Los marcianos son tan exclusivistas, pensó: no se juntan con nadie. Bueno, mejor así, además son todos jóvenes y atractivos. Cuando se retiró del grupo, la alcaldesa ni siquiera se dio cuenta.
Doreen Chang hubiera querido hablar con el capitán, pero éste efectuó una breve aparición de cortesía, bebió una copa, se disculpó ante sus anfitriones y partió.
— ¿Por qué no me concede una entrevista? — le preguntó a Kaldor, que no sufría de esa clase de inhibiciones y ya le había concedido tiempo suficiente como para cubrir varios días.
— El capitán Sirdar Bey ocupa una posición privilegiada — respondió —. A diferencia del resto de los mortales, no tiene que dar explicaciones ni ofrecer disculpas.
— Creo percibir una nota sarcástica en su voz — dijo la locutora estrella de Radiotelevisión de Thalassa.
— No fue intencional. Siento gran admiración por el capitán, e incluso acepto sus opiniones sobre mi persona... con ciertas reservas, claro. Dígame, ¿está grabando?
— No, hay demasiado ruido.
— Mire qué persona confiada soy. Podría grabarme sin que yo me diera cuenta.
— Bueno, entre nosotros, Moses: ¿que opina el capitán de usted?
— Me pide opiniones, recurre a mi experiencia, pero creo que en el fondo no me respeta demasiado. Yo sé por qué: él mismo me lo dijo. «Moses — me dijo —, a usted le gusta el poder, pero no la responsabilidad. A mi me fascinan ambos.» Fue una observación muy perspicaz, que sintetiza las diferencias entre nosotros dos.
— ¿Y usted que respondió?
— Qué podía responder, si tenía razón. La única vez que incursioné en la política sucedió... bueno, no fue un desastre, pero tampoco me gustó.
— ¿La Cruzada Kaldor?
— Con que estaba enterada. Me fastidia ese nombre. Fue otra de las discrepancias entre el capitán y yo. El pensaba, en realidad todavía piensa, que esa directiva que nos prohíbe establecer contacto con planetas donde pueda haber vida es una estupidez sentimental. Citaré otra vez al buen capitán: «Comprendo el derecho. El metaderecho es un disparate».
— Qué interesante. Algún día lo dirá ante un micrófono.
— De ninguna manera. ¿Qué es eso?
Doreen Chang era una dama insistente, pero se dio cuenta de que no era el momento.
— Una escultura de gas, la preferida de Mirissa. Me imagino que en la Tierra las conocieron.
— Por supuesto. Y ya que no está grabando, le diré que para mi eso no es arte. De todas maneras es entretenido.
Habían apagado las luces en un rincón del patio, y un grupo de huéspedes rodeaba un objeto parecido a una gran pompa de jabón, de un metro de diámetro. Al acercarse, Kaldor y Chang vieron los primeros remolinos de colores que se alzaban en el interior, como en el nacimiento de una nebuloso en espiral.
— Se llama Vida — dijo Doreen —. La familia de Mirissa lo tiene desde hace doscientos años. Pero está perdiendo gas; años atrás era mucho más nítido.
Aun así el espectáculo era impresionante. El viejo artista había dispuesto una batería de pistolas electrónicas y rayos laser para generar una serie de formas geométricas que se trasformaban lentamente en estructuras orgánicas. Las formas, cada vez más complejas, aparecían y se extendían hasta desvanecerse, y otras aparecían en su lugar. Una secuencia ingeniosa mostraba a criaturas unicelulares trepando una escalera caracol, evidentemente una representación de la molécula helicoidal del DNA. A cada paso adquirían estructuras nuevas, y en pocos minutos se mostraba la odisea de cuatro mil millones de años, de la ameba al Hombre.
Pero el artista trataba de ir más allá, y la secuencia siguiente resultó incomprensible para Kaldor. Las volutas de gas fosforescente se volvían excesivamente complejas y abstractas. Tal vez si uno veía la muestra unas cuantas veces, podría percibir sus pautas...
— ¿Y el sonido? — preguntó Doreen cuando el torbellino de colores burbujeantes se apagó —. Recuerdo que la música era muy buena, sobre todo al final.
— Tenía miedo de que alguien preguntara — sonrió Mirissa —. No hemos podido ubicar el origen del problema: puede estar en el mecanismo de audio o en el propio programa.
— Pero seguramente tendrán un equipo de repuesto
— Sí, desde luego. Pero el módulo de repuesto está en el cuarto de Kumar, enterrado bajo las piezas de su canoa. Cuando uno entra a esa covacha aprende el verdadero significado de la palabra entropía.
— No es una canoa sino un kayak — gruñó Kumar, que acababa de llegar con una belleza local colgada de cada brazo —. ¿Y qué es eso de la entropía?
Uno de los jóvenes marcianos cometió la imprudencia de querer explicárselo, volcando dos bebidas de colores diferentes en un mismo vaso. Pero en ese instante su voz quedó ahogada por la música emitida bruscamente por la escultura gaseosa.
— ¡Ahí está! — exclamó Kumar, para hacerse oír. Evidentemente estaba orgulloso. — ¡Brant sabe arreglar cualquier cosa!
¿Cualquier cosa?, pensó Loren. Me pregunto si será cierto...
17 — Cadena de mando
De: Capitán
A: Toda la tripulación
CRONOLOGÍA
Debido a la confusión reinante, considero necesario remarcar lo siguiente:
1. Los archivos y horarios de la nave se regirán por el Horario Terrestre hasta el fin del viaje. Los relojes y sistemas cronográficos de la nave seguirán en HT.
2. Las tripulaciones que desciendan al planeta se regirán por el Horario de Thalassa (HTh) cuando sea necesario, pero efectuarán sus informes en HT, colocando el HTh entre paréntesis.
3. Recordar: El día solar medio de Thalassa dura 29,4325 horas HT. El año sideral de Thalassa tiene 313,1561 días thalassianos divididos en once meses de veintiocho días. Falta el mes de enero, pero los cinco días que faltan para sumar trescientos trece vienen después del 28 de diciembre. Uno de cada seis años es bisiesto, pero no los habrá durante nuestra estadía.
4. Puesto que el día thalassiano es un veintidós por ciento más largo que el terrestre pero el número de días en el año es un catorce por ciento menor, el año thalassiano es sólo un cinco por ciento más largo que el de la Tierra.
Como ustedes se habrán dado cuenta, esto tiene sus ventajas en materia de cumpleaños. La edad cronológica en Thalassa es casi idéntica a la de la Tierra. Un thalassiano de veintiún años ha vivido tanto tiempo como un terrícola de veinte. El calendario de Thalassa comienza con el Primer Descenso, en el 3109 HT. El año en curso es el 718 HTh, o sea que han pasado 754 años terrestres.
5. Por último — y afortunadamente — en Thalassa hay un solo huso horario.
Sirdar Bey (Cmdte.) 3827.02.27.21.30 HT
718.00.02.15.00 HTh
— ¿Quién hubiera dicho que algo tan sencillo podía ser tan complicado? — rió Mirissa después de leer la hoja impresa, sujeta a la pizarra de anuncios en Terra Nova —. Me imagino que éste es uno de los célebres rayos Bey. ¿Qué clase de persona es el capitán? No he tenido mucha oportunidad de conversar con él.
— Una personalidad bastante compleja — respondió Moses Kaldor —. Creo que no hemos conversado en privado más de doce veces. Es el único hombre a bordo a quien todos llaman «señor». Siempre. Salvo, tal vez, su lugarteniente, el capitán Malina, cuando están a solas. Eso que acabas de leer no es un auténtico rayo Bey, sino sólo un informe técnico. Por la redacción yo diría que lo escribieron la oficial científica Varley y el secretario LeRoy. El capitán Bey tiene un conocimiento asombroso de los principios de la ingeniería, mucho más profundo que el mío, pero es más que nada un administrador. Y, cuando las circunstancias lo exigen, un comandante en jefe.