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Con que Moses está en la nave, pensó Loren al observar el auditorio. Hacía tiempo que no lo veía por aquí. Parece cansado... y el capitán también. Esto parece más serio de lo que había pensado.

Kaldor dio un golpe sobre su mesa para llamar al orden:

— Capitán, oficiales, compañeros de a bordo: aunque ésta es nuestra primera asamblea, todos conocen el reglamento de debates. Alcen la mano para pedir la palabra. Quien desee presentar su posición por escrito puede usar su tablero manual; se han mezclado los circuitos para garantizar el anonimato. Se ruega a todos que sean breves... Si no hay preguntas, pasamos al ítem 001.

Los neothalassianos habían agregado algunos argumentos, pero el eje de 001 seguía siendo el memorándum que había perturbado al capitán Bey dos semanas atrás; en ese período sus intentos por descubrir a los autores no habían logrado el menor fruto.

El más efectivo de los argumentos complementarios era, tal vez, el que sugería que era un deber permanecer en Thalassa; la presencia de los terrícolas era necesaria, por razones tecnológicas, culturales y genéticas. ¿No tendrán razón?, se preguntó Loren. Sea como fuere, debemos solicitar la opinión de los thalassianos. No somos imperialistas a la antigua... creo.

Trascurrido el tiempo necesario para que todos pudieran releer el memorándum, Kaldor hizo un nuevo llamado al orden:

— Nadie ha pedido la palabra para apoyar la resolución; quien lo desee podrá hacerlo más adelante, desde luego. Tiene la palabra el teniente Elgar, para argumentar en contra.

Raymond Elgar, ingeniero en comunicaciones y energía, era un joven de aspecto serio; Loren lo conocía muy poco. Tenía talento musical y decía que estaba escribiendo un poema épico sobre la travesía. Cuando le pedían que recitara algún trozo, su respuesta invariable era: «Esperen a que pase el primer año en Sagan 2.»

No era difícil deducir por qué el teniente Elgar se había ofrecido (si es que se había ofrecido) para cumplir ese papel. que cuadraba perfectamente con sus aspiraciones poéticas. Tal vez era cierto lo del poema épico.

— Capitán, compañeros de a bordo, prestadme oídos.

(Hermosa frase, pensó Loren. ¿La habrá acuñado él?)

— Creo que todos coincidimos, en nuestras mentes y corazones, que la propuesta de quedarnos en Thalassa es sumamente atractiva. Pero debemos tener en cuenta los siguientes hechos:

»Los presentes sumamos ciento sesenta y un tripulantes. ¿Qué derecho tenemos a tomar una decisión irrevocable en nombre de un millón de personas en hibernación?

»¿Y qué decir de los habitantes de Thalassa? Algunos sugieren que nuestra presencia les será provechosa. ¿Es así, realmente? Parecen muy felices con su modo de vida. Pensemos en nuestro entrenamiento, en el objetivo al que nos consagramos años atrás. ¿Quién puede imaginar que un millón de personas como nosotros podría integrarse en la sociedad de Thalassa sin sumirla en el caos?

»Además existe el problema del deber. Varias generaciones de hombres y mujeres se sacrificaron para posibilitar esta misión y brindarle así a la humanidad mayores probabilidades de sobrevivir. Lo único que nos permite evitar la catástrofe es alcanzar la mayor cantidad posible de soles. Ya hemos visto el efecto de un volcán thalassiano: ¿quién sabe lo que sucederá en los próximos siglos?

»Algunos hablan con mucha ligereza de recurrir a la ingeniería tectónica para ganarle tierra al mar, crear espacio para la nueva población. Permítanme recordarles que esa disciplina nunca llegó a ser una ciencia exacta, a pesar de miles de años de investigaciones y descubrimientos. ¡Recuerden la catástrofe de la placa de Nazca en el 3175! Eso de jugar con las fuerzas acumuladas en el centro de Thalassa me parece una locura.

»Con eso está todo dicho. Hay una sola decisión posible. Debemos permitir que los thalassianos cumplan con sus propios destinos; nosotros seguiremos adelante hasta Sagan 2.

La salva de aplausos no sorprendió a Loren. Lo que interesaba saber era ¿quiénes no aplaudían? Por lo que pudo ver, los asistentes se habían dividido en dos bandos prácticamente iguales. Claro que posiblemente algunos aplaudían la elocuencia del orador, no el contenido de su discurso.

— Gracias, teniente Elgar — dijo el moderador Kaldor —. Agradecemos, sobre todo, su brevedad. ¿Quién desea expresar una opinión contraria?

Sobrevino un murmullo inquieto, seguido de un profundo silencio. Pasó un minuto, luego comenzaron a aparecer frases en la pantalla.

002. TENDRÍA EL CAPITÁN LA AMABILIDAD DE INFORMAR LA PROBABILIDAD DE ÉXITO DE LA MISIÓN.

003. SUGIERO SE DESPIERTE A UNA MUESTRA REPRESENTATIVA DE LA TRIPULACIÓN DORMIDA PARA SOLICITAR SU OPINIÓN.

004. PROPONGO SOLICITAR LA OPINIÓN DE LOS THALASSIANOS. ÉSTE ES SU PLANETA.

La computadora recibía los mensajes de los asambleístas y los registraba en el mayor secreto e imparcialidad. En dos milenios nadie había podido inventar un método más efectivo para obtener una muestra de opiniones y arribar a un consenso. Desde distintos lugares de la nave — y de Thalassa — hombres y mujeres escribían sus mensajes con los siete botones de sus tableros manuales. El primer conocimiento adquirido por los niños era el que les permitía realizar las combinaciones necesarias sin siquiera pensar en ello.

Loren echó un vistazo al auditorio y comprobó que casi todos tenían las manos a la vista. Nadie mostraba esa mirada perdida, típica del que trasmite un mensaje desde un tablero oculto. Sin embargo, había muchos mensajes:

015. PROPONGO UN ACUERDO. LOS QUE QUIERAN PERMANECER AQUÍ, QUE LO HAGAN. LA NAVE SEGUIRÁ ADELANTE.

— Ese no es el tema de esta discusión — dijo el moderador —. De todas maneras queda registrado.

— Quiero responder a cero cero dos — dijo el capitán Bey, y se interrumpió al recordar que debía solicitar la palabra al moderador. Luego prosiguió: — La probabilidad estimada es de un noventa y ocho por ciento. Casi diría que nuestras probabilidades de llegar a Sagan 2 son mayores que las de estas islas de permanecer a flote.

021. APARTE DE KRAKAN, RESPECTO DEL CUAL NO ES MUCHO LO QUE SE PUEDE HACER, LOS THALASSIANOS NO TIENEN PROBLEMAS SERIOS QUE ESTIMULEN SU CREATIVIDAD. TAL VEZ HABRÍA QUE CREARLOS. — KNR

¿De quién eran esas iniciales? De Kingsley Rasmussen, claro. No tenía motivos para buscar el anonimato. Esa idea se les había ocurrido a casi todos.

022. YA LES HEMOS SUGERIDO QUE REPAREN LA ANTENA DE LARGO ALCANCE EN KRAKAN PARA MANTENERSE EN CONTACTO CON NOSOTROS. — RMM

023. ESO LES LLEVARÁ DIEZ AÑOS COMO MÁXIMO. — KNR.

— Caballeros — dijo Kaldor con fastidio —, no nos apartemos del tema.

¿Tengo algo que decir?, se preguntó Loren. No, en esta ocasión me limitaré a ser un espectador; hay demasiados bandos. Tarde o temprano tendré que optar entre el deber y la felicidad. Por ahora no.

— Me sorprende que nadie tenga nada que agregar, tratándose de un tema tan importante — dijo Kaldor, después de dos minutos durante los cuales no aparecieron mensajes en la pantalla. Dejó pasar un minuto más: — Bien, tal vez prefieran proseguir esta discusión informalmente. Hoy no habrá votación, pero en las próximas cuarenta y ocho horas podrán registrar sus opiniones como de costumbre. Gracias.

Miró al capitán Bey, quien se había puesto de pie con rapidez, sin tratar de ocultar su enorme alivio.

— Gracias, doctor Kaldor. Se levanta la asamblea.

Miró a Kaldor con preocupación: éste miraba la pantalla como si la viera por primera vez.

— ¿Se siente mal, doctor?

— No, capitán, estoy bien. Acabo de recordar algo importante.