuelto.

Hubo una serie de fuertes explosiones afuera y por la ventana vimos el cielo iluminarse, brillante como el día. Y luego todo quedó oscuro y tranquilo.

– ¡Vaya!, -dijo mi papá.

La Abuela miró alrededor.

– ¿Dónde está John? ¿Dónde está mi studmuffin?

– Querrá decir [21]Sparky, -dijo Kloughn-. ¿Entiende? ¿Sparky?

– Parece que se marchó, -dije.

– Hunh, como todo hombre, -dijo la Abuela-. Incendia tu Árbol de Navidad y luego se para y se va.

Morelli puso el extintor a un lado y torció su brazo alrededor de mi cuello.

– ¿Hay algo que quieras decirme?

– No lo creo.

– No vi nada de esto, -dijo Morelli-. No vi las chispas desprendiéndose de su cabeza. Y no le vi incendiar el árbol

– Yo tampoco, -le dije-. No vi nada, en absoluto.

Todos nos quedamos parados allí algunos momentos más sin decir nada. No hubo palabras. Sólo conmoción. Y tal vez algo de negación.

Una voz baja, y soñolienta rompió el silencio.

– ¿Qué pasó? -preguntó Mary Alice.

Estaba en la escalera en pijama. Angie estaba detrás de ella.

– Tuvimos un incendio, -dijo mi mamá.

Mary Alice y Angie se acercaron al árbol. Mary Alice estudió las cajas carbonizadas. Alzó la vista hacia mi mamá.

– ¿Eran los regalos de la familia?

– Sí.

Mary Alice estaba seria. Pensaba. Miró a Angie. Y ella miró a la Abuela.

– Está bien, -dijo finalmente-, porque lamentaría que los regalos de Santa se hubiesen quemado. -Mary Alice se subió al sofá y se sentó con las manos dobladas en su regazo-. Voy a esperar a Santa, -dijo.

– Pensé que no creías en Santa, -dijo la Abuela.

– Diesel dijo que es importante creer en las cosas que te hacen feliz. Él estuvo en mi cuarto justo ahora, y me dijo que se marchaba, pero que Santa Claus vendría a visitarnos esta noche.

– ¿Tenía un caballo con él? -preguntó la Abuela-. ¿O un reno?

Mary Alice sacudió su cabeza.

– Solamente Diesel.

Angie se subió al lado de Mary Alice.

– Esperaré, también.

– Deberíamos limpiar este lío, -dijo la Abuela.

– Mañana, -le dijo mi madre, llevando una silla del comedor a la sala de estar, sentándose frente a Mary Alice y Angie-. Voy a esperar a Santa.

Así que nos sentamos y esperamos a Santa. Pusimos la televisión pero realmente no la miramos. Esperábamos escuchar pasos en el techo. Esperábamos entrever a un reno volando por delante de la ventana. Esperando que ocurriera algo mágico.

El reloj tocó las doce y oí que llegaban coches y se abrían y cerraban puertas. Y oí voces, acallando un animado balbuceo. Hubo un golpe en la puerta principal y nos levantamos de un salto. Abrí la puerta y no me sorprendió demasiado ver a Sandy Claws. Él estaba vestido con un elegante traje rojo con una corbata roja de Navidad. Sostenía una caja, toda envuelta en papel brillante y atada con una cinta dorada. Detrás de él se retorcía una legión de elfos. ¿(Quién era yo para decir si eran falsos o verdaderos?) Todos portando regalos. Randy Briggs estaba entre ellos.

– Diesel me dijo que necesitabas un poco de ayuda con la Navidad, -me dijo Claws.

– ¿Está bien?

– Está perfecto. Diesel siempre está bien. Devolvió a Ring a Casa.

– ¿Cómo pudo hacerlo? ¿Cómo pudo sortear la energía?

– Diesel tiene formas.

– Apuesto que los acosan, ¿cierto? -dijo Kloughn a un par de elfos-. Apuesto que podrían aprovechar a un buen abogado. Permítanme darles mi tarjeta.

Mi madre se lanzó a la cocina y volvió con bandejas de galletas y pastel de frutas. Mi padre sacó algunas cervezas. La Abuela observó a Claws.

– Él es una monada, -me dijo-. ¿Sabes si está ocupado?

La fiesta duró hasta que todos los regalos fueron abiertos, la última galleta comida, y la última cerveza bebida. Los elfos se despidieron y volvieron a sus coches. Sandy Claws y Briggs se quedaron con una última caja. Era la caja con la cinta dorada, y Claws se la dio a Mary Alice.

– Lo hice yo mismo, -dijo-. Sólo para ti. Guárdalo siempre. Es un regalo especial para una persona muy especial.

Mary Alice abrió la caja y miró dentro.

– Es hermoso, -dijo.

Era un caballo. Tallado en madera de cereza.

Mary Alice lo sostuvo en su mano.

– Está tibio, -dijo.

Toqué al caballo. Se sentía frío a mi contacto. Levanté las cejas en pregunta a Sandor.

– Un presente especial para una persona especial, -me dijo él.

– ¿Una persona especial con habilidades especiales?

Él sonrió.

– Hay signos.

Le devolví la sonrisa.

– La veré en el tribunal, -dijo él.

* * * * *

Desperté al amanecer y suavemente me aparté de Morelli. Crucé mi apartamento a oscuras hasta la cocina. El árbol del centro comercial estaba encendido con brillantes luces diminutas, y Diesel estaba apoyado contra el mostrador.

– ¿Es un adiós? -Le pregunté.

– Hasta la próxima vez. -Tomó mi mano y besó mi palma-. Fue una buena Navidad, -dijo-. Te veré por ahí, bonita.

– Te veré por ahí, -dije, pero él ya se había ido.

Y él estaba totalmente en lo cierto, pensé. Fue una Navidad muy buena.

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[21] Sparky: Chispita. (N. de la T.)