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– No había pensado en eso. Es un dilema interesante.

– A lo mejor, lo que deberíamos hacer es olvidarnos de quién trabaja para quién y continuar como estamos.

– No es un mal plan -posó las manos en su pecho-. Pensaba que tendríamos que esperar hasta esta noche para… ya sabes.

– ¿Y te estás arrepintiendo?

– ¿De haber decidido esperar? Por supuesto. Creo que es una idea fatal.

No tenía sentido involucrarse sentimentalmente con ella. Y Tanner sabía que cuanto más tiempo pasara a su lado, más la desearía. A una mujer como Madison sólo se la encontraba una vez en la vida, y eso si se tenía suerte. Si prolongaba su relación durante mucho más tiempo, no querría dejarla marchar.

Pero no tendría opción. Vivían en mundos opuestos; él vivía en las sombras y ella buscaba la luz. Pero en aquel extraño momento de penumbra, podían buscar consuelo en los brazos del otro.

Capítulo 15

– ¿El sanatorio es bonito? -preguntó Blaine mientras saboreaba un sorbo de vino.

– Es el lugar ideal. Tiene un enorme jardín con vistas al mar. La habitación de Madison está en una esquina -contestó Christopher sonriendo al que en otro tiempo fue su suegro-. Y allí se pondrá bien.

Blaine asintió con una mezcla de tristeza y resignación. Siempre había esperado que su hija terminara como su madre y no había sido difícil convencerlo de que era eso lo que había pasado. Debería haberlo intentado hace años, se dijo Christopher, cuando realmente podría haberla encerrado.

– Habrá sido el secuestro -dijo Christopher-. Hasta entonces estaba muy bien, pero después…

Blaine le palmeó el brazo.

– Le has sido completamente fiel. Es más de lo que muchos hombres habrían hecho. No sé en qué estaba pensando cuando te dejó.

– Madison quería ser una mujer independiente.

– Ya era suficientemente independiente cuando estaba contigo. Era libre de hacer lo que le apeteciera. Si por lo menos hubiera sabido lo mucho que te afectó… Durante algún tiempo, dudé de que fueras a ser capaz de recuperarte.

– Fue una época terrible, pero no la peor. El secuestro ha sido lo peor. Creo que no lo olvidaré mientras viva.

– Pero ahora está a salvo. Por lo menos contamos con eso -Blaine bebió otro sorbo de vino-. Si por lo menos hubiera tenido un hijo… Eso la habría ayudado a poner los pies en el suelo.

– Yo quería tener hijos, pero a Madison le daba miedo.

– Sí, quizá eso la habría llevado al límite, como le ocurrió a su madre. Quizá haya sido lo mejor.

Christopher se mostró de acuerdo. A pesar de lo que le había dicho a Blaine, él nunca había querido tener hijos. Habrían sido un obstáculo en su camino.

– ¿Sabes? -dijo de pronto Blaine-. He estado pensando en lo que me dijiste el otro día sobre la posibilidad de fusionar nuestras empresas.

Christopher intentó parece relajado. Bebió un sorbo de vino y alargó la mano hacia uno de los aperitivos que les había llevado el ama de llaves. Lo embargaba la emoción. Si Blaine estaba de acuerdo, podría anunciarlo al día siguiente por la mañana e inmediatamente comenzarían a subir las acciones.

– Dentro de unas semanas voy a anunciar mi nuevo invento -le dijo Christopher-. Tendría que ser antes de entonces.

Blaine le sonrió.

– No me habías dicho que faltaba tan poco para que terminaras con esa investigación.

Christopher sonrió en respuesta.

– Pues sí. Es un trabajo de lo más emocionante, Blaine. Apenas puedo alejarme del laboratorio. Sé que dirigir la empresa es importante, pero cuando disfruto verdaderamente es con la investigación.

– No podría estar más de acuerdo contigo. Tus padres estarían muy orgulloso de ti, hijo.

Christopher inclinó la cabeza como si fuera demasiado modesto para recibir elogios.

– Ellos esperaban grandes cosas para la empresa y yo he tratado de cumplir sus sueños. Y ahora, con este nuevo desarrollo tecnológico, por fin podré hacer lo que ellos siempre desearon.

– Eres muy duro contigo -dijo Blaine-, pero es una buena cualidad. Eso te hace trabajar más -alzó su copa de vino-. Sí, creo que ha llegado el momento. Anunciaremos la fusión de nuestras empresas. Todavía habrá que cerrar todos los detalles, pero por mí ya está cerrado el trato, ¿de acuerdo?

Christopher alzó también su copa.

– De acuerdo.

Así de fácil, pensó mientras bebía. Problema resuelto. Tendría los quince millones de Stanislav y los cinco para pagar sus deudas de juego y ya no le importaba nada no volver a ver a Madison en toda su vida.

De momento no la mataría. Por una parte, no quería que nada distrajera a Blaine y por otra, no sabía dónde estaba aquella bruja.

Esperaba que no hubiera conseguido convencer a Tanner. En realidad dudaba que hubiera podido hacerlo. Aquel hombre tenía fama de ser duro como el hielo. Era un profesional, de modo que, ¿cómo iba a convencerlo su estúpida ex mujer no sólo de que la protegiera sino de que trabajara para ella?

Christopher sabía que era él el que estaba detrás del robo del portátil, pero no le preocupaba. No tenía manera de descifrar el contenido de su ordenador. Pero lo irritaba que se hubiera atrevido a entrar en su casa para llevarse los pendientes de Madison.

Quería a Madison y quería a Keane. Tenía a dos equipos de hombres buscándolos, pero hasta entonces no habían encontrado nada. Y le habían advertido que Keane era capaz de desaparecer como el humo.

Pero los encontraría y cuando lo hiciera, encerraría a Madison de verdad. Y en cuanto estuviera finalizada la fusión, la mataría de forma que pareciera que se había suicidado.

– Siempre me ha preocupado lo que pasaría con mi empresa cuando muriera. No podía dejársela a Madison. Con la fusión, tú estarás a cargo de ella. Y así sabré también que habrá alguien cuidando siempre a Madison.

– Tienes mi palabra -dijo Christopher mientras se levantaba-. ¿Me perdonas un momento? Tengo que ir a comprobar algo relacionado con el trabajo.

Christopher salió del estudio y se metió en su despacho. Allí descolgó el teléfono y marcó un número que se sabía de memoria.

– Soy Hilliard -dijo en cuanto contestaron-. Tendré el dinero dentro de cuarenta y ocho horas.

– Muy bien -dijo Stanislav-. Y yo los dos últimos componentes. Haremos el intercambio en el lugar habitual. ¿A las siete en punto?

– Allí estaré.

Madison se estiró en el sofá y miró a través de la ventana abierta el cielo oscuro de la noche.

Después de la experiencia del secuestro y de haber pasado dos días enteros con los ojos vendados, pensaba que no soportaría volver a estar a oscuras. Y quizás hubiera sido así con cualquier otra persona, pero no con Tanner. No sólo confiaba en él, sino que le gustaba que no jugara con ella.

– ¿En qué estás pensando? -le preguntó Tanner deslizando la mano por su brazo desnudo.

– En que no juegas conmigo -respondió-. No intentas engañarme.

– Ése no es mi estilo.

Madison sonrió.

– Y me alegro. ¡Ah! Y además tampoco te interesa mi dinero.

Tanner hizo una mueca.

– Ni lo más mínimo. Además, tengo mi propio dinero.

– ¿Tanto como yo? -preguntó Madison con una sonrisa.

– Tú sólo tienes una parte de las acciones de la empresa de tu padre. ¿Cuánto valdrán?

– Unos diez millones solamente. Dinero de bolsillo.

– Sí, creo que tienes más dinero que yo.

Madison soltó una carcajada.

– No te preocupes por eso. Además, en realidad yo no tengo el dinero. Tengo las acciones, lo que significa que tengo que venderlas para poder conseguir dinero. Y también tengo el dinero que me dejó mi madre, que es de lo que vivo.

– Podrías pedirle a la fundación para la que trabajas que te pagara.

– Podría, pero no lo haré. ¿Cómo voy a aceptar un salario que no necesito cuando con ese dinero podemos operar a otro niño? En cualquier caso, me alegro de que no te interese mi dinero. Sé que era una de las cosas que más le interesaban a Christopher. Lo más curioso del caso es que, precisamente por su apellido y por el dinero que yo pensaba que él tenía, jamás se me ocurrió pensar que podía importarle mi fortuna. Cuando lo descubrí, no me lo podía creer.