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Cuando por fin cedió el orgasmo, Tanner la abrazó y cubrió de besos su rostro.

– Ha sido muy rápido -comentó Madison cuando recuperó la respiración.

– Sí, parece que tenías muchas ganas.

– Por lo visto, sí. Pero es extraño, porque jamás lo habría pensado. Supongo que he negado esa parte de mi existencia porque me resultaba más fácil que enfrentarme a ella.

Tanner rozó sus labios.

– ¿Y ahora?

– Ahora ya estoy preparada para el segundo asalto.

Tanner se puso de rodillas y se colocó entre sus piernas. Se inclinó ligeramente y lamió sus pezones. Primero uno y luego el otro, con una caricia tan sensual como fugaz.

– ¿Qué estás haciendo? -le preguntó.

– Empezar el segundo asalto.

– De acuerdo. ¿Y cuántos asaltos va a haber?

– Todos los que tú quieras.

Y sin más, acercó la boca hasta sus senos y succionó delicadamente. La sensación exquisita de su lengua y el roce de sus labios le hicieron aferrarse a la cama. Tanner continuó moviéndose entre sus senos hasta que Madison sintió su erección contra ella y deseó mucho más. Afortunadamente, Tanner pareció leerle el pensamiento y comenzó a descender lentamente hacia su vientre. Beso a beso, fue desplazándose hasta la tierra prometida y una vez allí, la reclamó con sus labios, exploró todos sus rincones con la lengua y se asentó al final en el íntimo botón de su feminidad, que estuvo lamiendo hasta hacerla gritar de placer.

Madison se retorcía, le suplicaba, jadeaba. El deseo la oprimía, pero no quería llegar al final. No, todavía no.

Tanner continuó lamiéndola y mordisqueándola hasta que Madison ya no fue capaz de soportarlo ni un segundo más. Cuando deslizó un dedo dentro de ella, perdió el control y se entregó completamente al placer que, ola tras ola, iba arrastrándola.

En aquella segunda ocasión, cuando Tanner intentó tumbarse a su lado, le retuvo entre sus piernas.

– Tercer asalto -le dijo Madison, y abrió el cajón de la mesilla-. Supongo que estás preparado.

En vez de contestar, Tanner alargó la mano hacia el cajón y sacó una caja de preservativos.

– ¿Esto es lo que estás buscando?

– Aja.

Tanner se puso un preservativo y la penetró poco a poco. El cuerpo de Madison iba adaptándose cómodamente a él mientras el ritmo firme de sus movimientos la hacía tensarse de anticipación. Se encendió de nuevo la chispa del deseo. A pesar de la intimidad de la situación, Madison no pudo evitar una sonrisa.

– ¿Qué pasa? -le preguntó Tanner.

– Creo que voy a llegar otra vez. Vas a pensar que soy insaciable.

– Voy a pensar que eres asombrosa.

– ¡Oh, eso me gusta!

Tanner la miró a los ojos. Madison distinguió el deseo y el placer en su mirada mientras él iba moviéndose cada vez más rápido. Todos sus sentidos se llenaron de su calor, de su aroma, de la intensidad de su deseo. Se estrechaban el uno contra el otro y palpitaban hasta que Madison se perdió completamente en medio de aquella locura y Tanner se hundió en ella por última vez y susurró su nombre.

Capítulo 14

Tanner permanecía bajo las sábanas, con Madison acurrucada a su lado.

– Eres preciosa -susurró, mirándola a los ojos.

– No estoy mal. Además, estás viéndome el lado bueno -respondió ella con una sonrisa.

Tanner la hizo darse la vuelta para poder verle la cicatriz.

– Sigues siendo preciosa.

– Gracias.

– Estoy diciendo la verdad.

– Quizás. Pero no me molesta que esta cicatriz me haga diferente.

– ¿Necesitas esa cicatriz?

Madison lo miró fijamente.

– ¿Por qué me preguntas eso?

– Porque podrías habértela quitado con cirugía plástica y has preferido no hacerlo. Tiene que haber una razón.

– Te la diré, pero entonces sabrás todos mis secretos -le dijo mientras dibujaba su boca con un dedo-. Conservo esta cicatriz para que me recuerde que no debo ser una estúpida.

– ¿Lo dices por Christopher?

– En parte -suspiró-. Cuando lo conocí, yo era todo lo que tú pensabas de mí al principio: una joven rica, inútil y mimada. Mi vida era una sucesión de fiestas. En realidad nadie esperaba nada de mí, ni siquiera yo misma. Al principio, Christopher me trató como si fuera una persona de verdad. Con él no me sentía intercambiable. Pero, por supuesto, todo era mentira.

– Y lo averiguaste. Eso tiene algún valor.

– Hizo falta que me estampara contra una puerta de cristal para darme cuenta de que no debía confiar en él. Un año atrás, cuando había empezado a convertirme en una verdadera persona y a trabajar por mí misma, Christopher hizo todo lo que pudo para sabotear esos cambios, y yo se lo permití -se llevó la mano a la cicatriz-. Esta cicatriz me recuerda dónde he estado y lo que he aprendido durante el camino.

– Pero quizá ya no necesites que nada te lo recuerde. Quizá ya hayas aprendido la lección y ese aprendizaje forme parte de lo que tú eres.

– ¿Te gustaría que me quitara la cicatriz?

Tanner se inclinó para darle un beso en los labios.

– No, me gustaría que la conservaras por decisión propia, y no para demostrarle algo a Hilliard.

– ¿Quieres decir que todavía estoy intentando desafiarlo?

– ¿A ti qué te parece?

– No lo sé. Es un punto de vista interesante -se acurrucó contra él-. ¿Y ahora podemos dormir?

– ¿Quieres dormir conmigo?

– Claro. Yo… -Madison se sentó de pronto-. Perdona, seguramente no eres de esos hombres a los que les gusta pasar la noche con una mujer. Me iré a dormir a mi cama.

Pero Tanner la agarró de la muñeca y tiró suavemente de ella.

– Me gustaría que durmieras aquí.

– Eso lo dices porque quieres ser educado.

– Si fuera así, te lo habría pedido por favor.

– Tanner, no tienes por qué hacer esto. No me importa dormir sola.

– ¿Y si a mí sí me importa dormir solo?

– ¿Un chico malo como tú? ¿De qué vas a tener miedo?

– Te sorprendería todo lo que me da miedo -le acarició el pelo y le susurró al oído-: De verdad, me gustaría que pasaras esta noche conmigo.

En realidad, sabía que acercarse demasiado a Madison no era una buena idea. Madison no necesitaba la complicación añadida de un hombre en su vida y él no era un hombre de relaciones. Y aunque estuviera deseando cambiar sus propias normas por ella, ¿qué sentido tenía? Fuera lo que fuera lo que Madison sentía en aquel momento, estaba relacionado con la situación de peligro por la que había pasado. Él la había salvado y ella estaba reaccionando a eso. Cuando todo aquello hubiera terminado y regresara a su vida normal, se preguntaría qué había visto en él.

Pero de momento, quería estar a su lado, y él estaba dispuesto a aceptar una relación en aquellos términos.

– De acuerdo -dijo Madison con un suspiro de felicidad-. Me quedaré.

Madison se despertó poco después de las diez y no se sorprendió al descubrir que estaba sola. Mientras se duchaba, estiró los músculos doloridos por aquella actividad a la que no estaba acostumbrada. Pero le doliera o no, se sentía genial.

Tanner era un hombre interesante. Tierno en la cama, pero sin dejar de ser un hombre duro. Y no había dejado de abrazarla en toda la noche.

Pero inmediatamente se dijo que aquello no significaba nada. Sólo se conocían desde hacía unos días. Aunque, en cierto sentido, tenía la sensación de que conocía a Tanner desde siempre. Había visto lo mejor y lo peor de él. Había visto sus defectos, pero sabía también que era un buen hombre y que estaría dispuesto a morir para protegerla.

Pero ninguno de ellos iba a morir, se dijo mientras salía de la ducha. Iban a ganar a Christopher y después… Mientras se secaba, se dio cuenta de une no sabía lo que ocurriría después. Evidentemente, volvería a su trabajo. Pero, ¿qué pasaría con Tanner? ¿Se alejaría de ella como si nunca hubieran estado juntos?