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Diesel tomó el café de vuelta y lo bebió.

– Levántate y brilla, bonita. Tenemos cosas que hacer. Necesitamos encontrar a Sandy Claws.

– Sé por qué yo necesito encontrar a Sandy Claws. No sé por qué tú tienes que encontrar a Sandy Claws.

– Sólo estoy siendo un tipo bueno. Pensé en volver y echarte una mano.

– Uh-hunh.

– ¿Vas a levantarte, o qué? -dijo.

– No me levantaré contigo parado allí. Y no me ducharé contigo en mi apartamento, tampoco. Sal y espérame en el pasillo.

Él sacudió su cabeza.

– Eres tan desconfíada.

– ¡Vete!

Esperé hasta que oí la puerta principal abrirse y cerrrarse y luego salí de la cama y me arrastré a la sala de estar. Vacía. Caminé suavemente con los pies descalzos hacia la puerta principal, la abrí, y miré fuera. Diesel estaba afirmado contra la pared de enfrente, con los brazos cruzados en el pecho, pareciendo aburrido.

– Sólo comprobaba, -dije-. No vas a aparecerte de improviso en mi cuarto de baño cuando esté allí, ¿verdad?

– No.

– ¿Lo prometes?

– Cariño, no necesito una impresión tan mala.

Cerré y aseguré la puerta, entré corriendo en el cuarto de baño, tomé la ducha más rápida en la historia de los Plum, me precipité de regreso a mi dormitorio, y me vestí con mi uniforme habitual de vaqueros, botas, y camiseta. Rellené el tubo de agua de Rex y le di unos bocados de hámster, una pasa, y un diente de maíz para el desayuno. Él salió precipitadamente de su lata de sopa, se metió la pasa y el maíz en su carrillo, y regresó a su lata.

Había tenido una idea brillante mientras estaba en la ducha. Conocía a un tipo que podría ayudarme a encontrar a Claws. Su nombre era Randy Briggs. Briggs no era un elfo, pero sólo medía 90 cm. Tal vez fuera algo bueno.

Hojeé mi libreta de direcciones y encontré el número de teléfono de Briggs. Briggs era un experto en computadoras autónomo. Por lo general trabajaba en casa. Y por lo general necesitaba dinero.

– Oye, -le dije-. Tengo un trabajo para ti. Necesito a un elfo encubierto.

– No soy un elfo.

– Ya, pero eres bajo.

– Cristo, -dijo Briggs. Y colgó.

Tal vez era mejor hablar con Briggs en persona. Desgraciadamente, ahora tenía un dilema. Pensé que había una posibilidad de que Diesel se marchase si nunca abría la puerta y lo dejaba entrar. El problema era, que tenía que salir.

Abrí la puerta y miré a Diesel.

– Sí, todavía estoy aquí, -dijo.

– Tengo ir a un lado.

– No bromees.

– Sola.

– Es la cosa sobrenatural, ¿no? Es porque todavía no has andado con uno raro, ¿cierto?

– Un…

Él lanzó un brazo alrededor de mis hombros.

– Apuesto que piensas que el Hombre araña es un tipo realmente lindo. Apuesto que piensas que sería divertido ser amiga de un tipo así.

– Tal vez…

– Entonces sólo finge que soy Spidey.

Lo miré de lado.

– ¿Eres Spidey?

– No. Él es mucho más bajo.

Agarré mi bolso y mis llaves y me puse mi chaqueta forrada de lana. Cerré con llave mi puerta principal y tomé la escalera hacia el estacionamiento.

Diesel estaba justo detrás mío.

– Podemos tomar mi coche, -dijo él.

– ¿Tienes coche?

Había un Jaguar negro estacionado a unos pies de la entrada trasera a mi edificio de apartamentos. Diesel emitió un pip y el Jag se abrió con el remoto.

– ¡Vaya!, -dije-, lo haces bien para ser un extraterrestre.

– No soy un extraterrestre.

– Sí, me sigues diciendo eso, pero no sé como más llamarte.

– Llámame Diesel.

Me metí en el asiento de pasajeros y me abroché el cinturón.

– ¿No es robado, verdad?

Diesel me miró y sonrió.

Maldición.

– Vamos a los Apartamentos Cloverleaf en Grand. Está cerca de una milla de aquí, por Hamilton.

El edificio de apartamentos Cloverleaf se parecía mucho al mío. Era un cubo de ladrillo grande y estrictamente utilitario. Tres pisos. Un entrada delantera y una trasera. El estacionamiento en la parte trasera.

Randy Briggs vivía en el segundo piso. Lo había conocido un tiempo atrás en un contexto profesional. Él había sido acusado de llevar un arma oculta y no había comparecido a su vista en el tribunal. Lo había arrastrado pateando y gritando de vuelta al sistema. El cargo realmente había sido una conclusión falsa, y Briggs fue por último liberado sin condena.

– ¿Y por qué hacemos esto? -preguntó Diesel, subiendo la escalera al primer piso.

– Había un anuncio clasificado en el periódico para fabricantes de juguetes. Cuando llamé y pregunté por Sandy Claws me cortaron.

– Y en tu mente, eso indica que Claws forma parte de la operación de fabricantes de juguetes.

– Creo que es sospechoso y justifica una investigación adicional. Le pediré a este tipo que conozco que me ayude infiltrándose en la operación.

– ¿Es un fabricante de juguetes?

– No. Tiene otros talentos.

Estábamos en el hueco de la escalera y de repente quedamos sumergidos en la oscuridad total. Sentí a Diesel acercándose más, y sentí que colocaba su mano protectoramente en mi cintura.

– Es un apagón de electricidad, -dije-. Morelli me dijo que ocurría por todo Trenton.

– Grandioso, -dijo Diesel-. Justo lo que necesito. Apagones de corriente.

– No un asunto tan grande, -le dije-. Morelli dijo que duran el tiempo suficiente para enredar el tráfico y luego desaparece.

– Bonita, es un asunto mucho más grande de lo que posiblemente podrías sospechar.

No tuve ni idea de lo que él quiso decir con eso, pero no sonó bien. Estaba a punto de preguntarle cuando las luces se encendieron, y subimos el resto de la escalera al segundo piso. Golpeé en la puerta 2B y no hubo respuesta. Puse mi oído en la puerta y escuché.

– ¿Oyes algo? -preguntó Diesel.

– La televisión.

Golpeé otra vez.

– Abre la puerta, Randy. Sé que estás allí.

– Márchate, -gritó Randy-. Estoy trabajando.

– No estás trabajando. Estás mirando la televisión. -La puerta se abrió de un tirón, y Randy me fulminó con la mirada.

– ¿Qué?

Diesel miró hacia abajo a Randy.

– Eres un enano.

– Y una mierda, Sherlock, -dijo Randy-. Y, sólo para que conste, enano ya no es políticamente correcto.

– ¿Entonces, cómo te gusta? -preguntó Diesel-. ¿Algo como pequeño ciudadano?

Randy sostenía un cucharón, y golpeó a Diesel en la rodilla con él.

– No te metas conmigo, sabelotodo.

Diesel se agachó, agarró a Briggs por el frente de su camisa, y lo levantó 90 cm. del suelo, así quedaron al mismo nivel de visión.

– Necesitas tener sentido del humor, -dijo Diesel-. Y soltar el cucharón.

El cucharón se deslizó por los dedos de Randy y golpeteó en el suelo de parquet.

– Entonces sí no quieres ser llamado pequeño ciudadano, -dijo Diesel-. ¿Cómo quieres que te llamen?

– Soy una persona pequeña -dijo Randy, con los pies colgando en el aire.

Diesel sonrió abiertamente a Randy.

– ¿Persona pequeña? ¿Es lo mejor que puedes imaginar?

Diesel dejó a Randy en el suelo, y Randy se dio una sacudida, pareciéndose mucho a un ave acomodándose las plumas.

– Bueno, -dije-, ahora que resolvimos esto…

Briggs me miró.

– Aquí viene.

– ¿Te he pedido alguna vez un favor?

– Sí.

– Bien, pero te salvé la vida.

– ¡Mi vida no habría estado en peligro en primer lugar si no fuera por ti!

– Todo lo que quiero es que te hagas pasar por un elfo.

Diesel soltó un bufido.

Lo corté con la mirada, y aplastó la risa bajo una sonrisa.

– No soy un elfo, -dijo Briggs-. ¿Tengo las orejas en punta? No. ¿Llevo puestos zapatos curvados al final? No. ¿Disfruto de esta humillación? No, no, y no.