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— Conque eso dijo. Ya se las verá conmigo. Y tú, jovencita, me pides que te explique algo que ha obsesionado a millones de hombres durante miles de años. Ningún otro tema ha generado tantos ríos de tinta. ¿Cuánto tiempo tienes esta mañana?

— Una hora, por lo menos — rió Mirissa —. Pero tú mismo sueles decir que cualquier concepto, si es verdaderamente importante, se puede explicar con una sola frase.

— Ajá. Bueno, he oído y leído frases bastante largas en mi vida. La cuestión es por dónde empezar...

Su vista se dirigió a la ventana y se detuvo en la mole silenciosa — y a la vez tan elocuente — de la Nave Madre en medio del prado. Aquí se inició la vida humana en este planeta, pensó. Por eso me recuerda al Edén. ¿Seré yo la Serpiente que pondrá fin a su edad de la inocencia? Pero no: Mirissa es una muchacha tan inteligente, no le diré nada que no sepa o sospeche ya.

— Bueno, por empezar, jamás hubo dos personas, menos aún si eran filósofos, que se pusieran de acuerdo en el significado a la palabra dios. Por eso gradualmente cayó en desuso, hasta que a principios del tercer milenio sólo sobrevivía como un exclamación, que algunas sociedades consideraban incluso obscena.

»Se la reemplazó con toda una serie de términos especializados, referidos a los diversos aspectos del tema. Esto tuvo la ventaja de poner fin a esas discusiones de sordos, causantes de tantos disturbios en el pasado.

»Al dios personal, también llamado Dios Primero, se lo denominó Alfa. Era un ente hipotético que, se decía, presidía los asuntos de la vida cotidiana. Velaba por cada individuo — ¡incluso por cada animal! —, recompensaba el bien y castigaba el mal, generalmente en una supuesta vida después de la muerte. El hombre adoraba a Alfa, le rezaba, realizaba complicados ritos y construía enormes templos en su honor... ¿comprendes lo que te digo?

— Sí... más o menos.

— ¡Gracias a Dios! — rió Kaldor —. Ya ves que es un término útil. Si tuviera. que explicar el significado de cada palabra no llegaríamos a ninguna parte.

»Había otro Dios, que había creado el universo y luego, quizá, se había desentendido de su obra. Se lo denominó Omega.

»Antes que nada, Alfa y Omega eran las letras primera y última de un alfabeto antiguo. Los filósofos agotaron las veintitantas letras antes de terminar de definir la palabra dios, pero por hoy nos limitaremos a Alfa y Omega. Calculo que la discusión habrá insumido unos diez mil millones de años-hombre.

»Alfa estaba indisolublemente ligado a la religión, y ésa fue la causa de su desaparición. Si la infinidad de sectas y subsectas fanáticas — e incluso asesinas — hubiesen podido llegar a un consenso, tal vez Alfa hubiera sobrevivido hasta el momento de la destrucción de la Tierra. El hecho es que desapareció durante el tercer milenio, aunque al final todavía quedaban algunos creyentes.

»Es una historia fascinante y a veces horrenda; sólo puedo señalarte algunos de sus hitos más importantes.

»Las dos causas principales de la muerte de Alfa fueron la intolerancia de la mayoría de sus creyentes — no de todos — y el problema del mal.

»Si las numerosas religiones hubieran aprendido a convivir en paz, tal vez se hubieran evitado tantos desastres. Pero eso era imposible, porque cada una se creía dueña de la Única Verdad. Por ello estaban obligadas a exterminar a sus rivales, no sólo a las demás religiones sino también a los disidentes de la secta propia.

»Claro que ésta es una descripción esquemática y simplista; hubo algunas religiones tolerantes, que cumplieron una función social positiva, y hombres y mujeres que aprendieron a trascender su fe. Más aún, yo diría que la religión cumplió un papel fundamental en las sociedades humanas primitivas; sin la acción moderadora de la presencia sobrenatural, es posible que los hombres jamás superaran la organización tribal. Pero el poder y los privilegios corrompieron a la religión, la trasformaron en una fuerza esencialmente antisocial, causante de enormes males que eclipsaron el bien que había hecho.

»Me imagino que no habrás oído hablar de la Inquisición, la caza de brujas y la Guerra Santa. Es difícil de creer, pero ya bien entrada la era espacial, en ciertos países, un niño podía ser ajusticiado porque sus padres pertenecían a alguna rama hereje de la religión estatal de ese Alfa particular. Veo que estás horrorizada, pero estas cosas, y otras peores, todavía sucedían cuando nuestros antepasados empezaban a explorar el sistema solar...

»Afortunadamente para la humanidad, Alfa desapareció de escena poco después del año 2000. Lo mató un suceso fascinante — perdóname, es la segunda vez que uso esa palabra pero, ¿cuál otra usarías para describir la conducta humana? — llamado Teología Estadística. ¿Tienes tiempo? ¿Bobby no escapará?

Mirissa miró por el ventanal. El hermoso caballo comía el césped en torno a la Nave Madre y no daba señales de inquietud.

— Mientras haya algo para comer no se irá. ¿Qué fue la Teología Estadística?

— Fue el intento definitivo de erradicar el problema del mal. Lo detonó el surgimiento de una secta muy rara, llamada el Neomaniqueismo, no me preguntes por qué, alrededor del 2050. Fue la primera «religión orbitante»: los demás cultos habían empleado los satélites de comunicación para propagar sus doctrinas, pero los neomaniqueos no usaban otra cosa. Su centro de reunión era la pantalla del televisor.

»Aunque dependían por completo de la tecnología, respondían a una tradición antiquísima. Creían que Alfa existía y era la encarnación del mal, y que el destino último de la humanidad era combatirlo y destruirlo.

»Fundamentaban su fe en una enorme cantidad de hechos horrendos, tomados de la historia y la zoología. Para mí eran unos morbosos, por el placer que les daba recolectar esa clase de datos.

»Veamos un ejemplo. Una de las pruebas más difundidas de la existencia de Alfa era el llamado argumento de la concepción. Ahora sabemos que es una falacia, pero en boca de los ene-eme sonaba muy convincente; más aún, irrefutable.

»Un sistema perfectamente concebido — su ejemplo preferido era el reloj digital — supone la existencia de un ser que lo concibió, un creador. Así es el mundo natural.

»De ahí tomaban sus argumentos, sobre todo del campo de la parasitología. ¡Ustedes los thalassianos son muy afortunados en ese sentido! No me detendré en los métodos increíblemente ingeniosos, además de nauseabundos, que empleaban diversas criaturas para invadir otros organismos, sobre todo humanos, y alimentarse de ellos, a veces hasta matarlos. Te daré un ejemplo, uno de los preferidos de los ene-eme: la mosca icneumón.

»Esta encantadora criatura paralizaba a otros insectos y ponía sus huevos sobre ellos. De esta manera, sus larvas contaban al nacer con una abundante provisión de «carne» fresca, viva.

»Cualquier ene-eme era capaz de pasarse horas describiendo estas maravillas de la naturaleza para demostrar que Alfa era la encarnación suprema del mal o, en el mejor de los casos, un ser que desconocía por completo las pautas humanas de la moral y el bien. No te preocupes, no soy capaz de hacer lo mismo y no lo haré.

»Pero debo mencionar otra de sus pruebas preferidas: el argumento catastrofista. Un ejemplo, que se repetía en múltiples variantes era: los adoradores de Alfa se reúnen para implorar el socorro divino en medio de un desastre. El refugio se derrumba y mata a todos, menos a los que permanecieron en sus hogares.

»Los ene-eme conocían millares de ejemplos: hospitales y hogares geriátricos devorados por las llamas; escuelas primarias destruidas por terremotos; ciudades reducidas a escombros por volcanes o maremotos: la lista era interminable.

»Desde luego que otros adoradores de Alfa trataban de refutarlos. Para ello recolectaban ejemplos contrarios, de los milagros que, una y otra vez, habían salvado a los creyentes de la catástrofe.