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– En cierto modo.

Madison terminó la tostada. Tal y como Tanner le había prometido, se encontraba mucho mejor después de comer. Y además Tanner estaba intentando arreglar las cosas entre ellos. Se sentía mal por lo que había hecho. Y aunque eso no evitaba que Madison se sintiera mentalmente violada, oírle hablar de su pasado la ayudaba a humanizarlo. Le gustaba saber que tenía sus debilidades, como todo el mundo.

– El poder implica también responsabilidad -le dijo-. Pero tú me has atado a una silla y me has drogado.

– No puedo justificar lo que he hecho -respondió Tanner con voz queda-. Lo único que puedo hacer es disculparme y ofrecerte la posibilidad de que venga otro de mis hombres a quedarse contigo.

Madison no se esperaba algo así. Los sentimientos bullían en su interior sin que ella terminara de comprenderlos muy bien. Tenía unas ganas casi incontenibles de pedirle que se quedara.

– ¿Por qué ibas a hacer una cosa así?

– Porque es evidente que no estás cómoda conmigo y no quiero que te sientas peor.

– Yo creía que no te importaba. Que creías que todo era una actuación.

– Eso era antes de conocerte.

¿Qué querría decir con eso? ¿ Que había cambiado de opinión?

– Quiero que mi padre esté protegido. No me importa que haya motivos para hacerlo o no. Quiero estar segura de que Christopher no intenta nada.

– De acuerdo.

Así, sin más. Madison lo miró atentamente. Había sombras en sus ojos que no había visto antes. Sentía su culpabilidad, la vergüenza que lo embargaba por lo que le había hecho. Cuando Christopher le hacía daño, lo único que experimentaba su ex marido era una gran satisfacción.

– Si pudieras dar marcha atrás en el tiempo… -comenzó a decir.

– Lo haría todo de manera completamente diferente -confesó Tanner-. Nunca había hecho nada parecido. Odio lo que te he hecho.

Madison lo creyó. Quizá fuera una postura estúpida o demasiado arriesgada, pero lo creía. Y tenía que saber lo que había pasado.

– ¿De qué he hablado?

– De tu madre.

– ¿Te he dicho que estaba loca?

– Me has contado que se iba de casa para descansar. Me has dicho que te daba miedo ser como ella y al final, terminar suicidándote.

Le había confesado todos sus secretos, pensó Madison con tristeza.

– ¿No podías haberte limitado a preguntar por mi vida sexual? -preguntó con una ligereza que no sentía en absoluto.

Tanner alargó la mano para tomar la suya, ofreciéndole consuelo. Y Madison se sorprendió aceptándola. Después de todo lo que había pasado, debería tenerle miedo. Pero al parecer no era así.

– Tú no estás loca -le dijo Tanner mirándola a los ojos-. Eres una mujer sana y cuerda. Y además, eres fuerte. Tu ex marido te secuestró y te tuvo retenida durante doce días y no te has derrumbado. Cuando te rescaté, conseguiste convencerme de que te ayudara, y te aseguro que no soy una persona fácil. Estás hecha de acero, Madison. Pase lo que pase, Christopher no va a poder hundirte. Creo que lo sabe y eso lo asusta.

Madison no sabía qué decir. Curiosamente, tenía unas ganas locas de llorar, de arrojarse a los brazos de Tanner y pedirle que la abrazara. Pero no hizo ninguna de esas cosas.

– Desde luego, sabes cómo halagar a una chica.

– Estoy hablando en serio. Te respeto, Madison.

Procediendo de él, era todo un elogio.

– Te lo agradezco. Yo… -apartó la mano-. Sé por qué lo has hecho -dijo, bajando la voz-. Estabas enfadado por la muerte de Kelly. Querías castigar a alguien y yo era la persona que estaba más cerca.

– La culpa no ha sido tuya. Madison, tú eres completamente inocente. Tú no pediste que te secuestraran y no hiciste nada que pudiera entorpecer mis planes. Si hay algún culpable, soy yo. Fui yo el que envió a Kelly a esa misión -tomó aire-. Tienes razón, estaba furioso. Kelly era un gran chico y tenía toda la vida por delante. Yo necesitaba arremeter contra alguien y ahí estabas tú. Lo siento. No sabes lo mucho que me arrepiento de lo que he hecho.

– Lo sé.

Lo creía porque sentía su dolor. Y porque sabía que era un buen hombre.

– Gracias -musitó Tanner.

Fue entonces ella la que alargó la mano hacia él para posarla en su brazo.

– ¿Y no se te ha ocurrido pensar que quizá ninguno de los dos seamos culpables de la muerte de Kelly? -le preguntó-. ¿No crees que los culpables de esa muerte son la persona que apretó el gatillo y Christopher por haberla contratado?

– Tienes razón.

Madison no creía que lo hubiera convencido, pero quizá pudiera considerar aquella posibilidad.

– En cualquier caso, no tienes por qué marcharte.

– ¿Estás segura? -preguntó Tanner mirándola fijamente.

– ¿Piensas volver a drogarme?

– No bromees con eso.

– No estoy bromeando.

– Entonces la respuesta es no, no volveré a hacerlo otra vez.

Algo había cambiado entre ellos. Madison no podía explicar lo que era y ni siquiera estaba segura de comprenderlo. Quizá fuera el que Tanner se sintiera culpable. O quizá sólo fuera que Madison realmente creía que la consideraba una mujer fuerte. Quizá fuera que ambos habían sacado a la luz sus sentimientos y eso los había unido. De alguna manera, Madison tenía la sensación de que no conocía a nadie tan bien como a Tanner.

– Puedes quedarte -le dijo. Y lo decía sinceramente.

Capítulo 10

Madison se sorprendió al ver lo bien que se encontraba a la mañana siguiente. Se despertó sintiéndose animada y esperanzada. Quizá fuera porque sabía que Tanner estaba de su lado. No querría tenerlo como enemigo, pero como aliado, tenía un valor incalculable.

Se duchó, se vistió y salió del dormitorio. El olor del café la llevó hasta la cocina. La jarra estaba llena y había un cuenco lleno de fresas en el mostrador. Después de servirse una taza de café y agarrar un puñado de fresas, se acercó a la sala de control, donde encontró a Tanner sentado frente al ordenador.

Desde donde ella estaba, tenía una clara visión del perfil de su rostro y de la determinación de su barbilla. De los músculos que se recortaban contra la camiseta y de la firmeza de sus labios.

– ¿Cuánto tiempo llevas ahí? -le preguntó Tanner sin apartar la mirada de la pantalla.

– No sé, supongo que unos cinco minutos.

Tanner se volvió hacia ella con una sonrisa.

– ¿Quieres acercarte?

– ¿Y qué me dices del sistema de seguridad? ¿No me ordenará volver al perímetro autorizado?

– Ahora puedes recorrer libremente toda la casa. Sólo saltará la alarma si sales fuera.

– ¿De verdad? ¿Y por qué?

– Porque confío en ti.

Aquellas palabras no deberían importarle, pero lo hicieron. Madison sabía que Tanner se sentía culpable por lo que había hecho el día anterior, pero eso no cambiaba nada entre ellos. Pero que le otorgara su confianza era diferente. Tanner no era un hombre que confiara fácilmente en los demás.

Madison avanzó hasta él mientras Tanner agarraba una silla y la acercaba a la suya.

– ¿Quieres ver lo que estoy haciendo? -le preguntó.

– Claro -se sentó a su lado y le tendió las fresas-. ¿Quieres?

– Gracias -Tanner tomó un par de fresas y se las llevó a la boca-. He recibido informes de las personas que están siguiendo a Hilliard. Han estado vigilando sus movimientos y controlando sus llamadas.

– ¿Y has averiguado ya lo que se propone?

– No. Tiene un sistema de seguridad que no nos permite escuchar todas sus llamadas y lo mismo nos ocurre con su ordenador. Sé cuándo se conecta, pero no puedo acceder a la información.

– ¿Se ha reunido con alguien que pueda resultar interesante?

– Ayer fueron a verlo varios hombres. Todavía no sabemos quiénes son, pero según el hombre que lo está vigilando, parecía muy afectado después de reunirse con ellos. Está de problemas hasta el cuello, aunque no sé qué clase de problemas. Pero lo averiguaré. Por cierto, hay leche, cereales y si quieres, puedo preparar unas tortitas.